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Elogio del panfletoy de los géneros malditos

Primera edición: Ediciones El Libro de Arena, 2000Segunda edición: Fondo Editorial Fundarte, 2012

Luis Britto GarcíaElogio del panfletoy de los géneros malditos

Fundación para la Cultura y las Artes, 2012Elogio del panfletoy de los géneros malditos Luis Britto GarcíaIlustraciones: Luis Britto GarcíaAl cuidado de: Héctor A. González V.Diseño y concepto gráfico general: David J. Arneaud G.Hecho el Depósito de LeyDepósito Legal: N lf2342012800525ISBN: 978-980-253-520-0FUNDARTE. Av. Lecuna, Edif. Tajamar, PHZona Postal 1010, Distrito Capital, Caracas-VenezuelaTelefax: (58-212) 5778343 - 5710320Gerencia de Publicaciones y Ediciones

IntroducciónHay géneros anatematizados como malditos por la Santa Inquisición de la Cultura Exquisita. Esta crea calabozos dondeencierra todo lo perturbado y lo perturbador, llámese panfleto,diatriba, humor, chisme, porno, mal gusto o kitsch. Incurre ensu condena toda expresión que convoque multitudes y despiertesentimientos, tal como la canción popular —tango, bolero, ranchera, salsa— o sus desasosegados ídolos. Cae en la lista de susproscripciones todo lo nuevo que implica un cambio radical denuestra percepción del mundo, aun cuando esa novedad rebase elsiglo de edad, como sucede con el comic, el cine, la f ísica cuántica.Cuidadosamente proscribe todo encuentro fecundante entre personas y disciplinas, ciencia y estética, dibujo y movimiento, cine eideas, filosof ía y f ísica, estética y profecía, patología del cuerpo ydel discurso. Las estridencias visuales del comic y las sensorialesde la industria cultural, las audacias del video, los recovecos de lasuperstición, la semiología de Cantinflas, la sicopatología de lossuperhéroes y la mecánica de la alucinación son inmoladas por lacultura exquisita en la hoguera de la indiferencia fingida o de laignorancia real.7

La maldición sataniza entonces todo lo que nos conmueve,nos perturba y nos expresa: lo que hace amigable y grata la viday la estética. Estos ensayos se ocupan sistemáticamente de todos y cada uno de los temas tabú para la sagrada academia delaburrimiento. Su interdicción por lo general dura el tiempo necesario para que la nueva expresión pierda su vitalidad y accedaa la necrópolis del museo o a la academia del bostezo. Así comose legitiman capitales, se lavan géneros malditos. Mediante lalejía de la banalidad se destiñen de toda carga subversiva, setransmutan de banderas de rebelión en credenciales de poder.Aprovechemos para disfrutar de ellos antes de que, como suelesuceder, sean absueltos y convertidos en tediosos por la mismaCultura Exquisita que hoy los maldice.8

Luis Britto GarcíaENEMIGOS DEL ALMA

ELOGIO DEL PANFLETOVamos hacia la sociedad sin pecados. Las heterodoxiassexuales ya no son ocultadas, sino orgullosamente exhibidas.La corrupción no es castigada, sino exaltada como habilidad. Laignorancia ha dejado de ser vergonzosa: la celebran o la fingen losanalfabetos que no escriben más que para atacar a los intelectuales.La nueva permisividad sólo rechaza dos categorías de parias: losleprosos y los panfletarios.Pero, ¿qué es el panfleto? Sabemos que no basta la definicióndel diccionario, que lo equipara al libelo o al escrito satírico. Quizáestaremos de acuerdo en que el panfleto es un escrito altamentepersonal, subjetivo y emocional, que contiene un ataque violentosin coherente justificación científica o metodológica. Por antítesis,podemos crear la categoría antagónica del discurso elevado, elcual sería un mensaje altamente impersonal, objetivo e impasibleque elude toda condena o elogio en aras de la exposición rigurosade una verdad demostrada en forma científica. El lector avisado11

