Cuentos De Grimm

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cuentos de GrimmIlustraciónClaudia RuedaTraducciónIván HernándezL ib ertay O rd e nL ib ertay O rd e n

Ministerio de Cultura de ColombiaMariana Garcés Córdobaministra de culturaMinisterio de Educación NacionalMaría Fernanda Campo Saavedraministra de educacióneditor y traductorIván Hernándezcoordinadora editorialJenny Alexandra Rodríguezdiseñador editorialNeftalí VanegasilustracionesClaudia Ruedacomité editorialConsuelo Gaitán, Iván Hernández,Moisés Melo y Jorge Orlando MeloPrimera edición, 2013isbn: 978-958-8827-06-3 Ministerio de Cultura. Derechos patrimoniales reservadossobre las ilustraciones de Claudia Rueda y lastraducciones de Iván Hernández.Material de distribución gratuita. Los textos son de losHermanos Grimm que pertenecen al dominio público.El Ministerio autoriza la reproducción física y digital dellibro incluyendo ilustraciones en casos en que no hayafines de lucro; para cualquier otro uso de éstas se requiereautorización del Ministerio de so en: diciembre de 2013Impreso por: Imprenta Nacional de Colombia

ÍndiceCaperucita Roja. 4Blanca Nieves. 9Hansel y Gretel. 19La bella durmiente. 29

Caperucita Roja4Érase una vez una niña encantadora a quien todo el mundo quería, pero sobretodo su abuela, quien no encontraba cómo complacerla. En una ocasión le regalóuna caperuza de terciopelo rojo. Resulta que la niña se veía tan bien con ellaque todos los días y a toda hora quería usarla; así que desde entonces la llamaronCaperucita Roja.Un día su madre le dijo:–Ven Caperucita, toma esta torta y esta botella de vino. Llévaselas a tu abuela.Está débil y enferma, y esto le hará bien. Sé muy amable y dale mis saludos.Compórtate bien en el camino, no abandones el sendero, pues si te caes, labotella se romperá, y entonces no tendrías nada para llevarle a tu abuela enferma.Caperucita Roja prometió obedecer a su madre. La abuela vivía en el bosque amedia hora del pueblo. No bien Caperucita se adentró en el bosque un lobo se leacercó. Ella no sabía lo malo que era ese animal, de modo que no sintió miedo.–Buenos días, Caperucita Roja.–Buenos días, lobo.–¿A dónde vas tan temprano, Caperucita?–A casa de mi abuela.–¿Y qué llevas en el delantal?

–La abuela está enferma y débil, así que le llevotorta y vino. Ayer horneamos y con seguridad que lesentará muy bien.–Caperucita, ¿dónde vive exactamente tu abuela?–Su casa queda a no menos de un cuarto de horade aquí, en el bosque; justo debajo de los tres árbolesde roble. La casa tiene un seto de castaños. Conseguridad que conoces el lugar –comentó Caperucita.El lobo entonces pensó: “No cabe duda de queaquí tengo un buen manjar. Sin embargo, deboproceder con cautela”. Así que dijo a la niña:–Oye Caperucita: ¿has visto los capullos queflorecen en el bosque?, ¿por qué no les das unamirada? Con seguridad que tampoco has oído loscantos tan lindos de los pajaritos. Caminas como siestuvieras yendo a la escuela. ¡Ay, qué bellezas las quese ven en el bosque!Caperucita Roja abrió los ojos y vio cómo el sol secolaba por entre los árboles, y cómo el suelo estabacubierto de flores; entonces pensó: “Si llevo un ramode flores a la abuela se alegrará mucho. De todosmodos aún es temprano y volveré a casa a tiempo”.Así que se apartó del camino y se puso a recogerflores. Cada vez que cortaba una pensaba que unpoco más allá encontraría otra más bonita, y corríatras ella, adentrándose más y más en el bosque. Ellobo en cambio corrió derecho a la casa de la abuelay tocó la puerta.–¿Quién llama?–Soy yo, Caperucita Roja. Te traigo un pastel y unpoco de vino. Ábreme la puerta.–Baja el picaporte. Estoy demasiado débil paralevantarme.El lobo bajó el picaporte y la puerta se abrió.Entró en la casa, se dirigió a la cama de la abuela y sela comió. Luego se vistió con la ropa de la abuela, sepuso la cofia, se metió entre la cama y cerró las cortinas.

