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Andrés AmorósIntroducción a la literatura

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaLicencia editorial para Círculo de LectoresPor cortesía de Editorial CastaliaEstá prohibida la venta de este libro a personas que no pertenezcan a Círculo de Lectores. 1980, Editorial CastaliaDepósito legal: B. 2766-1988ISBN 84-226-24802

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaÍNDICEPRÓLOGO . 5I. LA LITERATURA. 7PROBLEMÁTICA . 8UN ARTE .9CONCIENCIA .12EL LENGUAJE . 13OBRA HUMANA . 16POLISEMIA.17EXPRESIÓN .20COMUNICACIÓN . 23CONOCIMIENTO . 26CONSUELO .30VIDA Y LITERATURA . 32REALISMO .35TRADICIÓN Y ORIGINALIDAD .37CIENCIA O LECTURA. 39PREGUNTA .41II. ALGUNAS CONEXIONES . 43LITERATURA Y VISIÓN DEL MUNDO.43LITERATURA Y MITO . 47LITERATURA Y ARTE . 50III. LITERATURA Y SOCIEDAD . 59IV. LOS LÍMITES DE LA LITERATURA . 76¿LITERATURA PURA? . 76LÍMITES DE LA LITERATURA . 81LA LITERATURA ESPAÑOLA: LÍMITES Y CARACTERES .85V. LA PERIODIZACIÓN .94LOS PERÍODOS . 94LOS ESTILOS . 100LAS GENERACIONES . 104LOS GÉNEROS LITERARIOS .112VI. LA SOCIEDAD LITERARIA . 1263

Andrés AmorósIntroducción a la literatura“Sin la literatura, ¿qué sería de la vida?”Charles du Bos“¿La literatura? ¿La vida? ¿Convertir la una en la otra? ¡Qué monstruosamentedifícil!”Virginia Wolf“En fin, literatura.”Julio Cortázar4

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaPRÓLOGOPara algunas personas, literatura equivale a letra muerta: algo pesado, carente deinterés, que no posee el color, el olor ni el sabor de la vida vivida; algo que les hizo odiar,quizá, un profesor aburrido.Para otros, en cambio, la literatura es uno de los grandes placeres que ofrece la vida.Así opino yo, al margen de mi profesión. Y me da pena la gente que se lo pierde.No asociemos la literatura con clases, exámenes, deberes o gente pelma. Unámosla,más bien, a fantasía, imaginación, ensueño, diversión, placer, consuelo.La literatura no puede entenderse al margen de la vida, del amor a la vida. Losmomentos más felices, las sensaciones más sugestivas, los sentimientos másconmovedores: todo eso está en los libros, permanentemente vivo, esperándonos,gracias al talento expresivo de los grandes creadores.Las experiencias de casi todos nosotros suelen ser bastante limitadas. Leyendo, lasmultiplico, me asomo a horizontes vitales que, si no, nunca hubiera conocido. Gracias alos libros, me hago más hombre, comprendo mejor la realidad y me entiendo un poquitomás a mí mismo.Lo que yo soy, en este momento, depende de lo que he vivido: lo que he amado,luchado, sufrido. también, de lo que he leído, que se ha incorporado ya, definitivamente,a mi propia vida.Cuando era adolescente, los libros me abrieron horizontes, me hicieron soñar, meenseñaron las palabras de la ternura y la amistad. En momentos de desánimo o dolor, mehan consolado, me han dado compañía. Gracias a ellos, he podido entablar un diálogopersonal con muchos de los hombres más ilustres de la humanidad.En una época como la nuestra, en la que la propaganda nos acecha por todos lados,con sus consignas, la literatura me ha enseñado a tener espíritu crítico, a decir que no, ano aceptar automáticamente todo lo que me aconsejan.Los libros —lo creo firmemente— son importantes para la vida de cualquier serhumano. Por eso he escrito este libro, quizá con más amor que ningún otro de los míos, yme ha alegrado especialmente que haya obtenido el Premio Nacional de Literatura y quehoy se incorpore a la amplísima familia del Círculo de Lectores.Este libro no es un estudio científico sino un ensayo: pretende ser —como laspelículas de mi infancia— «apto para todos los públicos», prescinde del lenguajeespecializado. Detrás de cada frase está, siempre, la experiencia personal de un yo quese dirige a otros yos, en diálogo amistoso y cordial. Por esta razón decidí prescindir porcompleto de las notas a pie de página. Fácil me hubiera sido multiplicarlas debajo de cadaafirmación, de cada idea.He incluido, en cambio, muchas citas. No se tome esto como prurito de erudición. Sonotra cosa. Simplemente, cuando leo, suelo —igual que muchísima gente— anotar lasfrases que me gustan: aquí recuerdo muchas de estas frases, porque me parecensugestivas, porque dicen algo mejor de lo que yo hubiera podido hacerlo.5