Elogio del panfletosabe que esta segunda categoría de mensaje no existe. Lasverdades absolutas y objetivas sólo habitan en el Cielo, donde nonecesitaremos escribirlas. Pero estamos en la tierra, en el infiernode las subjetividades. Sólo el panfleto es verdad.¿De dónde, entonces, la universal condenación del panfleto, elunánime aplauso hacia el discurso elevado? En un universo donde la única verdad es la subjetividad de nuestro punto de vista, eldiscurso elevado permite la única mentira posible: la ocultacióndel yo. Para lograrla, su emisor se eleva —es decir, se encarama—en un parapeto supuestamente impersonal desde donde fulminacondenaciones en nombre de la Semiología, el Imperativo Categórico, las Buenas Costumbres y todo aquello que se escribe conmayúscula. En la medida en que el ataque es más abstracto, esmás irrebatible, porque ¿cómo contestarle a una mayúscula? Sobre todo porque éstas no hablan. Hablan los hombres, los cualesson más minúsculos mientras más se apoyan en mayúsculas.Tan absoluta es la regla de la ocultación del yo, que deja enevidencia de inmediato a los hombres minúsculos que se creen—equivocadamente— dignos de la alta gloria del panfletosimplemente porque escriben mal. La incapacidad para elpanfleto se demuestra atribuyendo las opiniones propias a otroso absteniéndose de firmar. De allí esos lectores del pensamientoque saben que un público estaba disgustado con un espectáculoporque rompía a aplaudir a cada instante, los tartufos quedenigran por escrito y sin firmar de aquellos a quienes felicitan enpersona. En uno de sus cuentos, Gabriel García Márquez inventóun hotel cuyos clientes hacían las necesidades en la calle, previala precaución de enmascararse. El hombre minúsculo no vacilaen arrojar su envidia vulgar mientras esconde lo único que podríadarles un sentido: ese centro de imputación que él ha reducido aun antifaz, y que es precisamente su yo.12

Luis Britto GarcíaComo corolario de la regla de ocultación del yo, el autor del discurso elevado trata indefectiblemente de ocultar su opinión. Paraello sigue dos métodos contrapuestos: en los trabajos supuestamente científicos, lo sustituye por un conjunto de indicadores aparentemente objetivos. En los artísticos, lo disimula de manera queopere sobre el espectador sin que éste lo advierta. Ambas astuciasson simétricamente irrisorias. La naturaleza es un caos infinito deindicadores a los cuales sólo presta inteligibilidad una opinión sobre sus relaciones mutuas (toda metodología no es más que la manera de hacer comunicable una intuición). La necesidad de que elcreador y sus pareceres estén ausentes de la obra de arte ha sidopredicada por Octavio Paz y por Jorge Luis Borges, sin visible desaparición de sus opiniones de la de ellos mismos. La formulaciónexacta de este apotegma predica que el creador debe evitar incorporar sus opiniones a su obra siempre que sean de izquierda. Perodecir esto sería panfletario, es decir, verdadero.Desde tal perspectiva se comprende por qué todos los librosdecisivos en la historia de la humanidad han sido arbitrarios, atrabiliarios, emocionales, contradictorios y desordenados: en unapalabra, panfletarios. Panfletos el Evangelio y el Corán y el Quijotey el Zaratustra; panfletos el Contrato Social y el Decreto de Guerra a Muerte; panfleto, por qué no, el Manifiesto Comunista, consu fantasma que recorre Europa, sus parteras de la Historia, susoprimidos que no tienen que perder más que sus cadenas. Contralo que los ingenuos creen, nuestra izquierda no ha fracasado porpanfletaria, sino porque su discurso cientificista y economicistale ha impedido panfletear un ¿Qué hacer?, un La Historia me absolverá, unas Memorias de un venezolano de la decadencia, unaGuerra de guerrillas o una sola frase retumbante por el estilo dela planta insolente del extranjero.13

Elogio del panfletoYa no lustramos zapatos: pulimos textos en los talleres literarioshasta que el charolado nos deslumbra. Hemos aprendido a noponer los codos en la mesa ni el que galicado en las oraciones:ya no saldamos las rencillas aldeanas a trompadas, sino concitas de Todorov y de Bajtin. Por ello, en un país hirviente detemas tales como el homicidio político, la censura cultural, lacorrupción institucional y el destino clausurado, éstos siguensiendo preponderantemente objeto del panfleto. Quizá porque, afin de cuentas, el panfletario todavía cree en la palabra. Imaginaque sus fulminaciones pesarán en alguna balanza encargada derestablecer la justicia o compensar la frustración. El panfleto esla voz que clama en el desierto. El desierto es el discurso elevado.14

