La Democracia Como Forma De Gobierno

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José F. Fernández Santillán3La democracia comoforma de gobiernoConsulta el catálogode publicaciones del INECuadernos de Divulgación de la Cultura DemocráticaJosé F. Fernández Santillán1Nueva edición connota introductoria3

La democracia comoforma de gobiernoJosé F. Fernández Santillán

La democracia comoforma de gobiernoJosé F. Fernández SantillánNueva edición connota introductoria3

Instituto Nacional ElectoralConsejero PresidenteDr. Lorenzo Córdova VianelloConsejeras y Consejeros ElectoralesMtra. Norma Irene De la Cruz MagañaDr. Uuc-Kib Espadas AnconaDra. Adriana Margarita Favela HerreraMtro. José Martín Fernando Faz MoraDra. Carla Astrid Humphrey JordanDr. Ciro Murayama RendónMtra. Dania Paola Ravel CuevasMtro. Jaime Rivera VelázquezDr. José Roberto Ruiz SaldañaMtra. Beatriz Claudia Zavala PérezSecretario EjecutivoLic. Edmundo Jacobo MolinaTitular del Órgano Interno de ControlLic. Jesús George ZamoraDirector Ejecutivo de CapacitaciónElectoral y Educación CívicaMtro. Roberto Heycher Cardiel SotoLa democracia como forma de gobiernoJosé F. Fernández SantillánPrimera edición, 1995Primera edición en este formato, 2020D.R. 2020, Instituto Nacional ElectoralViaducto Tlalpan núm. 100, esquina Periférico SurCol. Arenal Tepepan, 14610, México, Ciudad de MéxicoISBN obra completa impresa: 978-607-8772-11-7ISBN volumen impreso: 978-607-8772-14-8ISBN obra completa electrónica: 978-607-8772-90-2ISBN volumen electrónico: 978-607-8772-93-3El contenido es responsabilidad del autor y nonecesariamente representa el punto de vista del INEImpreso en México/Printed in MexicoDistribución gratuita. Prohibida su venta

Contenido7 Nota introductoria21 Presentación23 Introducción27 Pros y contras del gobierno democrático35 Gobierno mixto y gobierno democrático41 República y democracia49 Autocracia y democracia57 El paternalismo y el despotismo como formasopuestas al gobierno democrático65 Gobierno democrático: ¿soberanía popular osoberanía del ciudadano?71 Gobierno democrático y liberalismo79 Gobierno democrático y pluralismo85 Gobierno democrático y socialismo91 Crisis de los grandes modelos93 Bibliografía97 Sobre el autor

Nota introductoriaEscribí este Cuaderno de Divulgación de la Cultura Democrática, publicado originalmente en 1995, pensando en daruna visión amplia y sencilla sobre este régimen político.Como podrá confirmar el lector, lo primero que hice fueresaltar que la democracia nos viene del mundo antiguo.Por cierto, ahora que lo he vuelto a leer me faltó agregarque los griegos la nombraron también isonomía, que significa igualdad de ley o igualdad ante la ley. Traducido anuestro tiempo sería el gobierno de las leyes. Otra palabraque los antiguos utilizaron como sinónimo de democraciafue isegoría, que quiere decir igualdad de palabra, o sea,toda aquella persona que tiene derechos políticos tienederecho a hacer uso de la voz. Además, el tiempo quetomara cada politi (ciudadano) para hablar debía ser elmismo para cualquier otro ciudadano. Ninguno debía excederse. Quien violaba esa norma era llamado demagogo(porque hablaba de más).7

José F. Fernández SantillánLa democracia es, pues, el gobierno de las leyes y es elgobierno de la palabra. Es decir, es el sistema de gobiernoen el que la ley (nomos) es suprema, y en el que la palabra(goros) es usada por medio de la deliberación pública paratomar las decisiones. La deliberación sirve para mejorar alas personas. Así lo dejó establecido quien es consideradoel padre de la educación cívica, Isócrates.1Hechas estas precisiones, debo llamar la atención sobre el hecho de que hoy nos inclinamos a estudiar a lademocracia por sí sola. En la Antigüedad no fue así. Enlos tratados de política y derecho de aquellos tiemposencontramos que se le estudió en el marco de las formas de gobierno. Y ese marco se formaba con base enla respuesta a dos preguntas: ¿quién gobierna? y ¿cómogobierna? Si gobernaba una persona y lo hacía bien, setenía la monarquía; si una persona ejercía el poder mal,eso daba lugar a la tiranía; el dominio de pocos que hacían uso de las prerrogativas de manera positiva producíala aristocracia; la opresión de pocos fue nombrada oligarquía; el gobierno bueno de muchos fue conocido comopoliteia; en cambio la democracia fue catalogada como unaforma mala de gobierno.18José F. Fernández Santillán, “Isócrates y los orígenes de la educación cívica. Actualidadde un pensador clásico”, en Convergencia. Revista de Ciencias Sociales, núm. 71,mayo-agosto de 2016.