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaAlgunas de esas frases son de críticos; la mayoría, de creadores: novelistas o poetas,sobre todo, pero también pintores, músicos, cineastas. Me parece interesantísimo saberlo que han opinado sobre su tarea los grandes artistas. Ellos suelen dar la mejorrespuesta a las preguntas que cualquiera de nosotros se hace cuando tiene un libro entrelas manos.Este libro —como todos los auténticos— responde también a una razón personal,biográfica. No lo he hecho por encargo sino porque tenía ganas de escribirlo. Detrás decada una de sus páginas hay muchas horas de trato maravillado con los libros, deamistad con sus héroes: desde Cuchifritín o el Capitán Nemo hasta la Maga, de JulioCortázar.Un detalle final: hablando de literatura, he hecho, en esta vida, no pocos amigos.Deseo que ahora, gracias al Círculo de Lectores, este grupo de amigos crezca bastante.Y me gustaría, aunque sea en mínima medida, ayudar a alguien a que descubra larenovada maravilla, el placer y la compañía que nos da, siempre, la buena literatura.ANDRÉS AMORÓSMadrid, agosto 19876

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaI. LA LITERATURAA pesar de la televisión, de la ola de erotismo que nos invade y de las drogasblandas, todavía son millones de personas las que leen una novela o un poema,buscando en esa lectura distracción, evasión de sus problemas, belleza, consuelo. A lavez, miles de personas estudian la literatura como una asignatura más de los planes deestudio y se ven obligados a aprender manuales de historia o a leer y comentar textosliterarios. Lo malo es que los dos grupos de personas, quizá, sean diferentes.¿Tiene sentido estudiar unas novelas, unos dramas o unos poemas porque así lo hadecidido el Ministerio de Educación correspondiente? No sería difícil encontrarargumentos de peso contra esta práctica. En todo caso, no es más absurdo que estudiara unos pintores o escultores porque así lo ha decidido algún experto.Por supuesto, Cervantes no escribió para dar materia de estudio a los cervantistas; niDante, para que se compusieran comentarios a su Divina Comedia; ni Proust, para darocasión a las explicaciones biográficas o psicoanalíticas de À la recherche du tempsperdu; ni Cortázar, para que los investigadores intenten descifrar y aclarar lascomplejidades estructurales de Rayuela.Son, simplemente, libros. Libros que ha escrito un hombre y que leen otros hombres:con placer, con disgusto, con emoción, con aburrimiento. Si el aburrimiento supera ciertoslímites, abandonarán la lectura a la mitad. Esto es la base de toda la literatura: el placerque alguien obtiene leyendo lo que otro ha escrito.Pero, de hecho, existen editoriales, colecciones, revistas literarias, profesores,críticos, cursos de historia literaria, antólogos, sociólogos de la literatura, semiólogos.Para bien o para mal, éstos son hechos reales.Y esta cadena de hechos incluye también que el que lee —por gusto, por obligación,por lo que sea— un libro no se contente con escuchar la voz silenciosa del autor sino quereaccione ante ella, la critique y hasta se plantee cuestiones de tipo general. Por pocoaficionado que sea a las abstracciones, no dejará de preguntarse, en muchas ocasiones,si ese libro que está leyendo es realista o no, si refleja la experiencia autobiográfica de suautor, qué tiene que ver con la vida de sus posibles lectores.Según eso, me parece evidente que no sólo el hecho de aprender o enseñar historialiteraria, o de ejercer la crítica, sino cualquier lectura mínimamente reflexiva trae consigouna cierta meditación sobre la literatura: sus funciones, medios, posibilidades, límites. Yesa reflexión no es un simple pasatiempo teórico, sino que condiciona de modo excesivonuestra actitud como lectores.Por eso nos volvemos a plantear esas preguntas, tantas veces formuladas. Asabiendas de que —ni nosotros, ni nadie— podremos resolverlas. Las frases de Azorín enEl escritor son implacables: «El misterio del escritor no lo penetrará jamás nadie. Elmisterio de la obra literaria no será jamás por nadie enteramente esclarecido». Porsupuesto, como todas las realidades —quizá— que verdaderamente nos importan.Seguiremos preguntándonos sobre ellas, sin pretensiones de resolverlas, porque en esoconsiste—recordemos el título de Pavese— «il mestiere di vivere». Y, en este caso7

