Ha Intentado Responder A Preguntas LIBROS

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LIBROS50Julián HerbertlCANCIÓN DE TUMBAEdward GlaeserlEL TRIUNFO DE LAS CIUDADESJuan MalpartidaLetras Libresmarzo 2012lAL VUELO DE LA PÁGINA.DIARIO 1990-2000NOVELAMéxico devorandoa sus hijosJulián HerbertCANCIÓN DE TUMBABarcelona, RandomHouse Mondadori,2011, 208 pp.AnónimolJIN PING MEI. EL ERUDITODE LAS CARCAJADASBernard MalamudllCUENTOS REUNIDOSLAS VIDAS DE DUBINAndrés Sánchez RobaynalCUADERNO DE LAS ISLASClaude Lanzmannl050-061-Libros-RGF.indd 50LA LIEBRE DE LA PATAGONIA PATRICIO PRON1Alguien escribe en un ordenador portátil en la habitación 101 del HospitalUniversitario de Saltillo (Coahuila,México), pero ¿quién es ese “alguien”?A intentar responder esto está destinada Canción de tumba, la novela queun narrador llamado Julián Herbertescribe “casi a oscuras” en una habitación de hospital mientras su madremuere a su lado. Claro que la respuesta no es fácil: un puñado de novelasrecientes (Formas de volver a casa deAlejandro Zambra, Tiempo de vidade Marcos Giralt Torrente, La casa delos conejos de Laura Alcoba, El pequeñocomandante de Rodrigo Díaz Cortez, Elcuerpo en que nací de Guadalupe Nettel)ha intentado responder a preguntassimilares y ha provocado en algunoslectores la impresión de que estaríamosfrente a un nuevo género o corrienteliteraria denominada “autoficción”cuya característica principal sería laindagación ficcional en el pasado personal y colectivo mediante la adopciónde los procedimientos formales de lasautobiografías.2Aun cuando la aparición de estasnovelas en un periodo relativamentebreve de tiempo pueda haber provocado legítimamente esa impresión (ya pesar de que el fenómeno requiereefectivamente una explicación quesupongo que yo no puedo dar), lo ciertoes que la autoficción no constituye unanovedad: el término fue acuñado porel escritor francés Serge Doubrovskypara caracterizar su novela Fils (1977),pero no carecía de antecedentes enla literatura francesa, entre ellos lasAntimemorias de André Malraux, Deun castillo a otro de Louis-FerdinandCéline, W o el recuerdo de la infancia deGeorges Perec y El libro de familiade Patrick Modiano, cuyos equivalentesen el ámbito hispanohablante serían Elcuarto de atrás de Carmen Martín Gaite,Penúltimos castigos de Carlos Barral, Comoun libro cerrado de Paloma Díaz Mas,Discurso de Onofre de Carlos Castilladel Pino y, por supuesto, las obrasde Javier Marías, Enrique Vila-Matas,Javier Cercas, Álvaro Pombo, AntonioMuñoz Molina y Julián Rodríguez, pormencionar solo algunos ejemplos procedentes de la literatura española.3Canción de tumba pertenece a esa tradición narrativa, en la que verdadautobiográfica y ficción personal sefunden en una ambigüedad irresoluble. Herbert narra aquí la historiade su madre, una prostituta que fue“en su juventud una india ladina yhermosa que tuvo cinco maridos: unlenón legendario, un policía abaleado,un regio godfella, un músico suicida y unpatético imitador de Humphrey20/2/12 23:39:24

Bogart” y la de sus hermanos, abandonados regularmente, indigentesdurante la mayor parte de sus vidas,divididos entre el mandato bíblico y losreproches filiales, pero también la suyapropia, embarcada hasta la enfermedadde la madre en una deriva por prostíbulos y hospitales, moteles, desahucios,drogas y flirteos con el suicidio. Másimportante aún (y esto vincula Canciónde tumba con otras novelas recientes queabordan el mismo asunto), el autor sepregunta insistentemente cómo narrarsu historia y la de su madre. No esuna pregunta innecesaria y sirve paraconjeturar una explicación plausiblea la proliferación de autoficciones enla narrativa latinoamericana reciente: adiferencia de lo que sucede en la literatura española (cuya falta de tradiciónautobiográfica es ya un lugar común), laliteratura autobiográfica o autoficcionallatinoamericana tiene como referentes ineludibles las memorias políticasde los arquitectos de las naciones queconforman lo que llamamos vagamente América Latina; esos textos no solotestimonian (de forma idealizada yrecurriendo en buena