Un Buen Ciudadano, Según La LIBROS

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LIBROS60Denise DresserlEL PAÍS DE UNORoberto CalassolLA FOLIE BAUDELAIREJorge Suárez VélezLetras Libresfebrero 2012lLA PRÓXIMA GRAN CAÍDADE LA ECONOMÍA MUNDIALJosué RamírezlPERIODISMOLos rollos hogareñosde la señora DresserDenise DresserEL PAÍS DE UNOMéxico, Aguilar, 2011,343 pp.RANDOMAndrea Martínez BaracslREPERTORIO DE CUERNAVACADarian LeaderlLA MODA NEGRA.DUELO, MELANCOLÍA Y DEPRESIÓNRoger Bartral060-071-Libros-GG.indd 60AXOLOTIADA (VIDA Y MITODE UN ANFIBIO MEXICANO) FERNANDO GARCÍA RAMÍREZDenise Dresser escribe buscando elaplauso de la galería. El aplauso fácil.Desarrolla en sus textos reiterativa,machaconamente lugares comunesy los ofrece al lector como si fueranhallazgos profundos. Para ilustrar laportada de su libro, El país de uno, noescogió una imagen del “país”, sino lade “uno”. Aparece ella sonriente paradarnos la bienvenida, y dice: los voya sacudir, mexicanos, agárrense, lesvoy a contar cosas que los cimbrarán,y enseguida suelta: los políticos soncorruptos, Carlos Slim es el hombremás rico del mundo por monopolista, López Obrador es populista, “Foxera un buen vendedor pero un malestratega”. Verdades de a kilo.Un buen ciudadano, según laseñora Dresser, “no lleva a cabo unacrítica rutinaria, monocromática,predecible”, a un buen ciudadanole “corresponde hacer las preguntas difíciles, confrontar la ortodoxia, desafiar los usos y costumbresde México”. Denise Dresser es unabuena ciudadana. Quiere despertara México. Sabe que su papel consiste en ser “puntiaguda, punzante, cuestionadora”. Autoinvestidade ese alto designio, escribe cosasasí: “Los hombres grandes han sidohombres malos y Carlos Salinas esuno de ellos.”Alguna vez la escuché dictaruna conferencia en Ciudad Juárez,ante empresarios que la aplaudieron de pie. Me pregunté entoncespor qué pero solo hasta que tuvesu libro en mis manos encontré larespuesta. Porque escribe buscando una aprobación inmediata. Deentrada dice: somos un país somnoliento. Y su público asiente. Unpaís mal educado. Y su públicoacepta. Un país conformista, discriminador y corrupto. Y su públicoaplaude. Todo por culpa del pri, deSalinas, de Elba Esther Gordillo. Ysu público ruge. Más aún cuando,hacia el final de sus intervenciones,como ocurre también al final de sulibro, se pone tierna: “Creo en elpaís bello como la camelia y triste como lágrima. Amplio, rojizo,cariñoso, país mío.” Al llegar a estepunto su público está rendido, y ellasigue: “México puede ser diferente.La tarea es enorme y nos incluye atodos.” El público se levanta de suasiento. La tarea de los mexicanos,Dresser en este punto alza la voz ysacude a su auditorio, es vencer “alos horrendos dinosaurios priístas”.Su público sale convencido de haberasistido a una revelación inmensa.Basa su eficacia Denise Dresseren su estilo. Un estilo machacón lollamé antes. ¿Exagero? Dice:Por lo menos no provocó una crisiseconómica, se dice de Vicente Fox.20/1/12 23:01:16

Por lo menos hizo obra pública,se dice de Andrés Manuel LópezObrador. Por lo menos es unpolítico eficaz, se dice de ManlioFabio Beltrones. Por lo menos esguapo, se dice de Enrique PeñaNieto. Por lo menos en el sexeniopasado solo se robaron un jeep rojoy una Hummer. Por lo menos noocupamos el último lugar en lasevaluaciones de pisa de educación.Por lo menos el Aeropuerto de laCiudad de México no es tan malocomo el de Ruanda.Por lo menos. Por lo menos. Por lomenos. Ante un auditorio la reiteración funciona, lo he visto, no dejade tener su efecto hipnótico. Ya enpapel la frase que se repite y repitecansa, y aburre. Todos los textospudieron haber sido escritos en untercio de su extensión de no ser poresta prosa que dice una y otra vez lomismo. México está condenado “aser un país cada vez más rezagado,cada vez más rebasado, cada vez másaletargado, cada vez más pobre.”Cada vez, cada vez, cada vez. Paramodernizar a Méxicohabrá que empezar por los padresde familia y sus bajas expectativas.Habrá que comenzar por los maestros y quien los mueve. Habrá quecomenzar por el gobierno y sus cálculos políticos. Habrá que imbuirle a la actuación del Secretario deEducación Pública el sentido dela urgencia. Habrá que insistirleal gobierno federal que la Maestrapuede ser una aliada.Habrá que, habrá que, habrá que.