La Vida Secreta Del Cerebro: Cómo Se Construyen Las .

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cción. Un supuesto de dos mil años de antigüedad1. La búsqueda de las «huellas dactilares» de las emociones2. Las emociones se construyen3. El mito de las emociones universales4. El origen del sentir5. Conceptos, metas y palabras6. Cómo construye emociones el cerebro7. Las emociones como realidad social8. Una visión nueva de la naturaleza humana9. Dominar nuestras emociones10. Emoción y enfermedad11. Emoción y derecho12. ¿Está enfadado un perro que gruñe?13. Del cerebro a la mente: la nueva fronteraAgradecimientosApéndice A. Introducción al cerebroApéndice B. Suplemento para el capítulo 2Apéndice C. Suplemento para el capítulo 3Apéndice D. Pruebas de la cascada de conceptosBibliografíaCréditos de las imágenesElogios a La vida secreta del cerebroNotasCréditos

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SINOPSISLa ciencia de las emociones está en plena revolución y este cambio de paradigma tiene implicaciones degran alcance para todos nosotros. La psicóloga y neurocientífica Lisa Feldman Barrett, cuya teoría de lasemociones está impulsando una comprensión más profunda de la mente y el cerebro, revierte la creenciageneralizada de que las emociones se alojan en diferentes partes del cerebro y se expresan y reconocenuniversalmente. Muy al contrario, ha demostrado que las emociones se construye en el momento, mediantesistemas centrales que interactúan en todo el cerebro gracias a toda una vida de aprendizaje.

LISA FELDMAN BARRETTLA VIDA SECRETADEL CEREBROCómo se construyen las emocionesTraducción de Genís Sánchez Barberán

Para Sophia

IntroducciónUn supuesto de dos mil años de antigüedadEl 14 de diciembre de 2012, en el centro de primaria Sandy Hook deNewtown, Connecticut, tuvo lugar la mayor matanza escolar de la historia deEstados Unidos. Dentro de la escuela, un tirador solitario asesinó a veintiséispersonas, entre ellas veinte niños. Varias semanas después de aquel horror, vi portelevisión al gobernador de Connecticut, Dannel Malloy, dando su discurso anualsobre el «Estado del Estado». Habló con voz viva y enérgica los primeros tresminutos, agradeciendo a varias personas los servicios prestados. Y despuésempezó a hablar de la tragedia de Newtown:Todos hemos hecho juntos un camino muy largo y oscuro. Lo que ha sucedido en Newtown no esalgo que creyéramos que pudiera pasar en ninguna de las bellas poblaciones de Connecticut. Y aun así,en uno de los peores días de nuestra historia, también vimos lo mejor de nuestro estado. Vimos a variosprofesores y a un terapeuta sacrificando su vida para proteger a los alumnos.1Cuando el gobernador dijo las últimas palabras, «proteger a los alumnos»,su voz se quebró levemente, algo que debió de pasar desapercibido a quien noprestara mucha atención, pero aquella leve vacilación me afectó muchísimo. Seme hizo un nudo en la garganta al instante. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lacámara de televisión recorrió la multitud donde otras personas también habíanempezado a sollozar. En cuanto al gobernador Malloy, dejó de hablar y clavó lamirada en el suelo.Emociones como las del gobernador Malloy y las mías parecen primarias,parecen estar «cableadas» y desplegarse como reflejos que compartimos todoslos seres humanos. Cuando se activan, parecen desencadenarse en cada uno denosotros básicamente de la misma manera. Mi tristeza era igual que la tristezadel gobernador Malloy, igual que la tristeza de la multitud.La humanidad lleva más de dos mil años interpretando la tristeza y otrasemociones de esta manera. Pero, si la humanidad ha aprendido algo después desiglos de descubrimientos científicos, es que las cosas no siempre son lo queparecen.

