La Odisea De La Historia En Tiempos De - SciELO

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La odisea de la Historia en tiempos dememoria: entre los cantos de sirenas y elmanto de PenélopeEduardo Porras Mendoza1Departamento para la Prosperidad Social-ColombiaRecepción: 20/05/2014Evaluación: 21/05/2014Aceptación: 17/06/2014Artículo de Investigación e Innovación.ResumenEl presente trabajo indaga por el papel de la Historia entiempos de memoria. Pretende dar respuesta a la pregunta¿quiénes recuerdan, cómo y para qué, un pasado lleno deatrocidades y dolor?, por lo que centrará el análisis en lascategorías de memoria e historia, desde sus diferencias ycomplementariedades. De forma más puntual, estudiará larelación entre historiografía, memoria histórica y violenciapolítica contemporánea —con énfasis en el contextocolombiano— y la necesidad y el deber moral que tienenuestra sociedad de emprender ejercicios de memoria con elmáximo rigor posible. Por último, se argumentará a favorde la historia del tiempo presente y los estudios subalternos,corrientes historiográicas útiles no sólo para articularmemoria e historia sino para abordar y proyectar el punto devista de las víctimas en el asimétrico y complejo escenario delas relaciones de poder que caracteriza al país.1Abogado, Universidad Libre de Barranquilla. Magíster en Historia, UniversidadPedagógica y Tecnológica de Colombia. Asesor nacional del grupo Paz, Desarrolloy Estabilización, del Departamento para la Prosperidad Social, DPS. Líneas deinvestigación: Conlicto armado colombiano, Historia social y política regional,Historia del tiempo presente, memoria histórica. eduardoporrasmendoza@yahoo.eshist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5621

Eduardo Porras MendozaPalabras clave: conlicto armado interno, memoria histórica,historia del presente, víctimas, subalternidad.The Odyssey of History in Times of Memory:From the Song of the Sirens to the Robe of PenelopeSummaryThis article investigates the role of history in memory. Itattempts to resolve the questions: who remembers a past fullof atrocities and pain, how can this be done, and for whatreasons? This analysis is centered on two main categories:memory and history, including both their differences andtheir similarities. It scrutinizes the relationships betweenhistoriography, historical memory and contemporary politicalviolence speciically within the Colombian context, as wellas the necessity and moral duty of society to engage in theexercise of memory with the maximum rigor and precision. Inaddition, this article will argue in favor of present-day historyand subaltern studies. These historiographical trends are notonly useful in articulating memory and history, but also inaddressing and projecting the outlook of the victims in theasymmetrical and complex power relations that characterizeColombia.Key Words: internal armed conlict, historical memory,presentday history, victims, subalternity.L’odyssée de l’Histoire au temps de la mémoire:entre chants de sirènes et le manteau de PénélopeRésuméLe présent travail étudie le rôle de l’Histoire au tempsde la mémoire. Il prétend répondre à la question: qui sesouvient, comment et pourquoi, d’un passé plein d’atrocitéset de douleur ? Voilà pourquoi on focalisera l’analyse sur lescatégories de mémoire et d’histoire, à partir de ses différences22hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.et de complémentarités. De manière plus ponctuelle, onétudiera la relation entre historiographie, mémoire historiqueet violence politique contemporaine —particulièrement lecas colombien— et la nécessité et le devoir moral qu’a notresociété d’entamer des exercices de mémoire avec le plus derigueur possible. Finalement, on argumentera en faveur del’histoire du temps présent et des études subalternes, courantshistoriographiques utiles non seulement pour lier mémoire ethistoire mais aussi pour traiter et envisager le point de vuedes victimes dans le scénario asymétrique et complexe desrelations de pouvoir qui caractérise la Colombie.Mots clés: conlit armé interne, mémoire historique, histoiredu présent, victimes, subalternité.De la mayor parte de nosotros (los historiadores)se ha dicho que somos buenos operarios.Pero, ¿hemos sido también buenos ciudadanos?Marc Bloch, La extraña