¿Se imaginan un libro escrito todoen este estilo? No se lo imaginen,compren El país de uno. Lo reconocerán fácil en su librería, tienea Denise Dresser en la portada.Sonríe. Nos sonríe. Es sin duda unabuena ciudadana.Y no es que a Denise Dresser lefalte razón en lo que dice. Es ciertoque Vicente Fox perdió una opor-060-071-Libros-GG.indd 61tunidad histórica. Es cierto que enMéxico vivimos un capitalismo decuates. Es cierto que Slim no creeen la filantropía. Es cierto que lareelección legislativa es necesaria.Es cierto, en México el Estado dederecho es intermitente. Todo estoes cierto. Más aún: es demasiadocierto. Denise Dresser escribe,para dar siempre en el blanco, sobreeste tipo de certezas. Escribe sobre obviedades. No propone salidasoriginales, ni puede encontrarse ensu libro una teoría novedosa sobreMéxico. Descubre a cada paso elMediterráneo: “En el país prevalece un pacto para no cambiar.”Sorprende, eso sí, su capacidadpara ver cosas que nadie antes habíavisto, como por ejemplo su visióndel “gobierno como distribuidor delbotín”. ¿Quién, antes que ella, habíaseñalado que “el sistema mexicanoha funcionando y sigue funcionandocon base en el clientelismo político”? Tuvieron que pasar muchosaños y escribirse cientos de librosde análisis político antes de arribara sentencias tan rotundas como que“gracias al pri gran parte de la población considera que la corrupción esuna conducta habitual”. Con perspicacia, Dresser desnuda uno a unolos andamiajes del poder: “¿Qué esla maquinaria del pri? Es la simbiosis partido-gobierno.” Este librobien pudo llamarse: El sistema políticomexicano para dummies.No basta reunir un conjuntode artículos para hacer un libro.El lector de libros es un poco mássofisticado que el lector de revistasy mucho más que el público de unauditorio. Un buen libro requiere deun buen editor, alguien que suprimalas repeticiones, alguien que hagafluido el estilo, que elimine las frases flojas, las ideas manidas. En supasado libro, escrito en coautoría,México: lo que todo ciudadano quisiera(no) saber de su patria, Denise Dressermostró que la originalidad no essu fuerte. Basado no, calcado casidel libro America: The book de JonStewart, Dresser en tono humorístico hizo el diagnóstico de Méxicoy concluyó con una tesis muysemejante a la que postula El paísde uno: el mal de México se llamapri, partido que condensa nuestracorrupción y nuestra atávico atraso. No le falta razón, aunque paraarribar a esta verdad no se necesitaun doctorado en ciencias políticasen Princeton.¿Qué propone Denise Dresserpara México? Mercados regulados. Control ciudadano sobre lospoderes públicos. Transparencia.Rendición de cuentas. Reelecciónde legisladores. Fragmentación delos monopolios. Leyes parejas paratodos. Lo pudo haber dicho en unpar de buenos ensayos. Prefirió sinembargo prodigar estas verdades enartículos semanales, en conferencias,en programas de televisión. Y comoel público no entiende a la primera,se dio a la tarea de repetir y repetirlo mismo, para que quedara claro.“Yo creo –nos dice– en el poder dellamar a las cosas por su nombre.De descubrir la verdad aunque hayatantos empeñados en esconderla.”¿Y cuál es esa verdad? Que Telmexes un monopolio. Que Televisa ytv Azteca forman un duopolio.Que Elba Esther Gordillo controla al snte. Que el gobierno escorrupto. Que los diputados son dispendiosos. Etcétera. Pero México,nos dice Denise Dresser, y cuandolo dice se me pone la piel de gallina,es mucho más que eso. México es,sobre todo,61Letras Libresfebrero 2012los murales de Diego Rivera. Lasenchiladas suizas de Sanborns.Las mariposas de Michoacán. Elcine de Alfonso Cuarón. El valorde Sergio Aguayo. Los huevos rancheros y los chilaquiles con pollo.La sonrisa de Carmen Aristegui.El mole negro de Oaxaca.La galería asiente. La galería aplaude. La galería siente, ahora sí, queeste es El país de uno. 20/1/12 23:01:17

