1 ENCUENTRO DE DON BOSCO Y MIGUEL RUA

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1ENCUENTRO DE DON BOSCO Y MIGUEL RUAUna mañana de 1847, mientras san Juan Boscodistribuye medallas a unos chicos que se le acercan,un muchacho de unos diez años y de aspecto tímidose planta ante él y extiende la mano. «¡Ah, eres tú,Miguel! ¿Qué quieres? –Una medalla« –¿Unamedalla? No, algo mejor que eso. –¿Qué cosa? –Toma». Y en eso don Bosco le tiende la manoizquierda abierta pero vacía, y con la otra, aplicadaperpendicularmente, hace el gesto de cortarla en dospara entregar la mitad. «Vamos. ¡Toma! ¡Toma!».Tomar, pero ¿qué, si la mano está vacía? ¿Quépretende?, se pregunta el niño. Algunos añosdespués, don Bosco desvelará el enigma: «EstimadoMiguel, tú y yo, en la vida, lo compartiremossiempre todo: dolores, preocupaciones,responsabilidades, alegrías« y lo que quede, todo loque quede, lo tendremos en común.Miguel Rúa nace en Turín el 9 de junio de1837. Es el más pequeño de nueve hermanos.Su padre, Juan Bautista Rua, supervisor en lafábrica de armas de Turín, fallece el 2 deagosto de 1845. La viuda seguirá alojándoseen el interior de la fábrica. Un domingo de

2otoño de 1845, Miguel traspasa el umbral de lapuerta del famoso patronato de don Bosco.Éste se le acerca, le pone durante unossegundos la mano sobre la cabeza y le mirafijamente de manera extraña. Miguel quedaprendado enseguida de la bondad del jovensacerdote, quien le acoge providencialmente enel patronato dos meses después de la muertede su padre. No es un patronato corriente:como ningún propietario soporta a aquellosruidosos chicos, se desplaza errante de un sitioa otro. Don Bosco es el blanco de numerosascríticas. Un día, el capellán de la fábrica dearmas le dice a Miguel: «¿Cómo? ¿No te hasenterado de que don Bosco está gravementeenfermo? –No es posible; me crucé con élanteayer. –Pues sí, como te lo digo; estáaquejado de una enfermedad difícil de curar:¡está mal de la cabeza!». Algún tiempodespués, el director de la fábrica se lo exagera:

3«¡Pobre don Bosco! ¿No sabías que se le va lacabeza?». Cincuenta años después, donMiguel Rúa confesará: «Si se hubieran referidoa mi padre, no me habría sentido tan mal».El 13 de abril de 1846, el patronato se instaladefinitivamente en Valdocco, en el extrarradiode Turín. Ante el desarrollo de su obra, donBosco pone en marcha un método al que ya norenunciará: hacer surgir de la pandilla unosjefes capaces de instruirla y de mandarla. Undía de 1850, le pregunta a Miguel: «¿Quépiensas hacer el año que viene? –Entrar en lafábrica para ayudar a mi madre, que tanto seha sacrificado por nosotros. –¿Qué dirías si tepropusieran proseguir tus estudios para sersacerdote? –Pues diría que sí, enseguida. Peromi madre« ¿quién sabe? –Intenta hablarle deello; ya me dirás lo que opina». La respuestade aquella madre cristiana es clara: «Si

4llegaras a ser sacerdote, sería la mayor alegríade mi vida« Dile a don Bosco que te dejo poreste año, como prueba». El niño corre enbusca del sacerdote para anunciarle la buenanoticia. Don Bosco pone la mano en el hombrode Miguel; una inmensa esperanza brilla en sumirada, y en los ojos del niño puede leerse unaalegría indecible.Entrega total a los jeroglíficosMiguel prosigue sus estudios bajo la atentamirada de don Bosco. Al principio le invade unacierta negligencia, pero muy pronto se recuperay el éxito es total. En 1851 pierde a su hermanoLuis; luego, en 1853, a otro hermano: JuanBautista. «La próxima vez me toca a mí», ledice a don Bosco. Pero el santo le profetizacincuenta años de vida. Las horas libres que ledejan sus estudios transcurren en el patronato,en un sinfín de tareas modestas que alivian los