6Entretanto Caperucita había estado recogiendo tantas flores como fue capazde cargar. Sólo entonces se dirigió a casa de la abuela. Cuando llegó se encontró,para sorpresa suya, con que la puerta estaba abierta. Entró a la sala y encontrótodo tan extraño que pensó: “Dios mío, ¿por qué estoy tan asustada? ¡Siempreme he sentido tan bien aquí!”. Se dirigió a la cama y descorrió las cortinas. Laabuela estaba acostada con la cofia cubriéndole la cara; tenía una mirada tanextraña. Entonces Caperucita le dijo:–¡Ay, abuela, qué orejas tan grandes tienes!–¡Para oírte mejor!–¡Ay, abuela, qué ojos tan grandes tienes!–¡Para verte mejor!–¡Ay, abuela, qué manos tan grandes tienes!–Para cogerte mejor.–¡Ay, abuela, qué boca tan grande tienes!–¡Para comerte mejor!No bien terminó, saltó de la cama y se tragó a la pobre Caperucita Roja.Una vez el lobo se comió su manjar, se metió de nuevo en la cama, se quedódormido y empezó a roncar fuertemente. En ese momento pasaba un cazador,a quien le pareció muy raro que la abuela roncara de ese modo, así que decidióechar una mirada. Entró al cuarto y allí se encontró con que en la cama de laabuela se hallaba el lobo al que buscaba desde hacía tanto tiempo. “Se ha tragadoa la abuela, pero es probable que ella todavía pueda salvarse. No le dispararé”.Tomó pues unas tijeras y empezó a cortarle la panza al lobo. No había dado másque unos pocos cortes cuando alcanzó a ver la caperucita roja. Cortó un pocomás, y la niña entonces saltó y gritó: –Ay, qué asustada estaba. Qué oscuridadhabía dentro del lobo!–; y luego, también la abuela salió viva.Caperucita buscó entonces unas piedras muy pesadas, y con ellas rellenó labarriga del lobo; así que cuando el lobo se despertó, trató de salir corriendo, perolas piedras eran tan pesadas que se cayó y se mató. Y entonces los tres se pusieronmuy felices. El cazador le quitó la piel al lobo y se la llevó. La abuela se comióla torta y se bebió el vino que Caperucita había traído; y Caperucita pensó parasus adentros: “Jamás en mi vida volveré a apartarme del sendero para meterme albosque cuando mi mamá me lo haya prohibido”.

8También se cuenta que en otra ocasión Caperucita Roja tomó unos pastelespara llevárselos a su abuelita, cuando otro lobo se le acercó y le insinuó queabandonara el camino. Pero Caperucita no le obedeció sino que siguió adelante,camino de la casa de la abuela. Le contó entonces que se había topado con ellobo, que él la había saludado muy amable, pero que en su mirada había algopavoroso.–De no haber estado en medio de un camino por el que transita mucha gente,me habría comido.–Ven –dijo la abuela–; cierra la puerta con el picaporte, de modo que nopueda entrar.Un rato después el lobo tocó a la puerta y dijo:–Ábreme abuela, soy Caperucita Roja y te traigo unos pasteles.Adentro nadie le contestó, ni mucho menos le abrió la puerta. El lobo dioentonces varias vueltas alrededor de la casa, hasta que al fin decidió saltar altejado. Esperaría hasta cuando Caperucita saliera de la casa de la abuela esanoche para ir a la suya; entonces la seguiría, y cuando estuviera muy oscuro se lacomería. Pero la abuela adivinó sus intenciones.Al frente de la casa había una gran artesa de piedra; entonces la abuela dijo:–Toma un balde, Caperucita; ayer estuve cocinando unos chorizos. Trae en elbalde el agua en que los cociné.Caperucita estuvo pues cargando agua hasta que la gran artesa estuvo llena.Entonces el olor de los chorizos llegó hasta la nariz del lobo. Este olfateó ymiró hacia abajo; pero estiró tanto el cuello que no pudo sostenerse y comenzóa deslizarse y siguió resbalándose hasta que cayó en la artesa y se ahogó. YCaperucita Roja volvió alegre y feliz a su casa.