CRÍTICABaudelairey los italianosRoberto CalassoLA FOLIE BAUDELAIREtrad. Edgardo Dobry,Barcelona, Anagrama,2011, 426 pp.LIBROS CHRISTOPHERDOMÍNGUEZ MICHAEL62Letras Libresfebrero 2012060-071-Libros-GG.indd 62Desde hace algún tiempo, a fuerza deleer a Mario Praz, a Sergio Solmi, aGiovanni Macchia y a Roberto Calasso,he acabado por concluir que nada mejorpara disfrutar de la literatura francesaque un crítico italiano. Cultivan estositalianos, ante los franceses (y no sé silo contrario opere), una distancia perfecta: los conocen a la perfección, sacanprovecho de la vecindad sin trocar suadmiración en esa servidumbre obsequiosa tan parecida a la envidia comoa veces padecen los españoles ante sunorte inmediato. Los Alpes, a diferencia de los Pirineos no son cadena demontañas que separa, sino el cuerpopor donde pasa una vena vigorosa, lade Stendhal. Es arduo de imaginar aun Stendhal español pues el francésespañol nunca deja de ser un folcloristaa la Mérimée, al menos en lo que serefiere al siglo xix que yo gloso y elespañol-francés, un monstruo, es decir,un afrancesado. Tampoco –a diferenciade los hispanoamericanos– sienten lositalianos que haya una cruzada francesapor la civilización de la cual puedanapropiarse, militando tras una bellísima bandera: no exageran en su celo encuanto a grandeur, pompa y circunstancia, porque no en balde el más célebrede los franceses, Napoleón Bonaparte,pasa por ser italiano. Los franceses, siE. R. Curtius tenía la razón, seríanuna combinación entre lo italiano ylo alemán. Y como los italianos no sonalemanes pero tampoco anglosajones,su privanza con Francia, de la cual nolos separa realmente nada, les sientabien. No les da horror el pretendidométodo francés ni les parecen ridículassus facultades universitarias: los consecuentan en su afán de ingenierossociales. Italia, caótica en su orden,puede decaer gobernada por césaresdisolutos o papas prevaricadores, hacerde la decadencia (un concepto alemán,como nos lo recuerda Calasso, que pasapor ser francés) una larga duraciónhistórica, sin por ello acomplejarsefrente a Francia. En el origen –Italialo sabe– están el latín, el imperio y laIglesia. Lo demás puede dejársele ala hija consentida y a su falso o verdadero cartesianismo, a su pasiónmundana, a su genio romántico, a sucreencia en la revolución como el másenervante de los afrodisíacos.Para efectos de estas pocas páginas no necesito ofrecer más que lassiguientes pruebas de la extrema sensibilidad de los italianos ante lo francés-moderno: los ensayos de Solmi(1899-1981) sobre Rimbaud y Laforgueacaso sean la explicación más nítida decómo aquella poesía moderna fue unabomba de tiempo arrojada al futuro,dejándonos paralizados ante la fatalidad de un estallido que damos porcierto, mientras ignoramos en quéminuto se producirá.1 Junto a Saggiosu Rimbaud (1974) y La luna di Laforgue(1976), citaría yo una colección de reseñas encantadoras y perfectas sobre lamodernidad y la revolución, lo que vade Montaigne a Rousseau y se multiplica: Las ruinas de París (1985), de Macchia(1912-2001), a la que sumaría la obraclásica de Mario Praz (1896-1982), Lacarne, la muerte y el diablo en la literatura romántica (1930). El de Praz, ya sesabe, fue el libro de cabecera, juntoa El gatopardo, de Luchino Visconti,quien dedicó al insomnio crepuscular del anticuario una de sus películas.Esta bibliografía mínima convierte aLa ruina de Kasch (1983), la reflexión deRoberto Calasso (Florencia, 1941) sobreel dominio de Talleyrand, el duque de1 Sergio Solmi, Saggi di letteratura francese, i y ii, Milán,Adelphi, 2005-2009.Otranto, sobre la Revolución de 1789 ysus subsecuentes mudanzas políticas,en la culminación, insisto, de una delas sensibilidades más dotadas que unaliteratura ha desarrollado por otra, lade Italia por Francia.2En ese tráfico fronterizo hay,desde luego, todo un capítulo sobreBaudelaire al cual se suma, como unaconclusión que hoy parecería insuperable, La folie Baudelaire (2008), la másrecientemente traducida al españolde las obras maestras con las cualesCalasso suele regalarnos cada