5hombros de su maestro. También llega a serexperto a la hora de atraerle nuevos chicos. Enocasiones, don Bosco redacta hojas sueltaspara instruir a las almas, ocupando en ellolargas horas durante la noche, corrigiendo eltexto y enmendándolo con notas y signosconvencionales. Por la mañana, se diviertemostrando una o dos de ellas ante las miradasespantadas de sus jóvenes alumnos, que noconsiguen descifrar su escritura, casi ilegible.«Ya tiene trabajo Rúa», exclama entonces donBosco. Por la noche, en efecto, una vez haterminado sus deberes escolares, Miguel seentrega por completo a los jeroglíficos de sumaestro, y su escritura impecable restituyeperfectamente el texto.El 24 de septiembre de 1853, don Bosco acogea Miguel en su casa y, el 3 de octubre, leentrega la sotana, a la vez que a otro discípulo,

6llamado Roccheti. Varios compañeros acudenpronto a unirse a los dos primeros. El 26 deenero de 1854, don Bosco los reúne en sucuarto y les propone una especie de noviciado,tras el cual podrán comprometerse mediantevotos. Ese mismo día adoptan el nombre deSalesianos, en recuerdo de san Francisco deSales, que tenía la gracia de convertir a lasalmas mediante la bondad y la persuasión.Esos primeros salesianos están al servicio delos jóvenes: jornadas agotadoras de patronato,cursos nocturnos, clases, vigilancias, ensayosde teatro, de gimnasia o de música, recreosaccidentados, estudios solitarios, frecuentaciónde los sacramentos« Ante su mirada seencuentra el ejemplo iluminado de don Bosco:«Me resultaba más provechoso –afirmará mástarde Miguel Rúa – observar a don Bosco,incluso en sus actos más sencillos, que leer ymeditar un tratado de ascética».

7Un año más tarde, Miguel pronuncia en privadosus primeros votos anuales. Sus actividades semultiplican: es nombrado profesor dearitmética, consejero de estudios, vigilante delrefectorio, del patio y de la capilla. El hecho demezclarse constantemente en lasconversaciones de los chicos hace que presteatención a cada uno, deseoso como está deayudar, de animar, de sacar a flote a esosjóvenes errantes en período de formación.También enseña religión y, por la noche,después de la cena, don Bosco le dicta unaHistoria de Italia destinada a sustituir en lasclases ciertos manuales tendenciosos. Eltrabajo que concluye cada día no le impideseguir, de 1853 a 1860, estudios de filosofía y,después, de teología en el Seminario Mayor.Sus redacciones de clase son precisas yclaras. En 1858, don Rúa acompaña a donBosco a Roma para presentar al Papa Pío IX

8las Reglas de los Salesianos. El 18 dediciembre de 1859, queda fundada oficialmentela Congregación Salesiana. Su fundador esreconocido como Superior General y donMiguel Rúa es nombrado director espiritual dela Sociedad.Contagio de santidadEl 28 de julio de 1860, don Rúa se ordena desacerdote. Don Bosco le entrega por escritoalgunas advertencias: «Habrás de trabajar ysufrir mucho. No hay rosas sin espinas, y sabesbien que hay que atravesar el Mar Rojo y eldesierto para alcanzar la Tierra Prometida.Soporta la prueba con coraje, incluso en mediode tus penas, y sentirás el consuelo y la ayudadel Señor. Para cumplir tu obra en la tierra,escucha estos consejos: vida ejemplar,prudencia consumada, perseverancia en lafatiga al servicio de las almas, plena docilidad

9antes las inspiraciones de lo alto, guerra sincuartel al infierno y confianza incansable enDios». A partir del comienzo de curso de 1860,don Rúa asume la dirección general de lasclases. Los comienzos de su administración secaracterizan por la afluencia de alumnos, laatmósfera sobrenatural donde se bañan lasalmas y el contagio de santidad que se adueñade todos. Un testigo de aquella época escribiráveinticinco años más tarde: «Buen número denuestros compañeros no solamente eranbuenos, sino excelentes, verdaderos modelosde piedad, de trabajo, de dulzura, depenitencia, y ejemplos vivos y radiantes. Eranjóvenes que ni por todo el oro del mundohabrían cometido un solo pecado mortal».Esos resultados se han conseguido gracias a lafrecuentación de los sacramentos. Para donBosco, la confesión semanal, realizada con el