Blanca NievesUn día de crudo invierno, mientras los copos de nieve caían del cielo comoplumas, una reina se hallaba sentada hilando frente a una ventana cuyo marco erade ébano. La reina cosía distraída mientras miraba cómo caía la nieve, así que sepinchó un dedo con la aguja y tres gotas de sangre cayeron sobre la nieve; al verlo rojas y brillantes que lucían, se dijo: –¡Oh, si tuviera un bebé tan blanco comola nieve, tan rojo como la sangre y tan negro como la madera de este marco !No mucho después la reina tuvo una hija, cuya piel era tan blanca como lanieve, de labios tan rojos como la sangre, y el cabello tan negro como el ébano;así que le dio por nombre Blanca Nieves. Pero al nacer la niña, la reina murió.Pasó un año y el rey tomó de nuevo esposa. Se trataba de una mujer hermosa,pero orgullosa y presumida, incapaz de soportar que nadie fuese más hermosaque ella. La mujer tenía un espejo mágico, ante el cual se paraba a menudo, ymientras se miraba en él, le decía:–Espejito, espejito de mi corazón, dime, ¿quién es la más bella de esta región?A lo que el espejo respondía: –la más bella eres tú.La reina entonces se quedaba tranquila, pues sabía que el espejo siempre decíala verdad.9

10Pero Blanca Nieves crecía y de día en día era más hermosa; y al cumplir lossiete años era tan hermosa como el día, mucho más que la misma reina. De modoque un día la reina se paró ante el espejo y dijo:–Espejito, espejito de mi corazón, dime, ¿quién es la más bella de esta región?A lo que el espejo respondió: –Reina, eres muy bella en verdad, pero BlancaNieves lo es aún más.La reina sintió que se moría; se puso verde y amarilla de envidia; y desde esemomento no resistía ver a Blanca Nieves, y en su corazón fue creciendo el odio,así como crecen las malezas, y no volvió a tener sosiego ni de día ni de noche.Entonces, hizo llamar a un cazador y le dijo:–Llévate la niña al bosque, de manera que no vuelva a verla nunca más. Tienesque matarla y traerme su corazón en prueba de lo que has hecho.El cazador obedeció y se la llevó al bosque; pero cuando sacó su cuchillo paraatravesar el inocente corazón de Blanca Nieves, la niña comenzó a llorar y asuplicarle:–¡Ay, querido cazador, déjame vivir; me quedaré en lo más profundo delbosque, y nunca más regresaré a mi casa!Y como era una niña preciosa, el cazador se compadeció y le dijo: –Vete pues,niña linda–. Él estaba seguro de que las fieras salvajes la devorarían; y con eso sequitó un peso de su corazón.Precisamente en ese momento acertó a pasar un cervatillo, lo mató, ysacándole el corazón se lo llevó a la reina como prueba. El cocinero tuvo queadobarlo, y la malvada mujer se lo comió, creyendo que con ello había llegado elfin para Blanca Nieves.Mientras tanto la pobre niña se halló completamente sola en medio delbosque, muerta del miedo, aterrorizada incluso de las hojas de los árboles y sinsaber qué hacer. Comenzó entonces a correr sobre agudas piedras y a través dearbustos espinosos, y las bestias salvajes saltaban alrededor de ella sin hacerleningún daño. Corrió tanto como sus pies fueron capaces de sostenerla; y cuandola noche cayó, llegó a una casita y entró para descansar. Todo allí era muypequeño, pero tan limpio y bonito que no se podía pedir más. Había una mesitacubierta con un mantelito blanco, y también siete platitos y siete cuchillitos ysiete tenedorcitos, y junto a la pared se alineaban siete camitas, cubiertas porsiete colchas blancas. Blanca Nieves, que tenía hambre y sed, tomó de cada platitoun poco de verdura y de pan, y bebió de cada copita un poco de vino, pues noquería dejar a ninguno sin su porción. Luego se sintió tan cansada que quiso