EL MAL GUSTO EN VENEZUELAOperación que da vértigo, la de inventariar el mal gusto enVenezuela. Casi sugiere la tentación contraria de señalar losbreves chispazos de acierto que el azar nos deparó. En un paíscastigado por el mayamismo tabarato, la cultura adeca, el perezjimenismo estético, el gomecismo decorativo y el afrancesamientoguzmancista, parecería que el único remanso de paz es el estilocolonial. Allí estarían nuestras raíces, nuestra razón de ser: el sitiodonde deberíamos regresar.Esta ideologización pasa por alto que la Venezuela colonial fuepoco más que un campo de concentración esclavista. Es naturalque sus administradores se reservaran ciertas comodidades;que sus casas fueran espaciosas; que sus iglesias acapararan unaque otra obra de arte de mano esclava o parda. Por mi parte, nopuedo contemplarlas sin el estremecimiento que me evocarlala exposición de pantallas de piel humana de algún lager. Se meobjetará que igual tufillo de trabajo exaccionado se desprende de15

Elogio del panfletolos diálogos platónicos, del Arte de la Fuga y de la Teoría de laRelatividad, pero el remedio es peor que el mal. Tanto sudor dehombres reducidos a mercancía no protegió el ocio de ningúnPlatón, de ningún Bach, de ningún Einstein. Regó, en cambio, la«Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida» y las cartas contra laigualdad del Marqués del Toro. La mesura, austeridad y sobriedadde algunos productos coloniales no eran más que la expresiónpoética de la miseria imperante. Aliviada ésta, la cultura colonialtendió hacia la sobredecoración y el derroche, como lo atestiguanlos museos históricos de Bogotá y del Perú, los altares de Quito,las catedrales de México.Dejémonos de ambages: hemos tenido mal gusto porquesiempre hemos salido a pedirlo prestado. Un buen gusto noes más que un gusto pésimo impuesto por el terrorismo de laprepotencia tecnológica, cultural o militar. De allí que la cursileríasea la pretensión de provocar el efecto estético desde una posiciónde poder. Hemos copiado los gestos de la hegemonía sin saberalcanzarla. Por eso en nuestras manos toda pretensión se desinfla,toda pompa deviene irrisoria.Así, no es que el afrancesamiento guzmancista haya sido demal gusto por ser implantado en Venezuela: sólo el hecho decontemplarlo en nuestro país permite verificar despiadadamenteel tenor de la cursilería del Segundo Imperio. No es que elprusianismo resulte deprimente mimado por el gomecismodecorativo: es que desde la derrota todo, incluso el tango, esridículo. No es que el mayamismo devenga cursi al ser adoptadopor su variante perezjimenista o populista; es que cuando nolo respalda la Solo-Mata-Gente podemos advertir en toda sudimensión lo estrafalario del mal gusto gringo.16

Luis Britto García¿Tenemos posibilidades de imponer una estética autóctona?Cada vez que paso por el pueblo de Morón en vía hacia el abismode los corales de Morrocoy, mis esperanzas renacen. En Morón losdesechos industriales producen no sólo degeneración del sistemanervioso, sino además combinaciones de gorras fosforescentes,camisas de microbios, zapatos de tres tonos y pantalones Príncipede Gales capaces de encandilar venados. Con el «Morón Look»tenemos la primera condición de un potencial estético capaz desacudir al mundo. La segunda condición es que nos convirtamosen gran potencia. Pero no puedo decirles el secreto para estoúltimo, porque el espacio se me acaba.17