10firme propósito de no volver a pecar, prepara labuena comunión: «El punto culminante, si sequiere conseguir la moralidad, es, sin dudaalguna, la frecuente confesión y la frecuentecomunión bien hechas». Y afirma además: «Lacomunión frecuente es la columna maestra quesostiene el mundo moral y material, a fin deque no se hunda en la ruina. Creedme –y noexagero–, la comunión frecuente es unacolumna sobre la cual reposa uno de los polosdel mundo; el otro polo reposa sobre ladevoción a la Virgen». Don Rúa da testimoniode lo siguiente: «Nuestro santo fundador jamásperdía la ocasión de recomendar la frecuentecomunión; era la base de su sistema educativo.Quienes no lo han entendido se ven obligados,en definitiva, a adoptar una rigurosa coerción».La multiplicación del número de salesianospermite que don Bosco funde un Seminario

11Menor en Mirabello. El 20 de octubre de 1863,don Rúa es nombrado su director. Entre lospreciosos consejos que le da don Bosco,destaca la preocupación por evitarle al jovendirector de veintiséis años el escollo delactivismo y de la falta de atención a lossufrimientos físicos y morales de quienesestarán a su cargo. La crónica de losSalesianos relatará lo que sigue: «Don Rúa secomporta en Mirabello como don Bosco aquí.Se le ve continuamente rodeado de alumnos,conquistados por su amabilidad o por el deseode oírle hablar acerca de mil temasinteresantes. A comienzos de año, harecomendado a su personal que no se muestreexigente en exceso, que no regañe a losalumnos a cada paso, que sepa cerrar los ojosa menudo. Después de la comida de mediodía,se le ve siempre mezclado con los jóvenes,jugando o cantando con ellos».

12Que sepan que se les amaDon Rúa ha asimilado la manera de actuar desu maestro, de quien el Papa Juan Pablo IIescribirá: «Desde el punto de vista del método,don Bosco propone «el afecto». Se trata de unaactitud cotidiana, que no es simplemente amorhumano ni solamente caridad sobrenatural« Elafecto se traduce en un compromiso deleducador como persona totalmente consagradaal bien de los alumnos, que está presente enmedio de ellos, dispuesto a afrontar sacrificiosy dificultades en el cumplimiento de su misión.Todo ello requiere una verdadera disponibilidadpara con los jóvenes, una simpatía profunda,una capacidad de diálogo« Con una acertadaintuición, don Bosco explica: lo que importa esque «los jóvenes no sólo sean amados, sinoque sepan que se les ama»» (Carta con motivo

13del centenario de la muerte del santo, 31 deenero de 1988).Sin embargo, por muy sacrificado que sea elgrupo de educadores salesianos, no esperfecto. Aunque se comete más de un error,los éxitos de la nueva fundación no se hacenesperar. Muy pronto, el Seminario Mayor de ladiócesis rebosa de vocaciones procedentes delSeminario Menor. Don Rúa es consciente deello, asaltándole una violenta tentación de amorpropio, que, por más que la aparte, regresa sincesar e impetuosamente. Finalmente, le abresu corazón al maestro, quien le escribe: «Paracurar ese mal de orgullo, te recomiendo lamedicina de san Bernardo. Repite a menudolas famosas preguntas «¿De dónde vienes?,¿Cuál es tu misión aquí en la tierra? ¿Dóndedebes llegar?». Ese recuerdo bien meditado de

14las verdades esenciales, ayer como hoy,producirá santos».En 1865, don Rúa se ve en la necesidad dedejar la fundación para reunirse en Turín condon Bosco, que se halla enfermo y abrumadode trabajo. La enorme casa de Valdocco,patronato al cual se ha agregado un internado,cuenta con cerca de setecientos alumnos, y suespíritu se ha ablandado. Con notoria habilidad,don Rúa consigue anular poco a poco lasmalas costumbres y restaurar una adecuadadisciplina en el centro. Pero, en el mes de juliode 1868, la incesante actividad de don Rúaacaba con sus fuerzas: una peritonitisfulminante le obliga a permanecer en cama.Los médicos no le dan más que unos días devida. Al ver en una mesa los Santos Óleos parala administración de la Extremaunción, donBosco afirma: «Escúchame bien, don Rúa,