ciertotiempo. El de Calasso, ya no es, desdeluego, el Baudelaire de Praz, que lehace compañía a Sade en un tratado (Lacarne, la muerte y el diablo.) decadentistasobre la decadencia, en el que Las floresdel mal son leídas con la ayuda de MaxNordau y su degeneración antes quepor Walter Benjamin y su iluminadomapa poético, guía de todos quieneshemos atravesado los territorios baudelairianos en las últimas décadas.Macchia, cuyo primer libro fuesobre la crítica en Baudelaire, antesde la Segunda Guerra Mundial, y después publicó otro, contemporáneo al deSartre, Baudelaire e la poetica della malinconia (1946), estaba lejano de ofrecerle alpoeta francés, como lo hace Calasso, lasingularidad de explicar mejor al sigloxxi que al xx, convertido ya no en unprofeta sino en un oráculo. Pero el deMacchia ya no es un Baudelaire deltodo melancólico, nervioso, romántico-romántico: es el poeta-pensadoraterrado por el fin del hombre y porel fin de la humanidad. Algo tienede existencialista (mucho más queel Baudelaire en el diván que “trató”Sartre) el de Macchia. Finalmente,La folie Baudelaire está a años luz dePoesía y no poesía (1935), de BenedettoCroce, donde el filósofo se asume deslumbrado ante el Baudelaire ansiosode alejarse del pecado original (y dela naturaleza en que participa) peroobjeta, en su poesía, la impureza de2 Giovanni Macchia, Las ruinas de París, traducciónde Haroldo Maglia, Barcelona, Versal, 1990; yMario Praz, La carne, la muerte y el diablo en la literaturaromántica, traducción de Rubén Mettini, Barcelona,El Acantilado, 1999.20/1/12 23:01:18

forma, lo incomoda un exceso barroco.Para Calasso sería imposible separar alBaudelaire poeta del Baudelaire crítico, como todavía lo hacía, lleno ya deescrúpulos y remordimientos, Croce.Y Calasso coloca a Baudelaire, no en elfin de los tiempos burgueses, sino enel comienzo de los nuestros. Lo entiende como “posmoderno” si es hay queetiquetarlo comercialmente.3Asume Calasso, para empezar,queexiste una ola Baudelaire que lo atraviesa todo. Tiene su origen antes deél y se propaga más allá de todo obstáculo. Entre los picos y las caídas deesa ola se reconocen Chateaubriand,Stendhal, Ingres, Delacroix, SainteBeuve, Nietzsche, Flaubert, Manet,Degas, Rimbaud, Lautréamont,Mallarmé, Laforgue, Proust y otros,como si fueran investidos por esaola y, por momentos, sumergidos[pp. 12-13].Lo que deja ver esa ola, al retirarse yhacer visible esa playa abundante encadáveres, tesoros de la antigüedad,baratijas modernas, despojos de laprehistoria, es que el libro de Calasso,menos que una monografía o unabiografía sobre el poeta, es una obrasobre Baudelaire y su tiempo. Pero setrata de registrar su tiempo secreto, deestablecer, sucesivas y paralelas, las dosmaneras de operación que la culturaeuropea, según Calasso, ha establecido desde la Hieroglyphica (1505), deHorapolo, el ejercicio de la sustitución(que descifra) y el principio de analogía: las correspondencias capaces deconducirnos de imagen a imagen.La sustitución propuesta porCalasso para descifrar a Baudelairees una historia más o menos cronológica de la crítica, desde Diderot, elfundador absoluto de una crítica cuyamodernidad se manifiesta primero3 Giovanni Macchia, Ritratti, personaggi, fantasmi,edición de Mariolina Bongiovanni Bertini, Milán,Arnoldo Mondadori, 1997, y Benedetto Croce, Poesíay no poesía. Notas sobre la literatura europea del siglo xix,introducción de Annunziata Rossi y traducción deGuillermo Fernández, México, unam, 1998.060-071-Libros-GG.indd 63ante la pintura y solo toma su carácterplenamente moderno con Baudelairemismo como crítico, pasando, desdeluego, por Sainte-Beuve. Para volverse personaje central de esa epopeya,cuya esencia es retratar a París como “lacapital del siglo xix” (tema de AlbertThibaudet, en Intérieurs, que Benjamindesarrolló con su ternura característica), Baudelaire ha de ser un antiguo, esdecir, alguien que aprendiendo a copiarlo domina todo, desde la composiciónde versos latinos en la que se educóhasta su maestría absoluta como crítico de pintura. Baudelaire, si entiendobien a Calasso, hace