La historia tradicional de la emoción vendría a decir: todos llevamosemociones incorporadas desde el nacimiento. Son fenómenos definidos yreconocibles dentro de nosotros. Cuando ocurre algo en el mundo, ya sea undisparo o una mirada insinuante, nuestras emociones se desencadenan conrapidez y de manera automática, como si alguien hubiera pulsado un interruptor.Manifestamos emociones en el rostro mediante sonrisas, frunciendo el ceño ycon otras expresiones típicas que cualquiera puede reconocer. La voz revelaemociones con risas y gritos. La postura corporal revela sentimientos con cadagesto.La ciencia moderna tiene una explicación que concuerda con este relato y ala que llamo «visión clásica de la emoción». Según esta, la voz temblorosa delgobernador Malloy inició una reacción en cadena que empezó en mi cerebro. Unconjunto de neuronas —llamémoslo «circuito de la tristeza»— entró en acción ehizo que mi rostro y mi cuerpo respondieran de una manera determinada. Mifrente se arrugó, mis hombros se hundieron y lloré. Este circuito propuestotambién provocó cambios físicos en mi cuerpo: el corazón y la respiración seaceleraron, las glándulas sudoríparas se activaron y los vasos sanguíneos seconstriñeron.* Se dice que esta serie de movimientos en el interior y el exteriordel cuerpo es como una «huella dactilar» que identifica exclusivamente latristeza de manera muy parecida a como las huellas dactilares de una persona laidentifican exclusivamente a ella.Según la visión clásica de la emoción, tenemos muchos circuitosemocionales en el cerebro y cada uno da lugar a un conjunto característico decambios, es decir, a una huella dactilar. Puede que un compañero de trabajoirritante active las «neuronas de la ira» y que nuestra presión sanguínea aumente,frunzamos el ceño, gritemos y sintamos un arranque de ira. O que una noticiaalarmante active nuestras «neuronas del miedo» y el corazón se acelere, nosquedemos paralizados y sintamos un instante de terror. Puesto queexperimentamos ira, alegría, sorpresa y otras emociones como estados claros eidentificables, parece razonable suponer que a cada emoción le corresponda unapauta subyacente concreta en el cerebro y en el cuerpo.Desde una visión clásica, las emociones son productos de la evolución quefueron positivos para la supervivencia hace mucho tiempo y que ahora son uncomponente fijo de nuestra naturaleza biológica. Como tales, son universales:personas de todas las edades y culturas, y de cualquier parte del mundo, deberíanexperimentar la tristeza más o menos como nosotros, igual que hicieron nuestros

antepasados homininos que deambulaban por la sabana africana hace un millónde años. Digo «más o menos» porque nadie cree que el rostro, el cuerpo y laactividad cerebral sean exactamente iguales cada vez que alguien esté triste. Elritmo cardíaco, la respiración y el flujo sanguíneo no siempre cambian en lamisma medida. Y puede que una persona frunza el ceño un poco menos porcasualidad o por costumbre.2Así pues, se cree que las emociones son una especie de reflejo bruto quecon mucha frecuencia se opone a nuestra racionalidad. La parte primitiva denuestro cerebro quiere que digamos al jefe que es un idiota, pero nuestra partedeliberativa sabe que si lo hiciéramos nos despediría y por eso nos contenemos.Esta especie de batalla interior entre la emoción y la razón es una de las grandesnarraciones que conforman la civilización occidental. Contribuye a definirnoscomo seres humanos: sin racionalidad no somos más que animales guiados poremociones.Esta visión de las emociones lleva vigente varios milenios bajo diversasformas. Platón creía en una versión de ella, al igual que Hipócrates, Aristóteles,Buda, René Descartes, Sigmund Freud y Charles Darwin. Hoy, pensadoresdestacados como Steven Pinker, Paul Ekman y el dalái lama también ofrecendescripciones de las emociones que siguen arraigadas en la visión clásica. Lavisión clásica se encuentra en prácticamente todos los libros de textouniversitarios de introducción a la psicología y en la mayoría de los artículos derevistas y periódicos que hablan de las emociones. En los centros de preescolarde todo Estados Unidos hay pósteres que exponen las expresiones faciales —sonrisas, ceños y otras muecas— que, supuestamente, son el lenguaje universaldel rostro para reconocer emociones. Facebook incluso encargó una serie deemoticonos inspirados en los escritos de Darwin.3La visión clásica también está consolidada en nuestra cultura. Series detelevisión como «Miénteme» («Lie to Me») o «Daredevil» se basan en elsupuesto de que el ritmo cardíaco o los movimientos faciales de alguien revelansus sentimientos más íntimos. «Barrio Sésamo» enseña a los niños que lasemociones son cosas bien diferenciadas dentro de nosotros que buscanexpresarse en el rostro y en el cuerpo, como sucede por ejemplo en la película dePixar Del revés (Inside Out). Compañías como Affectiva y Realeyes se ofrecen aayudar a las empresas a detectar los sentimientos de sus clientes mediante«análisis de emociones». En el draft de la NBA, los Milwaukee Bucks evalúanlos «rasgos psicológicos, de carácter y de personalidad» de un jugador y su