15aunque te tiraran tal cual por la ventana, teaseguro que no te morirías». De hecho, a lospocos días, a pesar de los pronósticos de laciencia, el enfermo se encuentra fuera depeligro.Aliviar a don BoscoDespués de su convalecencia, don Rúa sehace cargo otra vez de la mitad, o más, de laspreocupaciones de don Bosco. En 1869, ésteúltimo le confía la formación de los novicios.Pero esa carga suplementaria, que ejercerádurante seis años, no le ahorra otras muchas.Se enfrenta a esas innumerables tareas graciasa un espíritu tan ordenado como metódico, a sudominio de los nervios, a una memoriaprodigiosa, a su obstinación en el trabajo y a sucapacidad de aceptar ayuda, pero sobre todoporque ama a don Bosco y quiere aliviarlo. Selas ingenia para hacer de toda la jornada una

16plegaria continua. Sus obras, suspreocupaciones y sus fatigas de cada díaquiere transformarlas en plegaria. Susactuaciones se desarrollan bajo la mirada deDios y de María.Poco a poco, sin embargo, el celo de don Rúapor la observancia y la disciplina acabanenajenándole los corazones de los chicos. Esmás temido que amado y, en la casa, sepropaga un axioma: «Más vale un «no» de donBosco que un «sí» de don Rúa». Don Bosco leretira entonces la responsabilidad de consejerode disciplina, quedándose en exclusiva junto aél para velar por los intereses generales de laCongregación y para acompañarlo en susviajes por Europa. En adelante, todo locomparten, incluso el carisma de hacermilagros. Un día, en efecto, una madre defamilia afligida le lleva a don Bosco a su hijo,

17desahuciado por los médicos y al que parecenquedarle sólo unos pocos días de vida. Elsanto, desbordado, le pide a don Rúa que le déél mismo al pequeño la bendición de MaríaAuxiliadora. Al instante, el niño queda curado.No obstante, por muy íntimos que sean ambossacerdotes, cada uno conserva su propiapersonalidad. En la gestión de los asuntos, seenfrentan a veces con discusiones acaloradas;mientras don Bosco se muestra concentrado enla tarea del día, extremadamente audaz, donRua es previsor y calculador, reduciendo almáximo posible el margen de lo imprevisto.En 1884, el estado de salud de don Bosco esinquietante. El Papa León XIII le instadiscretamente a que tenga prevista susucesión. El 24 de septiembre de 1885, elfundador nombra a don Rúa para sustituirlo. Elque hasta ayer era hombre de disciplina y de

18severidad exterior proverbial, es hoy un nuevoSuperior que se muestra más acogedor, coninflexiones de voz más suaves, con una amablesonrisa que le ilumina el rostro. El 31 de enerode 1888, don Bosco entrega su alma a Dios.Don Rúa escribe: «Nuestra alma sólo puedeconsolarse con la idea de que Dios,infinitamente bueno, no hace nada que no seajusto y sensato». En la noche de aquel día,cuando todo el mundo se ha retirado de lapequeña iglesia donde se ha expuesto aldifunto sentado en un sillón, don Rúapermanece dos horas en oración ante él.Cuando se incorpora, su alma está llena de unafuerza nueva para asumir la dura tarea que leespera. Poco tiempo después, al ser recibidoen audiencia por León XIII, le dice: «Pareceque siga oyendo a don Bosco cuando nosdecía unas horas antes de morir: «El Papa, elPapa, los Salesianos están a favor de la

19defensa de la autoridad del Papa, en todaspartes y por siempre»». En la entrevista, elSanto Padre aconseja a don Rúa queinterrumpa la extensión de la Congregaciónpara afianzar lo que ya existe. Durante dosaños, la pausa impuesta permite laconsolidación esperada y la amortización de lasdeudas más urgentes. Pero a partir de 1889,las fundaciones se reanudan y se multiplicanpor todo el mundo.La finalidad de los patronatosApóstol ferviente de la devoción al SagradoCorazón de Jesús, don Rúa escribe a sus hijos:«Contiene todo lo que es salesiano, pues es enel Sagrado Corazón de nuestro Maestro dondeiremos a beber, como educadores, el purísimoamor de la juventud, la dulzura y lamansedumbre que deben acompañar nuestraspalabras y nuestros actos, la paciencia en las

20contrariedades y las tribulaciones inherentes anuestra labor, el espíritu de sacrificio y el celopor las almas». En las circulares a losSalesianos, don Rúa recomienda sobre todolos patronatos, insistiendo en que conserven sufinalidad primera, y escribe: «La música, elteatro o el deporte son los medios, sólo eso.Allí donde sean útiles, y sólo allí, podemosutilizarlos; pero siempre con prudencia, paraatraer a la juventud y asegurar superseverancia. El objetivo es la enseñanza dela religión y la formación de las almas».Pensando en la perseverancia de los jóvenesque salen de los internados salesianos,promueve las asociaciones de antiguosalumnos. Finalmente, procura mantener unambiente favorable a la eclosión y alcrecimiento de vocaciones que germinan en loscentros de su Congregación, del tipo que sean.