medida a procedimientos propios de la narrativa deficción) la creación de la nación: son lanación, de allí que a algunos autores lesparezca inapropiado adoptar los dispositivos y convenciones que presidenesos textos en un momento histórico enel que esas naciones (y esto es particularmente importante en Formas de volvera casa y en otras obras recientes) sondesmembradas por el narcotráfico, lapobreza endémica, la corrupción policial o el totalitarismo. Al tiempo queel cuerpo de la madre del narrador sedescompone bajo los efectos de unaleucemia, este documenta también ladescomposición de su propia identidad(en recuerdos contradictorios, visiones,equívocos burocráticos y fabulacionesamables o terribles) y su memoria, perotambién (y significativamente) la de supropio país.No deja de ser singular que ese paísocupe buena parte de las reflexionesdel narrador, para quien México es “lanación de los apaches. Cómete a tus050-061-Libros-RGF.indd 51hijos si no quieres que el cara pálida,that white trash, los corrompa. La únicafamilia bien avenida del país radica enMichoacán, es un clan del narcotráficoy sus miembros se dedican a cercenarcabezas [.] La Gran Familia Mexicanase desmoronó como si fuera un montónde piedras [.] no queda más que putay verijuda nada. En esta Suave Patriadonde mi madre agoniza no quedaun solo pliego de papel picado. Ni unbuche de tequila que el perfume delmarketing no haya corrompido. Nisiquiera una tristeza o una decencia ouna bullanga que no traigan impreso,como hierro de ganado, el fantasmade un ak-47”.4Ante la descomposición del país y larevisión de la identidad propia quesupone la muerte de las personasa quienes debemos esa identidad,Herbert no opta por recrear la ilusiónautobiográfica de la individualidad delsujeto y el carácter inequívoco de sumemoria, sino por sabotear esa ilusiónmediante la acumulación de analepsis, la alternancia de los episodios delpasado familiar con otros vinculadoscon viajes realizados a Berlín y a LaHabana, donde uno de los personajesrealiza una performance en homenaje aGuillermo Cabrera Infante, sobre cuyoestatuto ficcional solo se pueden realizar conjeturas (que el narrador refutaafirmando que “lo importante no es quelos hechos sean verdaderos: lo importante es que la enfermedad y la locuralo sean”), la inclusión de fragmentosreflexivos que suceden a otros dondeprima el relato o la sátira y la tematización de las condiciones de escritura yde la naturaleza de lo narrado. Comoescribió Manuel Alberca (uno de losprincipales estudiosos españoles de laautoficción contemporánea), refiriéndose a otro de los libros que conformanla reciente serie autoficcional latinoamericana:el resultado es fragmentario, no dauna versión, ni única ni totalizantede los hechos, sino que recoge unaserie de pecios, que en muchos casosabren otras interrogaciones y provocan más dudas. Siguiendo los pasosdel narrador, el lector debe dar consu respuesta. No hay verdad absoluta ni objetiva de lo ocurrido. Hayel compromiso de ir de cara a loshechos, de no encogerse en la ficciónni claudicar ante las dificultades dela búsqueda.Ese compromiso es literario, pero además ético, y también vincula Canciónde tumba con las novelas a las que mehe referido anteriormente; lo que ladestaca de entre ellas es la extraordinaria musicalidad de su prosa (“ásperay hermosa” en palabras de Iván de laNuez), la decisión de dotar a esa prosade los rasgos idiomáticos locales de losque carecen una parte considerablede las novelas de la serie y tambiénun cierto humor retorcido e inquietante que permea toda esta historiade dolor y reconciliación: solo unautor tan dotado y tan seguro de susrecursos como Julián Herbert puedeocuparse en el transcurso de apenasun puñado de páginas de la prácticacasi excluyente del sexo anal con unaamante ocasional y del asesinato delíderes sindicales en México a finalesde la década de 1950. La asociación deideas puede parecer inverosímil perono lo es más que el país sobre el queescribe Herbert, el país que devora asus hijos y en el que el narrador deesta historia cuida primero y despuésllora a su madre mientras está a puntode ser padre él también. Quienes noconocían la obra de Julián Herbert(que comprende varios libros de poemas, la novela Un mundo infiel, el librode relatos Cocaína (Manual de usuario)y los ensayos de Caníbal. Apuntes sobrepoesía mexicana reciente, entre otros)encontrarán en Canción de tumba laratificación de algo largamente sospechado (el espléndido momento deforma de la literatura mexicana), perotambién a un autor extraordinario enplena posesión de sus facultades quepuede ser considerado desde ya unimprescindible. 51Letras Libresmarzo 201220/2/12 23:39:25