derrota.1. IntroducciónColombia arrastra una larga historia de violencias yvictimizaciones, paradójicamente acompañada de extenuantesesfuerzos por la paz, con interesantes, aunque modestosresultados hasta el presente. A pesar de ello, sólo hasta hacepoco se empezó a hablar en el país de la necesidad de situara las víctimas en el eje de las relexiones sobre la violencia,con el propósito de seguir desplegando, de manera coherentecon los derechos humanos, certeros ejercicios de construcciónde paz que conduzcan a verdaderos escenarios de posconlictoarmado, dándole el mayor alcance posible a los principios deverdad, justicia y reparación integral, es decir, a la llamadajusticia transicional, que entre otros aspectos reclama –deacuerdo con los estándares del derecho internacional– un fuertecompromiso en materia de memoria histórica, un conceptoque debe ser examinado con el mayor cuidado, en aras de noser catalogado de contradictorio en sí mismo por cuenta de lastensiones existentes entre las categorías memoria e historia. Elpresente texto indagará por el papel de la Historia en tiemposhist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5623

Eduardo Porras Mendozade memoria y pretende dar respuesta a la pregunta ¿quiénesrecuerdan, cómo y para qué, un pasado lleno de atrocidadesy dolor? En consecuencia, centra el análisis en las categoríasmemoria e historia, para inalmente proponer la Historia deltiempo presente y los estudios subalternos como prácticashistoriográicas idóneas para emprender el deber de memoria,una espinosa tarea que se debate entre las voces de múltiplesy seductoras subjetividades y la necesidad de alcanzar lamayor idelidad posible en materia de verdad histórica.2. Análisis de las categorías Memoria e HistoriaAl narrar su pretensión de describir ielmente los paisajesy vivencias de su infancia, José Saramago se planteó –y nosplanteó– la gran diicultad en torno del complejo ejerciciode la memoria: “El niño que fui no vio el paisaje tal comoel adulto en que se convirtió estaría tentado de imaginarlodesde su altura de hombre”2. Y así, quizás pensando en el ríode Heráclito –en el que nadie podría bañarse dos veces–, elautor del Ensayo sobre la ceguera escribe unos versos en losque evoca al entonces transparente río de su niñez (“corrientede agua hoy contaminada y maloliente”), para proponer unamuy particular, pero sesuda teoría sobre las complejidades dela memoria:Del ovillo enmarañado de la memoria, de laoscuridad, de los nudos ciegos, tiro de un hiloque me parece suelto.Lo libero poco a poco, con miedo de que sedeshaga entre mis dedos.Es un hilo largo, verde y azul, con olor a cieno,y tiene la blandura caliente del lodo vivo.Es un río.Me corre entre las manos, ahora mojadas.Toda el agua me pasa por entre las palmasabiertas, y de pronto no sé si las aguas nacende mí o hacia mí luyen.Sigo tirando, ya no solo memoria, sino el propiocuerpo del río.3242José Saramago, Las pequeñas memorias (Bogotá: Alfaguara, 2007), 16.3José Saramago, Las pequeñas,.17.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.De esta manera, con total consciencia de la confusiónque suele darse entre el objeto y el sujeto de la memoria,Saramago se involucra en la eterna lucha entre la memoriay el olvido a partir de imágenes fugaces, del hilo suelto quese escapa de la desordenada madeja que es la memoria, ypor ello preiere dejar que broten, no recuerdos propiamentedichos, sino representaciones del río de sus recuerdos, inclusodesde una apuesta por la memoria colectiva –al mejor estilode Halbwachs– que queda en evidencia con esta contundenteconclusión:A veces me pregunto si ciertos recuerdos son realmentemíos, si no serán otra cosa que memorias ajenas de episodiosde los que fui actor inconsciente y de los que más tardetuve conocimiento porque me los narraron personas que síestuvieron presentes, si es que no hablaban, también ellas,por haberlos oído contar a otras personas.4Como puede verse, se trata de una relexión que desdela literatura –no desde las ciencias sociales o la ilosofía de laciencia–, pregunta y se pregunta por la memoria, asunto sobreel cual Gabriel García Márquez, en Vivir para contarla, yahabía dado un perentorio campanazo de alerta: “La vida no esla que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerdapara contarla”5.Las anteriores relexiones son, sin duda alguna,altamente útiles para introducir ciertos problemasepistemológicos en torno de los discursos sobre la memoria.Ahora, acceder a los espacios donde se encuentran, colisionan,confunden y relacionan historia y memoria, es proponeruna dimensión mucho más compleja de relexión y debate,pues explicar esta relación ha sido y sigue siendo una tareade gran complejidad, en especial lo relacionado con el tránsitode la memoria a la historia. Y es que la memoria, además derecuerdo inmanente, resulta siendo también –y sobre todo–representación individual y colectiva del pasado, comolo advirtieron García Márquez y Saramago. Si bien estas4José Saramago, Las pequeñas, 75.5Gabriel García Márquez, Vivir para contarla (Bogotá: Norma, 2002), 7.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5625

Eduardo Porras Mendozaposturas deben ser matizadas por el historiador, dado queintroducen cierto relativismo respecto de la exactitud de lafuente –y el historiador debe tomar distancia respecto de ellasy precisar la validez de las fuentes, el testimonio, la presenciadel testigo en relación con los hechos, etc.–, no es menos ciertoque el historiador se topa también con un ilón extraordinarioa penetrar desde el campo de las representaciones, aunquecon ciertas diicultades adicionales, como bien lo ha señaladoRicœur:[ ] el problema de la representación, que es la cruz delhistoriador, se encuentra ya establecido en el plano dela memoria e incluso recibe allí una solución limitada yprecaria que no será posible traspasar al plano de la historia.En ese sentido, la historia es heredera de un problema quese plantea en cierto modo por debajo de ella, en el plano de lamemoria y el lo Sánchez ha recordado que mientras la memoriaes subjetividad, la historia es racionalidad discursiva7.Agregamos: racionalidad, no de cualquier narrativa, sino deuna que aspira seriamente a la idelidad de la memoria,como lo planteara Ricœur en favor del estatuto cientíico de laHistoria, lo que nos permitiría establecer cuánto de verdad yde objetividad habría en la memoria8. En este orden de ideas,quedan planteados encuentros y desencuentros entre memoriae historia, lo mismo que el debate acerca de los alcanceshistóricos de la memoria, sobre los cuales volveremos másadelante. Respecto de lo primero, Pierre Nora, en un esfuerzopor delimitar los espacios, tanto compartidos, como exclusivosde las categorías memoria e historia, ha advertido que6Paul Ricœur, Historia y Memoria. La escritura de la historia y la representacióndel pasado. Disponible en internet: s contenido.php (15 de enero 2014).7Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria e historia (Medellín: La Carreta-IEPRI,2006), 14.826Paul Ricœur, Historia y Memoria ,6.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmentediferentes, aun cuando es evidente que ambas tienenrelaciones estrechas y que la historia se apoya, nace de lamemoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido oimaginado. Por esa razón, la memoria siempre es portadapor grupos de seres vivos que experimentaron los hechoso creen haberlo hecho. La memoria, por naturaleza, esafectiva, emotiva, abierta a todas las transformaciones,inconsciente de sus sucesivas transformaciones, vulnerablea toda manipulación, susceptible de permanecer latentedurante largos períodos y de bruscos despertares. Lamemoria es siempre un fenómeno colectivo, aunque seapsicológicamente vivida como individual. Por el contrario,la historia es una construcción siempre problemática eincompleta de aquello que ha dejado de existir, pero que dejórastros. A partir de esos rastros, controlados, entrecruzados,comparados, el historiador trata de reconstituir lo que pudopasar y, sobre todo, integrar esos hechos en un conjuntoexplicativo. La memoria depende en gran parte de lo mágicoy sólo acepta las informaciones que le convienen. La historia,por el contrario, es una operación puramente intelectual,laica, que exige un análisis y un discurso críticos. La historiapermanece; la memoria va demasiado rápido. La historiareúne; la memoria divide.9Nora y Ricœur coinciden en señalar, entonces, que laclave de esta estrecha y difícil relación entre memoriae historia está dada por la aparición del testigo. ParaNora “todo cambió cuando el hombre