«espíritu de equipo» a partir de sus expresiones faciales. Y durante variosdecenios el U.S. Federal Bureau of Investigation (FBI) ha basado en la visiónclásica parte de su formación avanzada para agentes.4Más significativo es el hecho de que la visión clásica de las emocionesimpregna también nuestras instituciones sociales. El sistema jurídicoestadounidense da por hecho que las emociones forman parte de una naturalezaanimal inherente que nos hace cometer actos insensatos e incluso violentos si nolas controlamos con nuestro pensamiento racional. En medicina, losinvestigadores estudian los efectos de la ira en la salud presuponiendo que solohay una pauta de cambios corporales con ese nombre. A personas que sufren unavariedad de trastornos mentales, incluyendo niños y adultos que han sidodiagnosticados con un trastorno del espectro autista, se les enseña a reconocerexpresiones faciales para unas emociones concretas con el pretexto de ayudarlosa comunicarse y relacionarse con los demás.Pero a pesar del distinguido «pedigrí» intelectual de la visión clásica de laemoción y a pesar de su enorme influencia en nuestra cultura y en nuestrasociedad, hay abundantes pruebas científicas de que esta visión es errónea. Aundespués de un siglo de intentos, la investigación científica no ha reveladoninguna huella dactilar física constante ni siquiera para una sola emoción.Cuando los científicos colocan electrodos en el rostro de una persona y midencómo se mueven sus músculos faciales al experimentar una emoción, en lugar deuniformidad encuentran una variedad enorme. Y encuentran la misma variedad—la misma ausencia de huellas dactilares— cuando estudian el cuerpo y elcerebro. Podemos experimentar ira con o sin un aumento de la presiónsanguínea; podemos experimentar miedo con o sin una amígdala, la región delcerebro que históricamente se ha considerado la sede del miedo.Sin duda, hay centenares de experimentos que ofrecen pruebas a favor de lavisión clásica, pero también hay centenares más que ponen esas pruebas enentredicho. En mi opinión, la única conclusión científica razonable es que lasemociones no son lo que solemos pensar que son.Entonces ¿qué son? Cuando los científicos dejan de lado la visión clásica yse limitan a los datos, emerge una explicación de las emociones radicalmentediferente. En pocas palabras, vemos que las emociones no son monolíticas, sinoque están hechas de componentes más básicos; que en lugar de ser universalesvarían de una cultura a otra; que no son provocadas sino que las creamosnosotros; que surgen de una combinación entre las propiedades físicas del