21Su celo por la juventud le mueve a audaciasinverosímiles en él. Para financiar sus obras,recuerda a las personas que nadan en laabundancia el deber que tienen de ayudar a losmás desfavorecidos y el beneficio espiritual ytemporal de la limosna. Entre 1889 y 1909, enla primavera de cada año, emprende un viajede alrededor de tres meses, durante el cualrecorre más de 100.000 km para visitar cadauna de sus comunidades. Pero esos viajes leresultan penosos, ya que no puedeacostumbrarse a las travesías marítimas, nosoporta fácilmente las noches en ferrocarril y seadapta con dificultad a la alimentación y a lascostumbres de los diferentes países. Con laedad, los achaques aumentan: las piernas se lehinchan a causa de las varices o están llenasde llagas, y tiene los párpados siempreinflamados y lacrimosos.

22Son años marcados por grandes sufrimientos.En 1895, un sacerdote salesiano es asesinadopor un alumno medio loco. Cinco mesesdespués, Monseñor Lasagna, una de lasgrandes esperanzas de la Sociedad Salesiana,su secretario y cuatro religiosas de MaríaAuxiliadora, son víctimas de un accidenteferroviario. Cuatro años más tarde, unainundación destruye, en Argentina, lasrealizaciones materiales de diez años de labormisionera. En Francia, con motivo de ladenominada ley de Asociaciones (de 2 de juniode 1901), el gobierno exige el cierre y la ventade los centros salesianos. En 1907, se montaen un colegio un gran escándalo contra lasbuenas costumbres, levantando una violentatormenta contra los Salesianos en toda Italia.Jamás don Rúa estuvo tan triste como enaquellos días. A ciertas horas, se le puede vercon la cabeza entre las manos, hundido

23durante mucho tiempo en sus reflexiones y suplegaria. No pudiendo soportarlo, hace lapromesa de realizar una peregrinación a TierraSanta si el honor de su familia religiosa le esrestituido por completo. Al serle concedido,cumple su promesa en 1908.El corazón sensible de don Rúa, que en unaocasión suplicaba «No me anunciéis malasnoticias por la tarde, porque entonces no puedodormir en toda la noche», conoce también,durante esos años, enormes alegrías. Sufamilia religiosa se multiplica prodigiosamente:si bien había recibido de don Bosco 700religiosos a quienes dirigir en 64 casasdiseminadas en 6 países, él dejará 4.000 a susucesor, en 341 casas repartidas por 30naciones. Además, tres de sus hijos sonnombrados obispos por el Papa, dos de ellospara las misiones. El 24 de julio de 1907, don

24Bosco es declarado venerable; es la primeraetapa oficial hacia la canonización. Una de lasúltimas grandes alegrías de don Rúa es, afinales del año 1908, la terminación de laiglesia dedicada a santa María Liberadora, enRoma, que el Papa le había pedido queedificara. El pueblo, desorientado por elanticlericalismo entonces en el poder, esreafirmado en la fe y se apresura a acudir alnuevo santuario.«Salvar el alma lo es todo, ¡lo es todo!»En otoño de 1909, don Rúa, agotado, debepermanecer en cama. En el mes de abrilsiguiente, los dolores llegan a ser tan fuertesque una queja escapa de sus labios: «¿Esnecesario que siga sufriendo más para morir?».El 6 de abril de 1910, susurra por última vezuna oración jaculatoria que aprendió de donBosco en los años de su infancia: «Virgen

25Santa, tierna Madre, haz que salve el alma»;luego añade: «Sí, salvar el alma, salvar el almalo es todo, ¡lo es todo!». Hacia las 9.30 horas,sin gemir, sin moverse, entrega su alma a Dios.Do

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