empezó a decirse queno vivía en la tradición, sino en la historia”10. El origensimbólico de esta premisa se lo atribuye a Goethe, que ensu libro Campaña de Francia y Maguncia (1817), dicta lasiguiente sentencia, reiriéndose al testigo: “Usted podrá decir yo estuve ”11, lo que signiicaría, según Nora, algo así comodecir: “No crea usted que está viviendo un hecho anodino; estáviviendo una batalla de gran importancia histórica”12. Así, eneste contexto, nacería el sujeto con conciencia histórica, pues9Luisa Corradini, “No hay que confundir memoria con historia, dijo Pierre Nora”,La Nación [en línea]. Buenos Aires, miércoles 15 de marzo de 2006, Sección Cultura.Disponible en Internet: ndirmemoria-con-historia-dijo-pierre-nora.10Luisa Corradini, “No hay que confundir memoria 11Luisa Corradini, “No hay que confundir memoria 12Luisa Corradini, “No hay que confundir memoria hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5627

Eduardo Porras Mendozaes el momento a partir del cual comenzaría a valorarse altestigo. Sin embargo, Nora precisa que es con las tragediasdel siglo XX cuando en verdad comienza a “vivirse” la historia,a democratizarse y, mas aún, a ser suplida por la memoria, nosin cierta problematización de este hecho:El testigo se transformó en aquel que conserva la memoriaviva para hablar del drama europeo de 1914, del dramacomunista, de la guerra de colonización, de la colonizaciónmundial. El problema es que ese personaje tiene un granvalor histórico, pero no decisivo. Allí es donde comenzó eldrama actual. Lo que vivimos desde hace 20 años es el pasode una memoria modesta, que quería hacerse reconocer,de una cantidad de víctimas que querían que sus penas ysufrimientos fueran tenidos en cuenta, a una memoria quese pretende dueña de la verdad histórica, más que toda otraforma de historia, y que está dispuesta incluso a querercerrarle la boca a los mismos historiadores. En 20 años,hemos pasado de la defensa del derecho a la memoria a ladefensa del derecho a la historia.13Por lo tanto, se hace necesario plantear el sentidohistórico de la memoria. Esto se deriva también, desde luego,de los usos políticos de la memoria y del reconocimiento deuna memoria entendida desde la pluralidad. Es decir, de laaparición de memorias –en plural–, que trasladan los discursosal terreno de las relaciones de poder, entre ellas la guerra.En la pretensión de garantizar el tránsito de la memoria a lahistoria desde una perspectiva política, la primera preguntaque se tendría que formular es por el sujeto de la memoria,por saber quién recuerda –o quiénes recuerdan– y cómo lohace.En tal sentido, Ricœur reconoce que tras una largadisyuntiva llegó a la convicción de que “la memoria, deinidapor la presencia de algo pasado en la mente y por la búsquedade dicha presencia, puede ser atribuida, por principio, atodas las personas gramaticales: yo, ella o él, nosotros, ellos,etcétera”14. Ricœur –al igual que Saramago– también adhiere2813Luisa Corradini, “No hay que confundir memoria 14Paul Ricœur, Historia y Memoria ,7.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.al concepto de memoria colectiva esbozado por Halbwachs,y entiende la memoria individual como un territorio de lamemoria colectiva. Más allá de esto, Paul Ricœur advierte tresdiicultades del recordar que debe enfrentar la epistemologíade la historia en relación con la memoria: la memoriaimpedida, la memoria manipulada y la memoria forzada15.La primera se caracteriza por la imposibilidad emocional derecordar. La segunda por la adulteración de la memoria porcuenta del relato y sus adornos, acentos y silencios –segúnGarcía Márquez, lo que uno recuerda y cómo lo recuerda paracontarlo–. Y la tercera por lo que él llama la trampa del deberde memoria, dada la enorme carga imperativa que encierra elconcepto de deber, que propone reemplazar por la categoríatrabajo de memoria16. Armonizando de nuevo a Ricœur conNora, lo que se advierte entonces, es la transmutación de laimposición de la memoria –la memoria forzada–, en derechoa la memoria, y éste, a su vez, en derecho a la historia, envirtud de la identiicación entre memoria e historia que suelepretenderse en el terreno de lo político.En sentido contrario, y como discurso crítico, la historiapretende explicar los hechos (en este caso la