La democracia como forma de gobierno¿Por qué? La respuesta está en los factores que distinguen al buen gobierno del mal gobierno. Esos factoresson dos: 1) si se ejerce el poder de acuerdo con la ley; 2)si se ejerce el poder para bien de todos o tan sólo de unaparte de la comunidad política.La democracia fue considerada una forma mala porqueejercía el poder para el bien de la mayoría, el pueblo; perono para todos. Dejaba fuera a las minorías, es decir, a lasfuerzas aristocráticas y monárquicas. En cambio, la politeiaincluía a todas las corrientes políticas: a la monarquía, laaristocracia y la democracia. El buen gobierno, la politeia,incluye a la monarquía, a la aristocracia y al pueblo. Esaes la clasificación de Aristóteles.No obstante, Polibio habló más bien de la democracia buena (incluyente) y de la demagogia (excluyente)que sólo gobernaba para el pueblo y no para las otrasfuerzas sociales.Uno de los grandes retos a los que me enfrenté paraelaborar este cuaderno fue el de poner en palabras sencillas y accesibles conceptos complejos. El reto fue cómohomologar la terminología de tantos autores que vivieronen épocas distintas: desde Platón (427-347 a. C.) hastaJürgen Habermas (1929), quien aún vive.9

José F. Fernández SantillánEsta longevidad de la democracia ha hecho que a lo largode los siglos se le sumen (para enriquecerla) cosas queoriginalmente no poseía. Por eso es que escribo aquí:“a través de intrincadas vicisitudes históricas y teóricas,la democracia fue adquiriendo una serie de rasgos que,ciertamente, en un inicio, le fueron ajenos”.2Entre los elementos que se le fueron adhiriendo a la democracia figuran su acercamiento (pero no confusión)con el concepto “república”. Para aclarar las diferencias ysemejanzas entre una y otra debemos tomar en cuentaque “democracia” es un vocablo griego; en tanto que“república” es una expresión latina. En el caso de la democracia, como hemos insistido aquí, se trata de una formade gobierno; en cambio la palabra república puede sersinónimo tanto de lo que hoy conocemos como Estado,como de lo que los romanos denominaron civitas, y losingleses, Commonwealth. Pero república para los romanosigualmente indicaba una forma específica de gobierno,es decir, aquella que combinaba a la democracia (representada por los tribunos de la plebe), la aristocracia(representada por los senadores de los patricios) y lamonarquía (encarnada en los cónsules).210José F. Fernández Santillán, La democracia como forma de gobierno, 7a. reimp., México,Instituto Federal Electoral (Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, núm.3), 2013, p. 9.

La democracia como forma de gobierno¿Y cómo y cuándo fue que la república coincidió con lademocracia? El primer autor que acercó a la república conla democracia fue Maquiavelo cuando señaló que todaslas formas de Estado han sido o repúblicas o principados.Para el “secretario de la Señoría” los Estados pueden sergobernados o por un hombre (la monarquía) o por unaasamblea (república). En un siguiente paso, el autor deEl Príncipe distingue dos tipos de república: aristocráticay democrática.Montesquieu asumió la tipología de Maquiavelo, o sea,la que distingue a las repúblicas de las monarquías; peroel autor de El espíritu de las leyes agregó el despotismopara decir que se trata de un régimen “sin leyes ni frenos”.A esto debemos agregar un dato interesante: para Montesquieu, las repúblicas y los principados eran constituciones propias de Europa, en tanto que el despotismo seencontraba, generalmente, fuera de Europa. Por ejemplo,en el Medio Oriente y en el Lejano Oriente.Maquiavelo se encuentra entre los grandes escritoresrealistas: nunca abordó asuntos que no estuvieran ligadoscon hechos tangibles: en la época en la cual escribió, Italiano formaba una unidad política, más bien estaba divididaen una buena cantidad de principados y repúblicas (aristocráticas y democráticas) enfrascados en una verdaderay propia “guerra de todos contra todos”.11