que su ojo imitetanto como las manos de Ingres o de suhermano-enemigo, Delacroix, imitan alpintar. “Quien sabe copiar, sabe hacer”(p. 107), decía Lorenzo Bartolini.Por ello, La folie Baudelaire insiste enel carácter “conservador” de la revolución de Baudelaire. Nutrido de Josephde Maistre y de Chateaubriand (quienhabría nombrado por primera vez a“la modernidad” en una aduana deWürttemberg en 1833), aprendede ellos el secreto de la innovaciónanacrónica, la capacidad de traduciraquello que parece provenir de unalengua muerta. Y por ello, estandoBaudelaire comprometido con lacausa romántica, vocero público deDelacroix, en realidad debe a Ingres,el anacrónico capaz de restaurar modosy colores de la Edad Media, su verdadera fidelidad. Así como Ingres lee, enverdad, la Odisea y detecta el momentoen el cual Tetis ciñe la cintura de Zeusy le alcanza la barbilla, para Baudelairela función de la poesía es la misma quepara Horacio y Racine, una mezcla deliturgia cristiana y de artes virgilianas.Esa convicción clasicista y solo ellapermite a los inmediatos sucesores deBaudelaire –los Rimbaud, los Laforgue,los Lautréamont, los Mallarmé– “enloquecer” con toda libertad e imponerleal mundo la ironía, volverse clientesde esa “folie Baudelaire” bautizadapor Sainte-Beuve. Como en La ruinade Kasch, Calasso se revela, con algúnotro crítico (el alemán Wolf Lepenies,por ejemplo), como el único escritordel siglo xx que entiende la esenciay no la apariencia de Sainte-Beuve,el secreto de la insidia que le hizomilitar por los modernos haciéndosepasar por un antiguo. Tira la piedray esconde la mano, movimiento queProust no vio.No en balde es Sainte-Beuve quien,fingiendo ser casual, describe enteroa lo baudelairiano. El crítico acabópor atender los ruegos del poeta,quien le pedía ser reseñado al tenorde “Quiérame bien. Estoy en unagran crisis” (p. 316). Accedió al finSainte-Beuve, de una manera rara, enuna situación insólita. Cito a Calassoquien a su vez cita los Nouveaux lundis,el primer tomo, de Sainte-Beuve. Esel año de 1862:M. Baudelaire ha encontrado lamanera de construirse, en el extremo de una lengua de tierra considerada inhabitable y más allá de losconfines del romanticismo conocido, un quiosco raro, decorado, muydecorado, muy atormentado, perocoqueto y misterioso, donde se lee aEdgar Poe, donde se recitan sucesosexquisitos, donde nos embriagamoscon hachís para después reflexionar sobre ello, donde se toma opioy mil drogas abominables en tazasde porcelana muy fina. Ese quioscopeculiar, hecho de marquetería, deuna complejidad ajustada y compleja, que desde hace tiempo atraelas miradas hacia la punta extremade la Kamchatka romántica, yo ladenomino la folie Baudelaire. El autorestá satisfecho de haber hecho algoimposible, allí donde se creía quenadie podía ir [p. 321].63Letras Libresfebrero 2012Es suficiente con haber leído aBenjamin para entender que estamos en uno de los dos o tres lugares,precisos en el mapa, donde se inicialo moderno. Pero Calasso desarrolla el lugar común literal con la otramanera de operación, la analógica ysu búsqueda de correspondencias, unacadena simbólica que parte no de larealidad pública (el elogio aparece20/1/12 23:01:18

LIBROS64Letras Libresfebrero 2012060-071-Libros-GG.indd 64en una recomendación jocoseria queSainte-Beuve hace de Baudelaire comocandidato para la academia) sino de laesfera interior, del mundo de los sueños. Así, Calasso cierra el argumentorecurriendo al “Sueño de Baudelaire”,narrado por el poeta a su amigo CharlesAsselineau en 1856.La escena onírica, reconstruida “encaliente” por Baudelaire, narra su visitaa un museo-burdel al cual se dirigepara regalarle un libro obsceno a lamadama y en el cual yo veo –los sueñosse transfieren– el depósito de al

mexicano para dummies. No basta reunir un conjunto de artículos para hacer un libro. El lector de libros es un poco más sofisticado que el lector de revistas y mucho más que el público de un auditorio. Un buen libro requiere de un buen editor, alguien que suprima las repeticiones

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