memoria, losrecuerdos) a través de interpretaciones. Por ello, en lalínea de garantizar el tránsito de la memoria a la historia,esto es, de vencer las tres diicultades de la subjetividad dela memoria, Ricœur le apuesta a una investigación históricainmersa en el enfoque de las representaciones, que no sólooponga las memorias entre sí, sino también otros tipos defuentes históricas, para fundar y proyectar el análisis sobresus signiicados en torno de las relaciones entre lazos sociales,identidad y cambio, esto es, en las relaciones entre sociedad,cultura e historia. En otras palabras, convertir la memoriacolectiva en memoria histórica, en memoria con sentidohistórico. En términos metodológicos, ello exige la asunciónde una práctica historiográica (u operación historiográica,según Michel de Certeau) clara y rigurosamente deinida,que Ricœur divide en tres “( ) niveles de lenguaje o15Paul Ricœur, Historia y Memoria ,10.16Paul Ricœur, Historia y Memoria ,10hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5629

Eduardo Porras Mendozaproblemáticas enmarañadas: fase documental en los archivos,fase explicativa/comprensiva (y) fase propiamente literariao escrituraria, al cabo de la cual el tema de la representaciónalcanza su punto cúlmine de agudeza”17. De lo que se trataría,entonces, es de buscar y encontrar, más allá de los hechoso del acontecimiento, las huellas de la experiencia, de lovivido, su signiicado, su marca en la memoria. En palabrasde Gonzalo Sánchez, esto replantea el quehacer y la obra delhistoriador, pues “es la gran mutación de la historiografíacontemporánea que ha saltado de una gran centralidad delacontecimiento, objeto privilegiado de la historia, a la huella,objeto privilegiado de la memoria”18. Por supuesto que se tratade un salto evolutivo, si se quiere, propuesto para un escenariomuy particular, como lo es el de las memorias de la violencia.3. Historiografía, memoria histórica y violencia políticacontemporánea en Colombia¿Qué utilidad podrían tener las anteriores relexiones en elcontexto de una sociedad como la colombiana, con una historiaatravesada por la tragedia permanente de la violencia socialy política? Colombia padeció ocho guerras civiles de carácternacional a lo largo del siglo XIX, sin contar la guerra deIndependencia, las dos guerras internacionales contra elEcuador y una treintena de guerras civiles regionales deraigambre partidista19. Despedimos esa centuria y le dimos labienvenida al siglo XX en medio de la Guerra de Los Mil Díasy sus más de 100.000 muertos, la más cruenta que vivieranación latinoamericana alguna durante ese período20. Laprimera mitad del siglo XX colombiano estuvo caracterizadapor una tensa calma en la que la violencia no dejó de hacermarcada presencia, como en los casos de la masacre de lasBananeras en Magdalena; la etapa conlictiva de 1930 en los17Paul Ricœur, Historia y Memoria ,12.18Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria ,22.19 Entre la historiografía existente sobre las guerras civiles del siglo XIX puedeconsultarse: Fernán González, Partidos, guerras e Iglesia en la construcción delEstado Nación en Colombia, 1830-1900 (Medellín: La Carreta, 2006); Álvaro TiradoMejía, El Estado y la política en el siglo XIX (Bogotá: El Áncora Editores, 2001).2030Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria ,24.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.Santanderes y Boyacá, de fuerte impacto en Cundinamarca,Antioquia y Caldas; la guerra contra el Perú; y los magnicidiosde Uribe Uribe y Jorge Eliécer Gaitán, a más de cuatro décadasde distancia entre ellos21. La muerte de Gaitán, por demás,supuso la fecha emblemática de una época de fricción violentaentre liberales y conservadores que ha sido denominada,precisamente, La Violencia, con dos períodos dramáticosclaramente deinidos (1948-1953 y 1954-1958) que legó a estasociedad entre 200.000 y 300.000 muertos, ad portas de lasexta década del siglo XX22. Y cuando las élites creyeron que elpaís se aprestaría a un período de paz estable y duradera, traslos pactos de Sitges y Benidorm, que inauguraron el FrenteNacional en medio de la bipolaridad de la Guerra Fría, laRevolución Cubana llegó al poder (1959) y difuminó por todaAmérica Latina el sarampión de la revolución comunista.El Frente Nacional restringió aún