acostarse en una cama, pero ninguna le quedóa la medida (una era demasiado larga, otrademasiado corta); hasta que al fin se acomodóen la séptima, se quedó allí tendida, rezó susoraciones y cayó profunda.Cuando ya la noche había caído, los dueñosde la casa llegaron. Se trataba de siete enanitos,que cavaban bajo la tierra en las montañas.Cuando prendieron sus siete lamparitas y lacasa se iluminó por todas partes, se dieroncuenta de que alguien había estado allí, puesnada estaba en el mismo lugar en el que lohabían dejado.El primero de los enanitos dijo:–¿Quién se ha sentado en mi sillita?El segundo dijo:–¿Quién ha comido de mi platito?El tercero dijo:–¿Quién ha cortado un pedazo de mipanecito?El cuarto dijo:–¿Quién ha comido de mi verdurita?El quinto dijo:–¿Quién ha utilizado mi tenedorcito?El sexto dijo:–¿Quién ha cortado con mi cuchillito?El séptimo dijo:–¿Quién ha bebido de mi tacita?Entonces el primero miró alrededor,y viendo que la cama tenía un hundido,preguntó: –¿Quién se ha acostado en micamita?–; y entonces los otros se acercarona las carreras y gritaron: –¡Alguien se acostótambién en nuestras camas!–. Pero cuandoel séptimo reparó en su camita, vio a BlancaNieves que dormía en ella profundamente.

12Entonces, como los otros se acercaron corriendo y con sus lamparitas iluminarona Blanca Nieves, les dijo:–¡Oh, Dios mío!, ¡oh, Dios mío! Qué niña más linda es ésta–, y se alegraronmuchísimo al darse cuenta de que no la habían despertado, y que la niña dormíaprofundamente. Entonces el séptimo de los enanitos durmió con sus camaradas,una hora con cada uno, hasta cuando la noche pasó.Al amanecer, cuando Blanca Nieves se levantó y vio a los siete enanitos, seasustó mucho; pero ellos la saludaron cariñosamente, quisieron saber cómo sellamaba y ella les dijo que Blanca Nieves; entonces le preguntaron cómo habíallegado a la casa. La niña les contó que su madrastra había pretendido que lamataran, y que el cazador le había salvado la vida; y cómo ella había corridotodo el día hasta que al llegar la noche había encontrado la casita. Entonces losenanitos le dijeron:–Si tú nos cuidas la casa, y nos cocinas, y nos lavas, y nos tiendes las camas ynos remiendas y nos coses, y mantienes la casa linda y bonita, puedes quedarteaquí y nada te faltará.–Sí –respondió Blanca Nieves–, lo haré con todo mi corazón.Así que se quedó en la casita y la mantuvo en orden y muy limpia, tal comoellos se lo habían pedido.

En la mañana los enanitos salían para la montaña en busca de oro, y cuandovolvían en la tarde la cena estaba lista y calientica. Durante todo el día la niñapermanecía sola en casa, así que los enanitos le advirtieron:–Cuídate de tu madrastra, pronto sabrá que te encuentras aquí, así que nodejes entrar a nadie.A todas éstas, la madrastra, convencida de que se había comido el corazón deBlanca Nieves, estaba muy tranquila pensando que ella era la más hermosa delreino. Un día se despertó con ganas de oír a su espejo; lo tomó en las manos y ledijo:–Espejito, espejito de mi corazón, ¿quién es la más bella de esta región?A lo que el espejo respondió:–Reina, aunque tú eres muy buena moza, Blanca Nieves, la que vive con losenanitos en la mitad del bosque, es la más hermosa.La reina se puso entonces furiosa, pues sabía que el espejo jamás mentía; nocabía duda de que el cazador la había engañado, y que Blanca Nieves seguía viva.Pensó y caviló mucho en la forma de terminar para siempre con BlancaNieves, ya que sabía que hasta tanto no volviera a ser la máshermosa no tendría sosiego.Al cabo, se ideó un plan: se tiñó el rostro yse vistió como una vendedora, de tal maneraque nadie la reconociera. Disfrazada de esemodo, atravesó las siete montañas hastaque llegó a la casa de los siete enanitos,golpeó a la puerta y gritó:–¡Vendo mercancía muy bonita Vendo mercancía muy bonita!Blanca Nieves se asomó a laventana y preguntó:–¿Qué es lo quevende buenamujer?