cuerpo, un cerebro flexible cuyas conexiones reflejan el entorno en el que sedesarrolla, y la cultura y la educación que ofrecen ese entorno. Las emocionesson reales, pero no en el mismo sentido objetivo que las moléculas o lasneuronas. Son reales en el sentido en que lo es el dinero, es decir, no son unailusión, pero sí un producto del consenso humano.5Esta visión, a la que llamo «teoría de la emoción construida», ofrece unainterpretación muy diferente de lo que sucedió durante el discurso delgobernador Malloy. Cuando la voz de Malloy se quebró, no activó en mi interiorun circuito cerebral de la tristeza que dio lugar a un conjunto distintivo decambios corporales. En aquel momento sentí tristeza porque, habiéndome criadoen una cultura determinada, aprendí hace mucho tiempo que la «tristeza» es algoque puede darse cuando ciertas sensaciones corporales coinciden con unapérdida terrible. Usando fragmentos de experiencias pasadas, como miconocimiento de otros tiroteos y la tristeza que me hicieron sentir, mi cerebropredijo con rapidez lo que debería hacer mi cuerpo para afrontar aquellatragedia. Sus predicciones hicieron que mi corazón se acelerara, que mi caraenrojeciera y que se me hiciera un nudo en la garganta. Hicieron que llorara, unacto que calmaría mi sistema nervioso, e hicieron que las sensaciones resultantestuvieran sentido como un caso de tristeza.De este modo, mi cerebro «construyó» mi experiencia de esa emoción. Losmovimientos y las sensaciones concretas no eran una huella dactilar de latristeza. Con otras predicciones, mi piel se enfriaría en lugar de enrojecer y nosentiría un nudo en la garganta, pero mi cerebro aún podría transformar entristeza las sensaciones resultantes. Y no solo eso: las palpitaciones, el rostroenrojecido, el nudo en la garganta y las lágrimas podrían tener sentido como otraemoción distinta de la tristeza como la ira o el miedo. O en una situación muydiferente, como una boda, las mismas sensaciones podrían convertirse en alegríao gratitud.Si esta explicación no acaba de tener sentido o incluso parece ilógica, que ellector me crea si le digo que le comprendo muy bien. Tras el discurso delgobernador Malloy, mientras me enjugaba las lágrimas y me calmaba, volví aver que por mucho que «supiera» de las emociones como científica, las«experimentaba» como las concibe la visión clásica. Sentí mi tristeza como unaoleada inmediatamente reconocible gracias a unos cambios corporales y unassensaciones abrumadoras que eran una reacción a la tragedia y a la pérdida. Si

no fuera una científica que realiza experimentos para revelar que las emocionesno son algo que se active o se desencadene sino algo que construimos, yotambién me fiaría de mi experiencia inmediata.La visión clásica de la emoción sigue siendo convincente a pesar de laspruebas en contra, precisamente porque es intuitiva. Esta visión también ofrecerespuestas confortantes a interrogantes profundos y fundamentales como: ¿dedónde venimos, desde el punto de vista de la evolución? ¿Somos responsables denuestros actos si somos presa de una emoción? ¿Nuestras experiencias revelanfielmente el mundo externo a nosotros?La teoría de la emoción construida responde a estas preguntas de otramanera. Es una teoría diferente de la naturaleza humana que nos ayuda a vernosa nosotros mismos y a los demás desde otra perspectiva con más justificacióncientífica. La teoría de la emoción construida podría no encajar con el modo enque solemos experimentar las emociones y, en realidad, podría contradecirnuestras creencias más profundas sobre el funcionamiento de la mente, sobre elorigen del ser humano y sobre la razón de que actuemos y sintamos como lohacemos. Pero esta teoría predice y explica de una manera sistemática laspruebas científicas de las emociones, incluyendo muchas pruebas que la visiónclásica se esfuerza en entender.¿Por qué nos debería importar qué teoría de la emoción es la correcta?Porque la creencia en la visión clásica influye en nuestra vida de maneras quepodríamos no advertir. Pensemos en la última vez que hemos pasado por laseguridad de un aeropuerto: unos agentes taciturnos pasan nuestros zapatos porrayos X y evalúan la probabilidad de que supongamos una amenaza terrorista.No hace mucho, un programa de formación llamado SPOT (siglas en inglés de«comprobación de pasajeros mediante técnicas de observación») enseñaba a esosagentes a detectar engaños y evaluar riesgos basándose en movimientos facialesy corporales, partiendo de la teoría de que estos movimientos revelan nuestrossentimientos más íntimos. El programa no funcionó, pero costó novecientosmillones de dólares a los contribuyentes. Debemos entender la emoción de unamanera científica para que los agentes del gobierno no nos detengan —o nopasen por alto a quienes supongan una amenaza— basándose en una visiónerrónea de las emociones.6Imaginemos ahora que una persona se halla en la consulta de un médicodiciendo que siente una opresión en el pecho y que le cuesta respirar, síntomasque pueden indicar un infarto de miocardio. Si la persona es una mujer, lo más