más la democraciacon la constitucionalización del bipartidismo, y el PartidoComunista, que había recuperado su existencia legal tras lacaída del régimen militar, agita la bandera de la combinaciónde todas las formas de lucha (1961), lo que deviene en lafundación de las Fuerzas Armadas Revolucionarias deColombia, FARC (1964), tras la ejecución de la llamadaOperación Marquetalia23. En ese momento acontece, a manera21 Para un balance historiográico completo sobre la violencia antes de la décadade los 60 el siglo XX ver: Carlos Miguel Ortiz Sarmiento, “Historiografía de laViolencia”, en Historia al inal del milenio: ensayos de historiografía colombiana ylatinoamericana (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 1994); 383, Vol. 1.22 Sobre el particular puede verse: Germán Guzmán Campo, Orlando Fals Borday Eduardo Umaña Luna, La violencia en Colombia. Estudio de un proceso social(Bogotá: Printer Colombiana-Círculo de Lectores, 1988); Gonzalo Sánchez Gómez yRicardo Peñaranda, Pasado y presente de la violencia en Colombia, Comp. (Medellín:La Carreta Editores, 2007); Paul Oquist, Violencia, conlicto y política en Colombia(Bogotá: Instituto de Estudios Colombianos-Biblioteca Banco Popular, 1978); yGonzalo Sánchez Gómez y Donny Meertens, Bandoleros, gamonales y campesinos. Elcaso de la Violencia en Colombia (Bogotá: El Áncora Editores, 2006).23 No obstante lo anterior, vale la pena resaltar la advertencia que hace EduardoPizarro, en el sentido que, si bien 1964 es tomado como el año fundacional de las FARC,no es menos cierto que se trata de un fenómeno de raíces anteriores –incluso a laRevolución Cubana– de clara extracción comunista, y no de la cooptación de antiguosguerrilleros liberales por el Partido Comunista tras la Operación Marquetalia: “Laguerrilla colombiana tiene dos particularidades con respecto a las guerrillas del restode América Latina: por una parte, la emergencia temprana de este actor político conhist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5631

Eduardo Porras Mendozade mito fundacional, no sólo el nacimiento de esta agrupaciónguerrillera, sino del conlicto armado interno contemporáneo24.Sin embargo, un antecedente importante en la conformaciónde las FARC fueron las guerras del Sumapaz o de Villarrica(Tolima), 1948-1953, 1954-1957 y 1958-1965, región en laque se fundó la Colonia Agrícola del Sumapaz, dirigida porErasmo Valencia, fundador del Partido Agrario Nacional,pero que en la práctica funcionaba bajo la denominaciónFrente Democrático de Liberación Nacional, impulsado porel Partido Comunista. Las fuertes confrontaciones entre lasfuerzas militares y las guerrillas comunistas, integradas porcolonos armados, condujeron a la expansión de los frentes decolonización hacia el sur, en los hoy departamentos de Caquetáy Guaviare, zonas que desde entonces han constituido el nichonatural de lo que más tarde se conocería con el nombre deFARC. Cabe resaltar que uno de los integrantes del FrenteDemocrático de Liberación Nacional fue Jesús María Marín(hermano de Pedro Antonio Marín, alias Manuel MarulandaVélez o Tiroijo) quien moriría en combate con el EjércitoNacional en los límites entre Huila y Tolima en 195725.La década de los años sesenta nos lega, en consecuencia,una guerrilla de primera generación, en la que además de lasFARC están el ELN y EPL26; y en las tres décadas posterioresnuevas generaciones guerrilleras, como el Movimiento 19de Abril, M-1; la Autodefensa Obrera, ADO; el MovimientoIndigenista Manuel Quintín Lame; el Movimiento de IzquierdaRevolucionaria- Patria Libre, MIR–PATRIA LIBRE; el PartidoRevolucionario de los Trabajadores, PRT; la Corriente deRenovación Socialista, CRS; y el Ejército Revolucionario delamplia antelación a la revolución cubana. Y, por otra parte, su carácter crónico. Bastadecir, para subrayar uno y otro aspecto, que Manuel Marulanda Vélez ingresó a lasguerrillas comunistas en el año de 1952 -siete años antes de la entrada triunfal delMovimiento 26 de Julio a La Habana-, y al Comité Central del Partido Comunista deColombia (PCC) en el año de 1962. Dos años antes del cerco militar a Marquetaliay al nacimiento de las futuras FARC”. Eduardo Pizarro, Las Farc (1949-2011). Deguerrilla campesina a máquina de guerra (Bogotá: Editorial Norma, 2011), 17.3224Eduardo Pizarro, Las Farc ,179.25Eduardo Pizarro, Las Farc ,97.26Eduardo Pizarro, Las Farc ,185.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-56