José F. Fernández SantillánEsto me lleva a un tema fundamental del pensamientopolítico, en general, y del estudio de la democracia, enparticular: para que exista la democracia tal como hoyla conocemos se necesita que haya un Estado nacional.Dicho de otro modo: si en la base no encontramos unaestructura institucional unitaria y compacta no hay formade construir la democracia. Nunca hay que perder devista este principio en virtud de que algunos escritorespiensan, erróneamente, que la democracia y la anarquíason compatibles. Grave error. Libertad sin orden es anarquía; en contraste, la democracia se desenvuelve dentrode un orden legal que exige al gobernante subordinarsea la ley (sub leges) y ejercer el poder mediante la ley (perleges). La democracia es un Estado de derecho, dondela palabra “Estado” no puede ser sustituida por el “noEstado”, esto es, el desorden, la violencia, la inseguridady, precisamente, la anarquía.En la época Moderna, la democracia se encontró con elliberalismo. Luego entonces, democracia y liberalismono son lo mismo. La primera, como hemos insistido aquí,viene de la Antigüedad; en cambio, el liberalismo esreciente. Pero entonces, ¿cuál es la diferencia entre ambas corrientes? A reserva de que el lector encuentremayores elementos argumentativos en la lectura deeste cuaderno, puedo adelantar que la democracia esla teoría y la práctica de la distribución del poder; en12

La democracia como forma de gobiernocambio, el liberalismo es la teoría y la práctica de lalimitación del poder. Se puede decir lo mismo de otramanera: la democracia busca la igualdad de quienesgozan de los derechos políticos. Ciertamente, algunosobjetores dirán que esa igualdad en la Atenas clásicaera muy restringida en vista de que sólo unos cuantospodían participar; quedaban excluidos los esclavos, lasmujeres, los jóvenes y quienes no podían demostrar quecontaban con un cierto nivel de ingresos. Sin duda fueasí. Empero, lo que nos llega de la antigua Grecia es queuna vez ingresados a la asamblea soberana los polites(ciudadanos) eran iguales entre sí.Ese ejemplo duró en el tiempo, tanto así que la flama de laigualdad jamás se apagó y fue retomada, por ejemplo, enla Revolución francesa (1789) para incluirla en los llamadosprincipios inmortales: libertad, igualdad y fraternidad.¿Cuál fue la aportación del liberalismo a la democracia?Esa aportación fue enorme, al grado de que hoy se hablade que la democracia moderna es una democracia liberal.El liberalismo le ayudó a la democracia a fijar límites alpoder de los gobernantes. Fueron varios los mecanismosque sirvieron para ello: el constitucionalismo, la divisiónde poderes y la reivindicación de los derechos civiles,también llamados derechos de libertad (de pensamiento, de culto, de reunión, de prensa, de tránsito, de no ser13

José F. Fernández Santillándetenido arbitrariamente, de no sufrir penas corporales,de tener un juicio justo).Quiero aprovechar esta oportunidad para hacer énfasisen un punto que ‒ahora me doy cuenta‒ no resalté losuficiente en la primera redacción: la democracia es incompatible con el patrimonialismo. En consecuencia, deboexplicar en qué consiste el patrimonialismo. Es la confusiónentre los bienes públicos y los bienes privados: cuandolos funcionarios llegan a ocupar un cargo público lo asumen como si fuese una propiedad personal; disponen delpresupuesto, los nombramientos, los edificios, las oficinas,los medios de movilización, así como de los instrumentosbélicos como si fuesen propiedad privada. Precisamentecomo si los bienes de gobierno fuesen patrimonio propio(de allí el concepto patrimonialismo). Ese tipo de administración fue superado en los países europeos segúnse fueron conformando los Estados nacionales. De estaforma se pasó del patrimonialismo (propio del feudalismo)al sistema legal-racional (propio del Estado moderno).En la administración legal-racional hay una estricta separación entre los bienes públicos y los bienes privados;para ascender en la escala burocrática se debe haceruna serie de exámenes y atenerse a un orden fijado porescalafón; hay un servicio civil de carrera, esto es, losservidores del Estado gozan de permanencia en sus14