LITERATURA DE LA CRISIS¿Existe una crisis de la literatura? A juzgar por el contenidode mi buzón, hay más bien una literatura de la crisis. Sinformación académica, sin siquiera pasar por los talleres literarios,cada vez más compatriotas acuden, como diría un pedante, al exigente ejercicio de la escritura.¿Qué buscan en él? Lo que todo escribidor desea: trascender lasoledad, sentirse unido a una humanidad de la cual todo parecesepararlo. Supongo que no puede haber otra motivación para esemecanógrafo aficionado que acuña en el rodillo de la máquinadiez páginas con sus correspondientes hojas de papel carbón yteclea con un dedo: «Esta cadena está a punto de dar la vuelta almundo, al recibirla debes hacer inmediatamente otras diez copiasy enviarlas a otras diez personas que harán otras diez copias »Lo primero que se nota en la literatura de la crisis es su desconfianza postmoderna hacia las estructuras institucionales. Nadiepide a una organización reconocida, por ejemplo el gobierno o el18

Luis Britto GarcíaBanco Mundial, que tome a su cargo la realización de la cadena.Las masas ya saben que lo que ellas mismas no hagan, no lo harámás nadie.Por la misma razón la cadena llega en sobre, pero no por correo, y mucho menos por teléfono. Durante mucho tiempo penséque la cadena, es decir, la crisis, era refractaria a Internet, hastaque empecé a encontrar el correo electrónico atestado de copiasque a su vez pretendían ser copiadas cibernéticamente. El doctor Uwe Kindermann me jura que Internet colapsó en Alemaniapor culpa de la progresión geométrica de las cadenas. Lo propiole sucedió a mi casillero electrónico. No creo que Internet hayadescendido hasta el arroyo: más bien la crisis ha ascendido hastaella, imponiendo al yuppie las estrategias comunicacionales de lasdomésticas.El autor o coautor artesano tiene el dominio completo del proceso productivo: al estilo samizdat: él mismo crea, edita y distribuye, es decir, desliza en el buzón o por debajo de la puerta. A losprecios actuales, apenas le toca un libro a un ciudadano de cadadiez mil, pero no hay compatriota a quien no le haya llegado másde una cadena. Antes teníamos bibliotecas; pronto sólo tendremos cadenas.Y sin embargo, la literatura de la crisis revela una ingenua fe enla democracia. Creer que una plegaria es más eficaz cuando reúnemuchas copias es la versión mística del dogma político de que unmalhechor debe ser convertido en Presidente cuando junta muchos votos. En un orbe donde sólo los dueños tienen derecho adesear, postular que un proyecto tiene más sentido si la humanidad entera lo quiere es la utopía.También resalta en la literatura de la crisis el respeto de la tradición. Bien sea por la muerte de la vanguardia, por el descrédito19

Elogio del panfletodel progreso o porque el deterioro de todo hace temer al cambio,nada es más parecido a una cadena que otra cadena, que un eslabón a otro eslabón.Al igual que las primeras grandes obras literarias de laantigüedad, la cadena nunca es firmada: quizá para evitar queel mensaje retorne al nido como la paloma mensajera perezosa,quizá para sugerir, como los libros sagrados, que el autor supremoes el Supremo Autor. Nunca sabremos quienes somos nosotrosmismos; tampoco conoceremos quién es ese comerciante deLima que tuvo una aparición o esa señora de Popayán que estápagando una promesa o mejor dicho, pretendiendo que se lapaguemos nosotros.Puesto que a la manera del escritor que se cree cosmopolita,el autor de la cadena teje en ella la historia de personajes exóticosque le imparten un aura de globalización: una viuda de Guayaquilla hizo y consiguió marido, un ministro de Panamá descuidó copiarla y sufrió un accidente, una señora de Medellín la copió deinmediato y se sacó la lotería. Como en la propaganda electoral, lafe en la eficacia del error mayoritario está corrompida por la esperanza populista de la recompensa: toda cadena informa —desdela primera copia— los premios y castigos recibidos por seguidores y desertores. Prueba de que las masas todavía se representanun mundo sometido a un sistema ético; evidencia de que deseanel cielo pero aquí en la tierra; verificación de que creen que labase de toda moral es la solidaridad con el prójimo, aunque eseprójimo sea alguien que alivia su indefensión queriendo cubrir almundo de una cadena de actos banales.Que conste que esta editorial edita libros de gran tiraje: al reproducir este ensayo he cumplido hasta el exceso con mi obligación de realizar diez copias y hacerlas llegar a otros tantos lecto-20