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas.Pueblo, ERP; entre otras27. Este cuadro de actores armadosilegales asociados a un fenómeno de insurgencia crónica,vendrá a ser completado en los años 90 con un nuevo actor, estavez contrainsurgente: las Autodefensas Unidas de Colombia,AUC28. Ello supondría no sólo más pinceladas sangrientasal paisaje de la guerra, sino un escenario de confrontacióntotal que, incluyendo a la fuerza pública, dejaría a la sociedadcolombiana, especialmente al mundo rural, en medio de unconlicto armado aupado por el narcotráico, lo que aumentóexponencialmente el número de víctimas de la población civil.Por todo lo anterior, parece asistirle razón a Gonzalo Sánchezcuando asevera que “( ) la guerra actual es una acumulaciónde guerras: guerra de guerrillas, guerra de narcos, guerra deparas”29. Y guerra generalizada, pues a inales de los años 80 delsiglo XX se va expandiendo paulatina, pero progresivamente,a todos los rincones del territorio nacional30.En el análisis de las perspectivas historiográicas queanalizan la violencia en Colombia, Fernán González identiicados tradicionales líneas de lectura de este continuum yaesbozado grosso modo: una anecdótica/romántica y otrasimplista/catastroista31. La primera narra contiendas ybatallas como fruto de pronunciamientos de heroicos caudillos.La segunda propone una interpretación que caracterizaa la sociedad colombiana dentro de una supuesta culturapolítica de la violencia y de la intolerancia. Ambos enfoquesson equivocados, según González. El primero por idealizarla heroicidad y plantear los conlictos sólo en el seno de lasélites nacionales, regionales y locales, desconociendo así la27 Sobre las fundaciones de los grupos insurgentes en Colombia ver: Olga Behar,Las guerras de la paz (Bogotá: Planeta, 1986), 43 y ss.28 Sobre los orígenes y desarrollo de las AUC ver: Rafael Pardo Rueda, Fin delparamilitarismo ¿Es posible su desmonte? (Bogotá: Ediciones B Colombia, 2007); yMauricio Romero, Paramilitares y autodefensas, 1982-2003 (Bogotá: IEPRI, 2003);Gustavo Duncan, Los señores de la guerra. De paramilitares, maiosos y autodefensasen Colombia (Bogotá: Planeta, 2006).29Gonzalo Sánchez, Guerras, memoria ,47.30 Para mayor información consultar: Ricardo Peñaranda, y Javier Guerrero,(Comp). De las Armas a la Política (Bogotá: IEPRI-Tercer Mundo, 1999).31Fernán González, Partidos, guerras ,8.hist.mem., Nº. 9. Año 2014, pp. 21-5633

Eduardo Porras Mendozaperspectiva de los grupos subalternos y su incidencia en lahistoria nacional; y la segunda por pretender estereotipar elconlicto armado interno contemporáneo y a la actual sociedadcolombiana dentro de una historia de violencia que hunde susraíces en las guerras civiles del siglo XIX, con desconocimientode ciertos períodos de nuestra historia con evidente tendenciahacia al arreglo político y la convivencia pacíica. ParaGonzález se hace necesario buscar una tercera vía que lea demanera más equilibrada la historia política colombiana y quepor lo tanto ponga el énfasis en el impacto o[ ] resultados de esas guerras en la consolidación de redeslocales y regionales de poder y la construcción de imaginariospolíticos como vehículos de identidad nacional, regional ylocal. Lo mismo que (en) la manera como las guerras civilescomunicaron los diversos territorios y ayudaron a articularlas redes regionales y locales de poder en las dos grandescolectividades políticas, que dominaron la vida nacionaldurante casi dos siglos.32Más allá de esta mirada, no puede dejarse de lado que elconlicto armado interno colombiano es el cuarto más antiguodel mundo, sólo superado por tres conlictos asiáticos: ladisputa entre India y Paquistán por la región de Cachemira(1947), el conlicto entre Israel y Palestina (1949), y la guerracivil p

La odisea de la Historia en tiempos de memoria: entre los cantos de sirenas. 27 Memoria e historia funcionan en dos registros radicalmente diferentes, aun cuando es evidente que ambas tienen relaciones estrechas y que la historia se apoya, nace de la memoria. La memoria es el recuerdo de un pasado vivido o imaginado.

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