La democracia como forma de gobiernoempleos: no dependen de los vaivenes políticos; hay unaconstante preparación y actualización en los campos de suespecialidad para que haya un servicio público eficiente.Además, los servidores del Estado están sujetos a la leyde responsabilidades de los funcionarios públicos y a lasnormas de transparencia y rendición de cuentas.Es evidente que nuestras democracias aún no han superado el patrimonialismo. Muchos gobernantes electos alllegar al poder lo asumen como si fuese un bien personal,disponen de él por derecho propio. La corrupción, unode los grandes males de nuestro tiempo, no ha cesado.Incluso tiende a incrementarse ahora que los ciudadanoshan mostrado su insatisfacción con la democracia. Aesta desafección se agrega lo que despectivamente seconoce como “partidocracia”. Este concepto resalta ladistancia entre el orden prevaleciente (el establishment)y los individuos comunes y corrientes. La democracia noha logrado cumplir con lo que se esperaba de ella (quizáse le sobrecargó de expectativas), vale decir, la solucióndel atraso económico, de la desigualdad social, la creación de empleos, reducir los índices de violencia, castigara los funcionarios corruptos, abrir oportunidades paralos jóvenes, impulsar un sistema educativo de ampliacobertura y de mejor calidad, apoyar a los campesinos,arraigar a las personas en sus comunidades para que notuviesen que emigrar a otros países.15

José F. Fernández SantillánHay un desencanto de los ciudadanos respecto de la democracia y eso ha sido aprovechado por los demagogos.Cuando escribí este cuaderno aún no se había levantadocon toda su fuerza el vendaval populista. Se trata delfenómeno político más importante que se ha registradoen las últimas tres décadas. Aunque ya había regímenes que mostraban este perfil desde fines de los añosnoventa, el populismo tomó un cariz global con dos hechos fundamentales: el triunfo del brexit el 23 de juniode 2016 y la victoria de Donald Trump en las eleccionesnorteamericanas celebradas el 8 de noviembre de 2016.En plena euforia, Marine Le Pen, dirigente del ultraderechista partido Frente Nacional de Francia, dijo, trasla victoria del magnate neoyorquino, “¡hoy, Washington,D.C.; mañana, París!”.Le Pen se refería a las elecciones en su país, que tienenla modalidad de dos vueltas: la primera vuelta se llevó acabo el 23 de abril de 2017; pasaron a la segunda ronda losdos partidos más votados que fueron el Frente Nacional yEn Marcha, de Emmanuel Macron. La ultraderecha perdióen la segunda vuelta que se verificó el 7 de mayo de 2017.Sin embargo, otros países han caído bajo la égida populista: Rusia con Vladimir Putin, Hungría con ViktorOrbán, Polonia con Jaroslaw Kaczynski, Turquía con16

La democracia como forma de gobiernoRecep Tayyip Erdogan, Filipinas con Rodrigo Duterte,Venezuela primero con Hugo Chávez y luego con NicolásMaduro, Bolivia con Evo Morales, Nicaragua con DanielOrtega, y Brasil con Jair Bolsonaro.Pero ¿qué es el populismo? Muchos analistas, para evitarseel problema de investigar sus antecedentes y su semiologíahan optado por decir que es un concepto “polisémico”,o sea, que en él caben las más diversas definiciones yexplicaciones; pero no es así. Eso es falso. El populismo tiene una connotación precisa. Y en esto nos ayuda,justamente, el estudio sobre las formas de gobierno. Esesistema de dominación es el heredero de la demagogia,es decir, lo contrario de la democracia. No se nos olvideque a la demagogia también se le conoció en el mundoantiguo como “la tiranía de la mayoría”, o, mejor dicho,la vinculación entre el pueblo (tomado como una masacompacta) y el líder (quien se considera la encarnacióndel pueblo).El populismo pregona la política de la confrontación, delconflicto, de la polarización (en cambio, si algo distinguea la democracia, es la política de la conciliación). Enconsecuencia, siempre inventa un enemigo contra el cuallanzar sus consignas y acciones. En Europa y EstadosUnidos, por ejemplo, los líderes populistas han echado mano del racismo y la xenofobia. En Iberoamérica,17