probable es que se le diagnostique ansiedad y se la envíe a casa, mientras que sies un varón es más probable que se le diagnostique una cardiopatía y se leaconseje un tratamiento preventivo. Como consecuencia, las mujeres de más desesenta y cinco años fallecen por infarto con más frecuencia que los varones. Laspercepciones de los médicos, del personal de enfermería y de los mismospacientes reflejan las creencias de la visión clásica de que emociones como laansiedad se pueden detectar y de que las mujeres son intrínsecamente mássensibles a las emociones que los varones. Unas creencias que pueden tenerconsecuencias mortales.7La creencia en la visión clásica incluso puede «provocar» guerras. Laguerra del Golfo en Irak se debió, en parte, a que el hermanastro de SadamHuseín creyó que podía «leer» las emociones de los negociadoresestadounidenses y dijo a Sadam que Estados Unidos no hablaba en serio al decirque atacaría. La posterior guerra acabó con la vida de 175.000 iraquíes y decentenares de militares de la coalición.8Creo que nos hallamos en medio de una revolución en nuestra comprensiónde las emociones, la mente y el cerebro que nos puede obligar a replantear deuna manera radical principios básicos de nuestra sociedad como los tratamientosde las enfermedades mentales y físicas, la comprensión de las relacionespersonales, la manera de educar a nuestros hijos y, en el fondo, la visión quetenemos de nosotros mismos. Otras disciplinas científicas han pasado porrevoluciones de esta clase que han supuesto una ruptura trascendental con siglosde sentido común. La física pasó de las ideas intuitivas de Isaac Newton sobre eltiempo y el espacio a las ideas más relativas de Albert Einstein, y más adelante ala mecánica cuántica. En el campo de la biología, los científicos dividían elmundo natural en especies fijas que tenían una forma ideal, hasta que CharlesDarwin introdujo el concepto de selección natural.Las revoluciones científicas no tienden a surgir de un descubrimientorepentino, sino de plantear mejores preguntas. ¿Cómo se construyen lasemociones si no son simples reacciones desencadenadas? ¿Por qué varían tanto ypor qué hemos creído durante tanto tiempo que tienen unas huellas dactilaresdistintivas? El hecho de reflexionar sobre estas preguntas puede ser agradable einteresante. Pero deleitarse en lo desconocido es algo más que un simplecapricho científico. Es parte del espíritu aventurero que nos hace humanos.En las páginas que siguen invitaré al lector a compartir esta aventuraconmigo. En los capítulos 1 a 3 se presenta la nueva ciencia de la emoción y

cómo la psicología, la neurociencia y otras disciplinas afines han dejado debuscar las huellas dactilares de las emociones y han empezado a preguntarsecómo se construyen. En los capítulos 4 a 7 se explica cómo se construyen lasemociones exactamente. Y en los capítulos 8 a 12 se examinan las implicacionesprácticas, en el mundo real, de esta nueva teoría de las emociones en enfoquesrelativos a la salud, la inteligencia emocional, la crianza infantil, las relacionesp

1. La búsqueda de las «huellas dactilares» de las emociones 2. Las emociones se construyen 3. El mito de las emociones universales 4. El origen del sentir 5. Conceptos, metas y palabras 6. Cómo construye emociones el cerebro 7. Las emociones como realidad social 8. Una visión nueva de la

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