Luis Britto Garcíares, quienes están obligados a hacer otras diez copias y pasarlas aotros tantos lectores y así sucesivamente.A lo mejor quién sabe la borrosa hojita que te llega está a puntode dar la vuelta al mundo; a lo mejor la señora de Popayán que lainició ha unido con su ingenua llamada a australianos y cantoneses, desarrollados y subdesarrollados, bosnios y herzegovinos,cronopios y famas, y sólo faltan tus últimas diez copias para quese haga realidad, como pedía John Lennon, una hermandad delHombre.21

LA LIBERTAD ELEVA SU ANTORCHAEN NUEVA YORKLa antorcha de la libertad ilumina un régimen de tratamientoal creador cuyas excelencias denuncian Jorge Luis Borges,Anthony Burgess y Ernest Hemingway. Se puede publicarcualquier libro, excepto aquél que no prometa ganancias.Para asegurarlas, un censor llamado editor mutila, despedazay reescribe el texto original, sin que el autor tenga derecho areclamos. Tras pocas semanas en los mostradores, los volúmenesque no obtienen la absolución mercantil son destruidos en colosalauto de fe que protagonizan, no los bomberos de Fahrenheit 451,sino anodinas moledoras de pulpa de papel. Añadamos que en elcine no más de cuatro o cinco creadores han retenido el controlsobre su obra, al precio de convertirse en réprobos listanegreadospor todos los estudios. Productores radicados en Estados Unidosme han requerido guiones en dos oportunidades, con la expresacondición de que no tendría derecho a firmarlos ni a librarlos dereescritura por fantasmas. De no ser perpetradas en nombre de lalibertad, estas miserias serían quizá alguna vez denunciadas porlos implacables enemigos de la censura.22

DEL CHISME CONSIDERADOCOMO UNA DE LAS BELLAS ARTES1Todas las artes se reducen a la literatura, y ésta se resumeen el chisme. Quien comprenda tal aforismo, descifrará almismo tiempo el enigma del arte antiguo, con sus impasiblescolosos, sus titánicas babeles y sus irreprochables jeroglíficos:todos impenetrables en su mudez abrumadora. Nos es tandif ícil apreciarlos porque de ellos ha sido borrado casi todo loanecdótico: son lo más próximo a un arte puro, que a fuerza deomitir todo lo que no es su propia forma, casi ha dejado de suscitarotra emoción distinta del terror. La masa sólo condescenderáa mirarlo cuando le cuenten que quienes abrieron la tumba deTutankamón murieron de una maldición misteriosa.2Al mismo tiempo, ese axioma nos devela el acertijo del arte moderno. ¿Somos más sensibles, tenemos mejores facultades estéticas23

Elogio del panfletoinnatas que las turbas que a principio de siglo acuchillaron cuadrossurrealistas, abuchearon lienzos cubistas, se persignaron ante afiches constructivistas y silbaron el estreno de El rito de la primavera? No, pero entre tanto hemos leído que Salvador Dalí le quitó lamujer a Paul Eluard, que Maiakovski se suicidó por despecho, queGuernica representa un bombardeo y que a Diagilev le encantabasobresaltar a su público. Estamos, como quien dice, en casa. La retórica, y no los sentidos, nos abre las puertas del Paraíso del Arte.3Occidente comienza con Grecia, vale decir, con la tragediagriega, porque en ella por fin los dogmas teológicos se transfiguran en chismes, vale decir, en mitología. Están fuera del alcancede la mayoría de los mortales los secretos rítmicos del verso deHomero; todos por el contrario saben que no existió, y que eraciego. ¿Puede cualquier gaznápiro distinguir entre un mármol deFidias y un yeso de cementerio? No, pero nos contará que el Eureka de Arquímedes salvó al escultor de una acusación de fraudecon el oro de la corona de Zeus, y también lo que pasó con losbrazos de la Venus de Milo. Toda la muralística griega se ha perdido; la mente primaria se consuela repit

Pero no puedo decirles el secreto para esto último, porque el espacio se me acaba. 18 LITERATURA DE LA CRISIS ¿E xiste una crisis de la literatura? A juzgar por el contenido de mi buzón, hay más bien una literatura de la crisis. Sin formación académica, sin siquiera pasar por los talleres literarios,

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