José F. Fernández Santillánlos mandamases dividen a la sociedad entre una élitecorrupta (la enemiga del pueblo) y el pueblo.Pero, en realidad, no es todo el pueblo: quienes no estánde acuerdo con los planteamientos de los líderes y partidos populistas, son denostados como el no-pueblo. Porderivación lógica, en el populismo afloran la intolerancia,la exclusión, la rivalidad y, particularmente, el rechazoa la democracia liberal. Tanto así que Viktor Orbán dijoque su régimen sería una “democracia no-liberal” y queregresarían a la época de la que nunca debió haber salidoEuropa, la época medieval.A esto vale la pena agregar lo dicho por quien se considerael mayor ideólogo del populismo, Ernesto Laclau. En elsiguiente párrafo deja claro lo que para él es la diferenciaentre la democracia y el populismo:Aquí tendríamos, por lo tanto, la formación de una fronterainterna, de una dicotomización del espectro político locala través del surgimiento de una cadena de equivalencias de demandas insatisfechas. Las peticiones que vanconvirtiéndose en reclamos. A una demanda que, satisfecha o no, permanece aislada, la denominaremos demandademocrática. A la pluralidad de demandas que, a través de18

La democracia como forma de gobiernosu articulación equivalencial, constituyen una subjetividadsocial más amplia, las denominaremos demandas populares,comienzan así, en un nivel muy incipiente, a constituir el‘pueblo’ como actor histórico potencial. Aquí tenemos, enestado embrionario, una configuración populista.3Por encima del lenguaje innecesariamente barroco utilizado por este autor, lo relevante es esa “frontera interna”que Laclau erige entre las demandas democráticas y lasdemandas populares que en estado embrionario “configuran el populismo”. Esto es, hay un corte tajante entre lademocracia y el populismo: no hay conciliación posible.La afrenta es grave entre otros motivos porque el populismo, como se aprecia en la retórica utilizada por Laclau,el sujeto histórico (aparentemente) es el pueblo (tomadoasí en masa); pero se trata de una argucia, en primerlugar porque de ese pueblo quedan excluidos (como yadijimos) los que no estén de acuerdo con el “movimiento”;en segundo lugar, pero no menos importante, porque ellíder ‒que, como hemos dicho, personifica al pueblo‒ esquien realmente toma las decisiones. La democracia, encontraste, tiene como sujeto fundamental al ciudadanopensante, al cual son inherentes los derechos de libertad,3Ernesto Laclau, On Populist Reason, Londres/Nueva York, Verso, 2005, p. 98.19

José F. Fernández Santillánentre ellos la libertad de pensamiento que supone elderecho de estar en desacuerdo.4Cierto, la democracia está en peligro. ¿Cómo defenderla?La mejor defensa consiste en promover la educación cívica. Lo peor sería que los individuos fuesen arrasados porese torrente de odio, fanatismo y destrucción que suelecaracterizar a los movimientos totalitarios.José F. Fernández Santillán420José F. Fernández Santillán, Populismo, democracia y globalización, México, Fontamara,2018, pp. 197-204.

PresentaciónLa democracia está en el centro del debate político demuchos países y es preocupación constante de la mayoríade los centros académicos relacionados con la cienciapolítica y otras disciplinas sociales. Es en esta tesituraque el Instituto Federal Electoral, por conducto de su Dirección Ejecutiva de Capacitación Electoral y EducaciónCívica, ha decidido reimprimir el número 3 de la colección Cuadernos de Divulgación de la Cultura Democrática, de José F. Fernández Santillán, lo cual constituyeuna razón de profunda satisfacción para el Instituto alcomprobarse, una vez más, la buena aceptación que lostítulos de esta colección han tenido.En este volumen el autor aborda los principales problemasque atañen a la democracia con profundidad y sentido crítico, pero al mismo tiempo de manera didáctica y accesibleal gran público que hoy, más que nunca, se preocupa porcomprender los fenómenos políticos. Interesante resulta21

José F. Fernández Santillántambién su reflexión sobre los vínculos y tensiones existentes entre la democracia y los dos grandes paradigmaspolíticos del siglo XX: el liberalismo y el socialismo.En este sentido, la presente obra constituye un ejemploinmejorable de los esfuerzos que se han hecho por ofrecerexplicaciones racionales sobre la democracia. A lo largo detodos sus capítulos podrá encontrarse una combinacióntanto de las propuestas y experiencias clásicas sobre eltema como de los difíciles retos que en la actualidad lademocracia debe afrontar.Instituto Federal Electoral22