ENSAYOEl animal urbanoEdward GlaeserEL TRIUNFODE LAS CIUDADESTraducción de FedericoCorriente BasúsMadrid, Taurus, 2011,496 pp.LIBROS52Letras Libresmarzo 2012050-061-Libros-RGF.indd 52 MANUEL ARIAS MALDONADO¿Por qué queremos ir a Madrid,pero huimos de Plasencia? Para daruna respuesta sistemática a esta pregunta, que es la pregunta acerca delporqué de las ciudades como formade vida colectiva, haría bien en leereste libro. Su autor, profesor de economía en la Universidad de Harvard,ha compuesto un documentadotratado sobre la vida urbana que,combinando la categoría con laanécdota, refuta de manera convincente muchos de los clichés que,después de dos siglos de práctica,nos hemos acostumbrado a repetircuando hablamos de la ciudad. Osea, que la ciudad nos deshumaniza,incrementa la pobreza y resultadañina para el medio ambiente. Y lohace, además, subrayando la estrecha conexión que existe entre laintensificación de la vida urbana y elprogreso de la especie, iluminandocon ello las razones por las cuales notodas las ciudades son iguales ni estágarantizado que cada una de ellassiga siendo –para bien o para mal–como es ahora.Para Glaeser, la ciudad respondea una lógica evolutiva antes que a uncapricho histórico. Si el hombre esun animal social, viene a decirnos, esnatural que sea también un animalurbano. Porque la ciudad es el locusprincipal de la cooperación colectivacomo factor determinante del progreso: es el lugar donde la densidadhumana produce conocimiento einnovación. En la ciudad, la infor-mación circula rápida y eficazmente,transmitida tanto de forma explícitacomo a través del ejemplo que todossomos para todos los demás. De ahíque las ciudades hayan sido, comoGlaeser describe, un puente históricoentre culturas; aunque también, faltaría más, el origen de muchos disturbios y revoluciones sociales.Desde este punto de vista, la ciudadno es, contra lo que sus críticosrománticos han señalado tradicionalmente, una creación artificial quenos separa de nuestras raíces naturales, sino el desarrollo lógico de estas:el espacio propio de la especie. Estadefensa de la ciudad se inscribe asídentro de una creciente tendencia departe de la ciencia social contemporánea, desde Robert Wright a MattRidley, que consiste en apoyarse enla teoría de la evolución, la antropología y aun la biología a la hora deexplicar la conducta y la historiahumanas. ¡Sin por ello reducirse aestas, que cultura también somos!Sin embargo, la ciudad no solosirve para producir conocimientocolectivo. También nos hace más felices, como se empeñan en demostrarlas estadísticas, incluyendo la queseñala que los suicidios son más frecuentes en las áreas rurales. Y en lasciudades es más fácil dar con personasque comparten nuestros intereses,encontrar pareja o descubrir losempleos que encajan con nuestrasaptitudes. Por eso Glaeser es escépticoacerca de la posibilidad de que lasnuevas tecnologías reemplacen las relaciones personales que la ciudadfavorece. Más al contrario: “El costecada vez más reducido de comunicarse a lo largo de grandes distancias noha hecho sino aumentar los réditos deagruparse cerca de otras personas” (p.345). Por eso la muerte de la distanciapropiciada por la globalización tecnológica, sugiere Glaeser, ha sido fatalpara los productores de bienes (la ciudad industrial, representada porDetroit) y no para los productores deideas (la ciudad postindustrial almodo de San Francisco).Sucede que padecemos un espejismo, de hondas raíces culturales,que nos lleva a ver