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaconcreto, sin temor a que se nos eche en cara, seguiremos acumulando literatura sobre laliteratura, intentando aproximarnos a su misterio.PROBLEMÁTICALa literatura es algo esencialmente problemático. Y quizá en la época contemporáneanos hemos hecho más conscientes de ello. No se trata sólo de que la veamos así pornuestra limitación o incapacidad, sino que eso —atrevámonos a reconocerlo— formaparte de su naturaleza. Para Maurice Blanchot, se trata, simplemente, de que la literaturacomienza en el momento en que llega a ser un problema. Como afirma en La littérature etle droit a la mort, todo puede ser dicho de la literatura, y lo contrario puede ser igualmenteverdadero.Por supuesto, esto puede repeler a cierto tipo de mentes, racionales y lógicas, perotambién puede ser —de hecho: es— fuente de su atractivo profundo para otros. En sumaravillosa novela Muerte en Venecia (unida ya para siempre a Visconti y Mahler, comoha estudiado magistralmente Federico Sopeña), señalaba, hace años, Thomas Mann que«las masas burguesas se regocijan con las figuras acabadas, sin vacilacionesespirituales; pero la juventud apasionada e irreverente se siente atraída por loproblemático». Confiemos en que esa «juventud apasionada e irreverente» no sea sólocuestión de edad.En nuestro país, Guillermo de Torre planteó esta cuestión encuadrándola dentro deun marco más amplio: la crisis del concepto de literatura, la crisis general de nuestraépoca. La conclusión del crítico era que «la literatura se ha hecho problemática», y asídebería ser estudiada; por eso tituló uno de sus libros más divulgados Problemática de laliteratura.Intentemos no ponernos apocalípticos: tes esto una novedad de nuestro tiempo? ¿Hahabido alguna época en la cual la literatura no haya sido, en lo íntimo, problemática? Porsupuesto, esos problemas adquieren, hoy, tonalidades distintas, matices peculiares, deacuerdo con los cambios —objetivos, demostrables— que se han producido en nuestromundo, y podemos entenderlos, ya, de modo algo distinto. Pero, en el fondo, ¿no eraproblemática la literatura para Juan Ruiz, para el innominado autor del Lazarillo, paraQuevedo?Bastará un paso más —y muy lógico, por cierto— para afirmar, como hace JeanTortel, que la literatura es tan oscura como el hombre, que vive en la contradicción. Aestas alturas, no parece que esta idea, con la que nos han familiarizado tantas corrientesdel pensamiento contemporáneo, resulte escandalosa o intolerable; simplemente,debemos aceptarla, a la vez, como nuestra miseria y nuestra grandeza.«El objeto de la literatura es indeterminado, como el de la vida», escribía Paul Valéryhace cuarenta años. Pero no se trata sólo de un objeto. Admitamos, sin más, que laliteratura, como toda obra humana, como el hombre, vive en la contradicción. Y que nosinteresa en la medida en que es problemática.8