IntroducciónEl célebre jurista austriaco Hans Kelsen (1881-1973) solíaafirmar que el tipo de democracia que llevaba a un gradomás alto el ideal de esa forma de gobierno era la democracia direc ta, o sea, aquella en la que se reunían en unaasamblea soberana los individuos que gozaban de derechospolíticos, sin mediación alguna de representantes, paratomar decisiones obligatorias para todos los miembrosde la ciudad-Estado. Ésa fue sustancialmente la maneraen que se practicó el gobierno popular en el mundo antiguo. Tal convención de ciudadanos no se integraba por loque hoy llamaríamos partidos políticos ni procedía porvotación. Tampoco conoció la separación de poderes ni ladivisión territorial. Más aún, lo que en nuestra época es parteinescindible de la democracia, los derechos individuales,igualmente fueron desconocidos por la democracia clásica.Luego entonces, si ése es el tipo ideal de democracia,cabe preguntarse ¿cómo es que ella ha llegado a nuestro23

José F. Fernández Santillántiempo con los atributos con los que la conocemos, queson diferentes de los originarios? Las respuestas a esapregunta están planteadas y desarrolladas a lo largo delpresente texto. Lo que podemos adelantar es que, a travésde intrincadas vicisitudes históricas y teóricas, la democracia fue adquiriendo una serie de rasgos que, ciertamente,en un inicio le fueron ajenos. Las influencias que recibióprovinieron de otros regímenes o de líneas de pensamientode diferente cuño, pero que supo adoptar sin perder sunaturaleza esencial. Como se aprecia, en la exposicióndel tema nos moveremos en un marco histórico bastanteamplio, comparando insistentemente los orígenes con laactualidad y los periodos intermedios con las mutacionesinstitucionales. También pondremos frente a frente lasideas y las doctrinas que estuvieron y están en juego enesos movimientos históricos.Un punto relevante y que debe ser tomado muy en cuentapor el lector es el siguiente: el que ahora la democraciasea la constitución preferida no puede hacemos olvidarque no es la única que ha existido; tampoco podemospasar por alto que, durante largas épocas, no gozó deprestigio. Fueron varios los autores que la situaron comoun sistema negativo, indeseable. El cambio de valoraciónsobre ella fue paulatino, tardó siglos y, sin duda, tiene quever con las influencias y los cambios referidos.24

La democracia como forma de gobiernoPor otra parte, es un hecho que hoy que la democracia disfruta de un gran reconocimiento solemos poneresperanzas en ella y le pedimos muchas cosas, quizádemasiadas. Tanto así que la estamos sobrecargandode peticiones que acaso no pueda resolver. Como sea,el asunto es que, al hablar y colocar sobre ella tantosobjetos, corremos el riesgo de vaciarla de contenido ohacerla demasiado confusa. Con esta preocupación pordelante, el presente ensayo tiene el propósito de delinearsus rasgos más relevantes para identificarla con mayoreselementos de juicio.Desde luego partimos de un dato elemental, que a la vezse convierte en el hilo conductor de toda la argumentaciónde este documento: la democracia es primordialmenteuna cuestión política. En consecuencia, tiene que sertratada con las herramientas que han sido forjadas porlos estudiosos de ese fenómeno a lo largo del tiempo enque se ha moldeado la cultura occidental.Advierto, por último, que para mí no ha sido fácil traducirtérminos y conceptos complejos propios de la filosofíapolítica, materia a la que me dedico, y adecuarlos para unescrito que tiene un propósito de difusión y pretende llegara un público numeroso y variado. Uno de mis maestrossolía decir que quien piensa claro escribe claro. Quieneslean estas páginas serán los mejores jueces para decir si25

José F. Fernández Santillánpude pensar con lucidez o, al menos, sin mucha confusión.Espero que el documento les resulte ameno y útil. Conesa finalidad lo hice.26

Pros y contras delgobierno democráticoDesde su origen en la antigua Grecia, la democracia fueconsiderada como una forma de gobierno donde las decisiones políticas eran tomadas por la mayoría, es decir,donde el poder era ejercido por el pueblo. Pero bien sesabe que ésa no es la única constitución posible. Hay otrasmaneras de organizar una comunidad, según se otorgueel mando en lugar de al pueblo a una clase formada porunos cuantos individuos, lo que se llama aristocracia, oa una sola persona, lo que se llama monarquía. Éstasnombran a las formas de gobierno según sean muchas,pocas o una las personas que detentan el poder, y tienensus correspondientes formas incorrectas en la demagogia, la oligarquía y la tiranía. Luego entonces, debemosseñalar, de entrada, que el conocimiento de la democraciano puede separarse del análisis del sistema en el que seubica al lado de otros regímenes políticos. La democraciaes parte de un sistema mayor.27