–Buenas mercancías, lindas mercancías.Cintas de todos los colores –y sacó una cintatejida con sedas de todos los colores.“No tengo por qué temer si dejo entrar aesta mujer”, pensó Blanca Nieves; y abrió lapuerta y le compró la cinta.–Oh, niña, qué hermosa eres, acércate y teayudaré a ponerte la cinta.Blanca Nieves no sospechaba nada. Asíque se acercó, inclinó la cabeza y dejó que lepusieran la cinta; pero la vieja le hizo un nudoy lo apretó tanto que la niña se desmayó y quedócomo si estuviera muerta.–Así está bien. Ahora verás si sigues siendo lamás hermosa –dijo la vieja echando a correr.No mucho después, a la hora de la cena, lossiete enanitos llegaron a la casa. Hay que vercómo se asustaron al ver a Blanca Nieves tiradaen el suelo, sin moverse, como si estuvieramuerta; la levantaron, y al darse cuenta delo apretada que estaba la cinta, la cortaron;un momento después la niña comenzó arespirar, y poco a poco recobró el aliento;y cuando se enteraron de lo que habíasucedido, le dijeron:–La vieja vendedora no era otra que lamalvada reina; debes cuidarte de no dejarentrar a nadie a la casa mientras nosotros noestemos por aquí.Y en cuanto a la reina, no bien llegó a sucasa se puso delante del espejo y dijo:–Espejito, espejito de mi corazón¿quién es la más bella de esta región?A lo que el espejo respondió igualque antes: –Reina, a pesar de queeres muy buena moza, Blanca Nieves,

la que vive en el bosque con los siete enanitos, es milveces más hermosa.Al oír esto la reina se asustó tanto, que el corazónle dio un vuelco en el pecho; eso significaba que BlancaNieves seguía aún con vida.–Pero ahora –se dijo–, me idearé algo que la aniquile.Y con unas brujerías que conocía, fabricó un peine envenenado. Se disfrazóluego de tal modo que parecía, completamente, otra vieja mujer. Así que atravesólas siete montañas y llegó a la casa de los siete enanitos, tocó a la puerta y llamó:–Vendo buenas mercancías Vendo buenas mercancías.Blanca Nieves se asomó a la ventana y dijo: –Ándate, esta vez no dejaré entrara nadie.–Está bien. Sin embargo, me imagino que no te han prohibido mirar –dijola vieja, mientras sacaba el peine envenenado y se lo mostraba. A la niña legustó tanto el peine que estuvo tentada a abrir la puerta; una vez el trato estuvocerrado, dijo la vieja:–Ahora verás cómo queda tu pelo –y la pobre Blanca Nieves, sin ningúntemor, dejó que la mujer le hiciera las trenzas; pero no bien el peine tocó elcabello, el veneno comenzó a surtir efecto, y la niñita cayó sin sentido.–Ahora sí, dechado de belleza, este es tu fin –dijo la perversa mujer y se marchó.Quiso la suerte que los enanitos llegaran a la casa poco antes de queamaneciera. Cuando vieron a Blanca Nieves tirada en el suelo como muerta,no dudaron de que se trataba de otra maldad de la madrastra, y muy pronto sedieron cuenta del peine envenenado; y más tardaron en quitárselo, que BlancaNieves en volver en sí y contarles todo lo sucedido. Entonces le repitieron unay otra vez, hasta el cansancio, que debía ser precavida y no permitir que nadiecruzara la puerta de la casa.Por su parte, la reina llegó a su casa, se paró ante el espejo y dijo:–Espejito, espejito de mi corazón ¿quién es la más bella de esta región?A lo que el espejo respondió igual que antes: –Reina, a pesar de que eres muybuena moza, Blanca Nieves, la que vive en el bosque con los siete enanitos, es milveces más hermosa.Al oír las palabras del espejo, la reina se estremeció de la ira: –Blanca Nievesmorirá, no importa si me cuesta la vida–. Y entonces se dirigió a una habitaciónsecreta y solitaria, que sólo ella conocía, y preparó una manzana envenenada.Era tan linda, tan blanca y rosada, que todo aquél que la mirara daría lo que15