Andrés AmorósIntroducción a la literaturaUN ARTEEn un trabajo justamente famoso, Robert Escarpit ha intentado precisar el término«literatura», desde sus orígenes hasta las distintas acepciones que se le han dado, a lolargo de los siglos: la cultura, la condición del escritor, las «belles—lettres», las obrasliterarias, la historia literaria, la ciencia literaria. En la segunda mitad del siglo XVIII seprodujo un cambio semántico decisivo: la palabra pasó a designar una actividad de unsujeto y, de ahí, un conjunto de objetos. Ya a fines del siglo, pasó a referirse al fenómenoliterario en general, no circunscrito por naciones: «literatura» llega así a ser la designacióngenérica que abarca todas las manifestaciones del arte de escribir.Por supuesto, hablamos hoy de «literatura» refiriéndonos al conjunto de obrasliterarias de un país (literatura griega, inglesa); de una época (literatura medieval,contemporánea); de un género (literatura dramática, didáctica). Del mismo modo,podemos referirnos, también, al estudio y análisis de la creación literaria.Para no perdernos en matices semánticos ni en teorías discutibles, quizá convengabuscar un punto de partida más firme. Ante todo, recordemos que no estamos tratando deabstracciones sino de obras concretas, producidas por el hombre. Rafael Lapesa nosproporciona la fórmula, sencilla y clásica: «Obra literaria es la creación artística expresadaen palabras, aun cuando no se hayan escrito, sino propagado de boca en boca».Me interesa mucho subrayar esto: la literatura es una de las bellas artes y sesingulariza, dentro de ellas, por emplear como instrumento expresivo la palabra. Estopuede parecer elemental y hasta obvio. Sin embargo, no creo innecesario recordarlo;sobre todo ahora, cuando, huyendo como la peste del término «arte», muchos se limitan apresentarla como una superestructura, un simple reflejo de fenómenos sociales o unjuego deshumanizado de estructuras y formas abstractas.Obra de arte hecha con palabras. Pero, ¿qué quiere decir esto? ¿A qué arte y a quépalabras nos estamos refiriendo? ¿No estaremos poniendo unos límites demasiadorígidos para la realidad múltiple de las obras literarias? Creo que no, si lo interpretamoscon la adecuada perspectiva histórica.Al hablar de «arte» no estoy defendiendo, por supuesto, ningún criterio de selecciónrígidamente neoclásico, la sujeción a ninguna norma inmutable y excluyente. Todo locontrario. La experiencia histórica nos muestra de modo irrefutable cómo el concepto dearte ha variado a lo largo del tiempo y, especialmente, se ha abierto a nuevasposibilidades en la época contemporánea. Es bien sabido cómo, a partir de Duchamp, laintención —y no la conformidad con cualquier canon o regla previos— convierte enartístico a un objeto; y, como ejemplo llamativo, los botes de sopa Campbell's o lasbotellas de Coca—Cola tienen valor estético en el pop—art norteamericano.Pero me interesa especialmente el tema de «las palabras». Ante todo, no es cierto —como suele creerse— que las palabras malsonantes hayan entrado en la literatura sólo enla época contemporánea. Basta con asomarse a las tragedias o comedias deShakespeare, por ejemplo, para comprobar cómo la libertad verbal va unida lógicamenteal reflejo de la vida cotidiana o a la exasperación de las pasiones. En el ámbito español,La lozana andaluza basta y sobra como ejemplo. Es cierto, sin embargo, que el gustoneoclásico suponía un criterio de selección, tanto en los temas como en la forma.Una anécdota histórica puede resultar ilustrativa. Se dice que, a comienzos del sigloXIX, una representación del Otelo provocó en París cierto escándalo por la mención del.9

Andrés AmorósIntroducción a la literaturapañuelo de Desdémona. Queda claro, aquí, que el criterio no era sólo de moralidad oinmoralidad, sino de mantener un tono noble, adecuado a los sentimientos trágicos.Para no generalizar indebidamente, no cabe olvidar que el ilustrado siglo XVIII ofrecedos caras, la ejemplar y la libertina; en España, por ejemplo, el puritano Jovellanos frenteal Arte de las putas, de Nicolás Moratín, o El jardín de Venus, de Samaniego.En cualquier caso, parece claro que el proceso de la literatura en los siglos XlX y XXes el de una progresiva apertura en la inclusión de términos malsonantes, obscenos,escatológicos, etc. Una de las novedades que proclama el Romanticismo es la sinceridad,la verdad. Para Vigny, por ejemplo, «la verdad debe ser elevada a potencia superior eideal». Según eso, el nuevo estilo que propugnan los románticos está hecho de verdad ylibertad, supone romper con los tabúes de lo tradicionalmente considerado como correcto.Por supuesto, esta progresiva apertura en lo literario coincide de modo natural con laevolución de las costumbres, con la quiebra del puritanismo. En Galdós, pese a surealismo, la profundidad en el análisis del alma humana va unida al extremo pudorlingüístico; sus novelas están llenas de pintorescos eufemismos. Por eso, el Naturalismopropugnará, entre otras cosas, una mayor crudeza en la expresión de lo fisiológico.A partir de ahí. todos los «ismos» de nuestro siglo han supuesto, entre otras cosas,una ampliación de lo aceptado como artístico: situaciones y palabras. A veces, como en elfamoso «Merde!» que inicia el Ubu, de Jarry, se trata de escandalizar a losbienpensantes. En general, no es sino un intento de reflejar más verazmente la auténticarealidad. Y, por supuesto, en los casos de talento literario (Henry Miller, por ejemplo, oCamilo José Cela), con materiales en principio no elevados se pueden construir obrasliterarias de gran belleza.Resulta curioso comprobar cómo, a lo largo de nuestro siglo, todas las sucesivasvanguardias estéticas han acusado a la lite

Para otros, en cambio, la literatura es uno de los grandes placeres que ofrece la vida. Así opino yo , al margen de mi profesión. Y me da pena la gente que se lo pierde. . el place r y la compañía que nos da, siempre, la buena literatura. ANDRÉS AMORÓS Madrid, agosto 1987 . Andrés Amorós Introducción a la literatura 7

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