José F. Fernández SantillánDesde esta perspectiva, se aprecia una cuestión pordemás interesante, en contraste con lo que sucede hoy,en el sentido de que la democracia es considerada comola más deseable de las alternativas; en la Antigüedad nofue así. En las clasificaciones de los autores de aquellaépoca generalmente la encontramos entre las formasindeseables. Así, Platón (428-347 a. de C.), en La República(544, c), al presentar una tipología que va de la menosmala a la peor, enlista a la timocracia, a la oligarquía, a lademocracia y a la tiranía, de suerte que sólo es superadapor la tiranía como forma negativa. Por su parte Aristóteles (384-322 a. de C.) en La Política (III, V) reconocecomo formas buenas a la monarquía, la aristocracia y lapoliteia, y como formas malas a la tiranía, a la oligarquíay a la democracia.La explicación de ello se encuentra en que desde aqueltiempo la diferencia entre un gobierno bueno y uno malose basaba en el criterio de si el gobernante (o los gobernantes) respetaba la ley o no, pero también en la pautade si aplicaba el mando para provecho de todos o parabeneficio particular. Dado que en el mundo antiguo habíadiferentes rangos sociales, que se identificaban no sólocon el pueblo sino también con la aristocracia o con lamonarquía, se decía que cuando el poder se depositabaen la democracia era ejercido sólo para ventaja de lospobres. Y éstos, aunque fuesen la mayoría, no eran la28

La democracia como forma de gobiernototalidad, por lo que al desempeñar el poder en su exclusivoprovecho dejaban a una parte, aunque minoritaria, fuera.De allí el signo negativo que se le atribuyó. En tal virtud,lo conducente era juntar a todas las fuerzas sociales ylos principios que enarbolaban en un régimen que loscombinara. Ésa es, al parecer, la fórmula encarnada porla politeia.Distribuir o concentrar el poderNo obstante, aun reconociendo que la democracia enla Antigüedad no gozó, en términos generales, de buenprestigio por las razones aludidas, hubo opiniones a sufavor sobre todo cuando se le opuso a la monarquía. Esasopiniones favorables destacaban que era preferible ladistribución en lugar de la concentración del poder. Porser la igualdad el valor fundamental de la democraciatambién era, por supuesto, preferible que el poder estuviese repartido entre los ciudadanos que acaparado porun individuo. Para los antiguos, sobre todo en la Atenasdel siglo V a. de C., la igualdad de poder significaba dignidad política por encima de las diferencias de riqueza yprocedencia social. Quienes tenían derecho a entrar enla asamblea popular podían participar personalmente,sin necesidad de intermediarios, en la formación de lasdisposiciones colectivas. Entre ellos no se admitía la integración de facciones que los dividieran e hicieran pensaren el interés de esos grupos en lugar de en el beneficio29

José F. Fernández Santilláncolectivo. Los individuos que, a pesar de todo, procedíande esa manera, eran castigados con el ostracismo, es decir,se les condenaba a abandonar la ciudad por un tiempopredeterminado.Democracia sin elecciones ni partidosEs curioso, pero lo que ahora consideramos como instituciones propias de la democracia, vale decir, las elecciones ylos partidos, en ese entonces eran calificados como ajenosa ella. Las elecciones más bien se hacían corresponder conla aristocracia o con la monarquía porque así se escogíaa los mejores (aristós) o a un solo dirigente (monarquíaelectiva). Éste es uno de los puntos más interesantes ycontrovertidos de la democracia como forma de gobierno:en la Antigüedad se practicaba en una gran convenciónde ciudadanos, sin divisiones internas y por medio de unsorteo para asignar la mayoría de los cargos públicos,o sea, sin partidos y sin sufragios; por el contrario, en laépoca actual se realiza fundamentalmente en

Jo ernánde tillán 8 La democracia es, pues, el gobierno de las leyes y es el gobierno de la palabra. Es decir, es el sistema de gobierno en el que la ley (nomos) es suprema, y en el que la palabra (goros) es usada por medio de la deliberación pública para tomar las decisiones.

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