la ciudad comoun mal necesario antes que como unbien imperfecto. Así, contemplamosla pobreza urbana, como la representada por las favelas brasileñas, entérminos absolutos, no en comparación con la pobreza rural de la quehan huido sus habitantes. Igualmente, tendemos a considerar que la ciudad es más dañina para el medioambiente que sus presuntas alternativas agroecológicas, pero es máscierto lo contrario. Subraya Glaesercon acierto que una política para elcambio climático solo puede apoyarse en la modernización de lasciudades: “Si el futuro va a ser másverde, entonces también tendrá queser más urbano” (p. 307). Ni todospodemos ser Thoreau, en fin, nideberíamos querer serlo.En relación a esto, el autor dedica páginas espléndidas a analizar elfenómeno del sprawl, una dispersiónsuburbial típicamente norteamericana pero sibilinamente universal,como demuestra el deseo alemán detener ein Häuschen im Grünen, o sea,una casa con jardín. Para Glaeser, elestilo de vida suburbial es una consecuencia del automóvil, pero también de aquellas políticas públicasque han deteriorado los sistemaseducativos o impedido la edificación en algunos núcleos urbanos: laalegría inmobiliaria de Houston esel fruto de las restricciones californianas. Aunque para el propio autorfuera una experiencia amarga dejarel centro de Nueva York, quizáminusvalore la satisfacción que unajoven familia con niños puedeencontrar en esa forma de vida;máxime si sumamos a ellos el deseode alejarse de los hombres que afecta a otros hombres conforme avanzala existencia. Sin embargo, otra vez,se trata de un modelo difícilmentegeneralizable. Y no tanto por faltade espacio, habida cuenta de quetodos los habitantes de la humanidad podrían hoy vivir juntos en20/2/12 23:39:26

Texas, cuanto por imperativosmedioambientales. De ahí queGlaeser se aleje de su maestra confesa, la urbanista Jane Jacobs, paradefender el rascacielos y la innovación urbana como medios para frenarel sprawl y no convertir a las ciudadesen víctimas de su pasado: ser, en fin,Nueva York y no París. En estepunto, Glaeser parece olvidar quetambién existe Benidorm.Sea como fuere, el autor insisteen que existen muchas variedadesurbanas, pero no una única fórmulapara lograr que una ciudad sea exitosa. Para prosperar, sostiene, unaciudad tiene que atraer a personasinteligentes y dejar que colaborenentre sí. Pero Singapur lo intenta através de una buena administracióny Milán por medio del estilo de vida.Su enfoque es más bien liberal:“El cometido del gobierno es permitir que la gente elija la forma de vidaque más le guste, siempre y cuandopague por los costes que suponga”(p. 230). Pero Glaeser también admite que las políticas públicas son enalgunos casos insustituibles (agua,saneamiento) y en otras decisivas(política educativa, ordenación delterritorio). Y reconoce que a veces esimposible explicar por qué se produce un tipping point de creatividad odelincuencia; es, viene a decirnos, lamagia de la interacción social. Esjusto reconocer, no obstante, que elautor minusvalora el papel de la planificación pública, especialmente sila ciudad del futuro tiene que avanzar en la dirección sostenible que elpropio Glaeser insiste en defender.Aquí, como en todo, la dificultadconsiste en lograr el adecuado equilibrio entre espontaneidad privada yordenación pública.Más allá de las fantasías ruralesen las que proyectamos nuestrasfrustraciones cotidianas, en suma, larespuesta colectiva a la pregunta porun progreso razonable reside en laciudad. Glaeser nos lo muestra en unlibro variado y bien escrito, mediante un sinnúmero de ejemplos que050-061-Libros-RGF.indd 53abarcan desde Bangalore a Leipzig,pasando por Tokio y Río de Janeiro.No todo lo que sugiere es realizable,pero casi todo es interesante. Máxime cuando nos ayuda a comprendermejor por qué vivimos así y no deotra manera: en Madrid antes queen Plasencia. POESÍALos días del poetaJuan MalpartidaAL VUELO DE LAPÁGINA.DIARIO 1990-2000Madrid, Fórcola, 2011,464 pp. BLAS MATAMOROA pesar de que se anuncia como undiario, este libro excede sus límitesy se propone como un