fuera por morderla; pero también tan venenosa, quebastaba con probarla para morir de inmediato. Unavez la manzana estuvo envenenada se pintó la cara yse vistió como una campesina, y atravesando las sietemontañas se dirigió a la casa de los siete enanos.Y cuando golpeó a la puerta, Blanca Nieves sacóla cabeza por la ventana y dijo: –No dejaré entrar anadie, los siete enanos me lo han prohibido.–Está bien –respondió la mujer–, en otra partevenderé mis manzanas. No obstante, te regalaré una.–No –dijo Blanca Nieves–, no debo aceptar nada.–¿Temes que esté envenenada? –preguntó lamujer. –Mira, la cortaré en dos mitades; te daré a tila parte roja, y yo me quedaré con la blanca–. Pero lamanzana estaba preparada de tal manera que sólo laparte roja tenía veneno. A Blanca Nieves se le hacíaagua la boca mirando su mitad; de modo que cuandovio que la campesina se comía su parte, no se aguantósino que extendió el brazo, tomó su parte y se la llevóa la boca. No había acabado de tragársela, cuandocayó al piso sin vida. La reina entonces, mirándola deun modo terrible, soltó una carcajada y gritó:–¡Tan blanca como la nieve,Tan roja como la sangre,Tan negra como el ébano!Esta vez los enanos no podrán hacer nada parasalvarte.Y cuando llegó a su casa se paró ante el espejo ypreguntó:–Espejito, espejito de mi corazón, ¿quién es la másbella de esta región?A lo que el espejo respondió: –Tú, reina, eres lamás bella de la región.Sólo entonces su envidioso corazón tuvo paz.

Cuando los enanitos llegaron esa noche asu casa, encontraron a Blanca Nieves tiradaen el suelo; no respiraba y estaba muerta. Lalevantaron, buscaron si estaba envenenada, lecortaron las cintas, la peinaron, la lavaron conagua y vino, pero todo fue en vano: la niñaestaba muerta y muerta siguió.Entonces la acostaron en un féretro, sesentaron alrededor, y la lloraron por tres díasseguidos. Luego, pensaron en enterrarla; perose la veía tan lozana, sus mejillas tan bellasy sonrosadas, que decidieron que no debíansepultarla bajo la negra tierra. Hicieron entoncesun ataúd de cristal, que se pudiera ver por todoslos lados; la colocaron en él y escribieron sunombre en letras de oro; y debajo pusieronque era la hija de un rey. Llevaron el ataúd a lacima de una montaña, y uno de ellos permanecíasiempre a su lado haciendo guardia.Los pájaros venían a verla y se lamentaban;primero un búho, luego un cuervo, y porúltimo una palomita. Por mucho tiempo BlancaNieves permaneció en el ataúd sin que seadvirtiera ningún cambio, sólo como si durmieraprofundamente, pues aún era tan blanca como lanieve, tan roja como la sangre, y su cabello tannegro como el ébano.Un día, sin embargo, sucedió que el hijo de unrey que cabalgaba por el bosque llegó a la casade los enanos y divisó el ataúd en la cima delmonte; se acercó y vio a Blanca Nieves que yacíaen él, y leyó lo que estaba grabado en letras deoro. Entonces, dijo a los enanos:–Dadme el ataúd y a cambio os concederélo que queráis –pero los enanos le contestaronque no se lo darían ni siquiera por todo el orodel mundo. A lo que el príncipe respondió:–Os lo suplico; no podría vivir sin contemplar

18a Blanca Nieves. Si me concedéis este favor, tendréis todoslos honores y cuidaré de vosotros como si fuerais mishermanos.Al oírle hablar así, los enanos se compadecieron delpríncipe y le dieron el ataúd; el príncipe llamó a sus siervosy les ordenó que lo cargaran sobre sus hombros. Entoncessucedió que en el camino tropezaron con un arbusto,y fue tal la sacudida que la manzana envenenada salióexpulsada bruscamente de su garganta. Blanca Nieves notardó mucho en abrir los ojos, levantó la tapa del ataúd, seincorporó y dijo:–¡Oh, Dios mío ¿Dónde estoy?Lleno de alegría, el hijo del rey le respondió:–Estás cerca de mí–. Y le contó todo lo que habíasucedido. Luego le dijo: –Te quiero más que a nada en elmundo. Ven conmigo al castillo de mi padre y serás miprometida.Blanca Nieves aceptó feliz y se fue con él; y elmatrimonio se celebró con mucha pompa y mucho lujo.Pero la perversa madrastra fue también invitada a laboda; se puso un hermoso vestido y se contempló en elespejo.Luego, muy tranquila, le preguntó:–Espejito, espejito de mi corazón ¿quién es la más bellade esta región?A lo que el espejo respondió igual que antes: –Reina, apesar de que eres muy buena moza, Blanca Nieves, la jovennovia, es mil veces más hermosa.Fue tal su disgusto, que la malvada mujer se puso fuerade sí. Primero pensó en no asistir al matrimonio; peropronto se dio cuenta de que nunca más tendría paz si noveía a la novia. Y cuando la vio, de inmediato la reconoció;pero no pudo moverse de su sitio, tales eran su rabia y suterror; pues para entonces ya le tenían preparados unoszapatos de hierro ardiente, con los que fue obligada a bailarhasta caer muerta.