indeliberado pero cumplido autorretrato delautor. Si digo autorretrato no piensoen autoanálisis, sino en lo que un tercero puede percibir del retratado: unapresencia hecha objeto. En efecto, hayapuntes diarios de hechos que ocurrenmientras los comenta el diarista. Perotambién relatos de viajes, memoriasfamiliares, pequeños ensayos, documentos del autor y de terceros. Elresultado, diría, es la composiciónde una historia, pues el Malpartidaque lo comienza es alguien más reticente, alejado y volcado a la meditación abstracta que el final, donde loconfesional, lo personal y la cercaníatáctil pasan a primer plano. Quizá laaparición del hijo, desde su estadoprenatal hasta los primeros pasos,sea decisiva. Con todo, la habilidaddel escritor nos ha ido matizando elcambio sin que lo advirtiéramos.Sería cruel y no cabría en estaslíneas siquiera un veloz catastro detemas. Hay escritores que insisteny que Malpartida relee y toma dereferencia, no siempre para coincidir,como exige la ética del buen lector:Cioran, Ortega, Paz, Savater, Borges,Montaigne. Hay un repaso a personajes instituidos, con un ojo críticocertero y nada complaciente pero asimismo desprovisto de “mala hostia”local: Haro Tecglen, Juan Goytisolo,Camilo José Cela, Eugenio Trías,Rafael Conte, Félix Grande, GünterGrass, José Saramago, Rafael Alberti,Ernesto Sabato. Hay poetas cuya lectura es un variado homenaje: PabloNeruda, José Gorostiza, José ÁngelValente, Enrique Molina, RobertoJuarroz (anoto lo saludable que esunificar las lecturas en nuestra lengua,sin poner aduanas que jerarquizan elantiguo imperio y borronean nuestraauténtica historia común: las palabras).Hay retratos muy bien perfilados,como los del escritor Juan Gil-Albert yel pintor Juan Soriano. Un par de semblanzas paralelas pasan al renglón delas memorables: Zambrano/LezamaLima y Pla/Baroja.Desde luego, está Octavio Paz,seguramente cubriendo todas lascategorías anteriores. Creo advertirun modelo a tener en cuenta porMalpartida: Paz como viajero entremundos sin perder la perspectivadel universo. Quizá solo un poeta–pienso en Goethe, en Valéry, enLeopardi– puede cumplir esta tarea,por las similitudes que, con muyrelativa facilidad, encuentra el poetaen medio de la selvática variedadmundana. Al releer a Malpartida,me parece que la capacidad pacianapara curiosear con equivalente pasiónen disciplinas, lenguajes, gentes, épocas, artes, artesanías y artilugios vienede creer en la coralidad del mundo,una especie de multitud que dice yque se escucha a lo largo del tiempo,vagando por el espacio de nuestradichosa esfera terrestre. Y en estelibro, Paz, hasta el momento de sumuerte, aparece y reaparece, toma lapalabra, escribe cartas, opina, se paseay tiene una cercanía tan templada quese nos hace familiar.El libro actúa con brevedades,desde algún aforismo hasta una53Letras Libresmarzo 201220/2/12 23:39:27

LIBROS54Letras Libresmarzo 2012050-061-Libros-RGF.indd 54anécdota o una reflexión de dos otres páginas. No se somete al rigorcotidiano del diario, pero aun en estecomo en aquel aspecto de formatocreo advertir disimuladas costurasque sostienen el conjunto y remitena una actitud privilegiada del escritor:la perplejidad interrogante que le suscita el hecho de escribir. Digo hecho,no oficio, hábito, manía, obsesión ni–Dios me libre– profesión.Se escribe desde el deseo, que espura inminencia, y con lucidez enel lado de sombra de las palabras, osea despierto en la oscuridad, en ladensidad corpórea del verbo, en sutejido previsible y siempre inesperado. Y se escriben unas palabrasque, divertidas y canallas, segurasy fugitivas, siempre van más alláde sí mismas. Van al encuentro dellector, ese desconocido cercano yembozado, y van a la zona fronterizadel significado, donde dirán lo queel escritor,

de relatos Cocaína (Manual de usuario) y los ensayos de Caníbal. Apuntes sobre poesía mexicana reciente, entre otros) encontrarán en Canción de tumba la ratificación de algo largamente sos-pechado (el espléndido momento de forma de la literatura mexicana), pero

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