Hansel y GretelEn el lindero de un gran bosque vivía un pobre leñador, con su esposa y susdos hijos, llamados Hansel y Gretel.En la casa del leñador casi que no había qué comer ni qué beber. En unaocasión la región tuvo tal carestía, que el pobre hombre ahora sí que no pudoganarse ni siquiera el pan de cada día. Así que una noche, mientras daba vueltasen la cama pensando en la mala situación, suspiró profundamente y dijo a sumujer:–¿Qué será de nosotros? Ni siquiera tenemos con qué alimentar a nuestroshijos; entonces, ¿qué quedará para nosotros?–Te diré qué haremos, esposo mío –respondió la mujer–; llevaremos a losniños temprano en la mañana a la parte más espesa del bosque; les haremos unafogata y les daremos un mendruguillo de pan a cada uno; después, nosotros nosiremos a trabajar y los dejaremos solos; con seguridad que no podrán encontrar elcamino de regreso a casa y así nos libraremos de ellos.–No, mujer –respondió el hombre–, soy incapaz de hacer eso; no tengocorazón para abandonar a mis hijos en la mitad del bosque; los animales delbosque darán cuenta de ellos.–¡No seas necio!; entonces los cuatro moriremos de hambre; debías pues19

20alistar los ataúdes–. Y con esa cantinela lo atormentó hasta que él estuvo deacuerdo.–Sin embargo, los pobres niños me dan tanta lástima A todas éstas, el hambre tampoco había dejado dormir a los niños; así queescucharon lo que la madrastra había dicho a su padre. Gretel, entre amargossollozos, le dijo a Hansel: –Para nosotros ahora sí todo terminó.–Quédate tranquila, Gretel, algo me idearé para salir del aprieto.Y cuando los padres se quedaron dormidos, Hansel se levantó, se puso suabrigo, abrió la puerta trasera de la casa y se deslizó afuera. La luna brillaba y losguijarros blancos que había cerca a la puerta parecían monedas de plata. Hanselse agachó y recogió tantos guijarros cuantos le cupieron en los bolsillos de suabrigo. Luego regresó a la casa y le dijo a Gretel:–No te aflijas, hermanita, duerme tranquila; el Señor no nos abandonará –yvolvió a meterse entre las cobijas.Al romper el día, cuando todavía el sol no acababa de salir, la mujer entró ydespertó a los niños, diciendo: –¡Arriba, perezosos! Vamos al bosque a cortarleña–; luego les dio un mendrugo de pan, mientras les decía: –Esto es para elalmuerzo. No se lo coman antes, es todo lo que hay.Gretel se guardó el mendrugo en el delantal, pues Hansel tenía los bolsillosllenos de guijarros. Luego tomaron el camino del bosque. Apenas habíancaminado un poquito, Hansel se paró y miró hacia la casa; y así siguió haciendohasta que su padre le dijo:

–¿Qué es lo que tanto miras Hansel? ¡Camina, no se te olvide para qué sirvenlas piernas!–Ay, padre –dijo Hansel–, estoy mirando a mi gatito blanco que está sentadosobre el tejado diciéndome adiós.–No seas tonto, no es tu gatito sino el sol de la mañana que se refleja en lachimenea–. Por supuesto que Hansel no estaba mirando su gato, sino que cadavez que se detenía dejaba caer un guijarro en el camino.Una vez estuvieron en mitad del bosque el padre les dijo a los niños querecogieran leña seca e hicieran una fogata para calentarse; Hansel y Gretelreunieron un pequeño montón de leña seca; luego le prendieron fuego, y cuandolas llamas estuvieron a bastante altura, dijo la mujer:–Ahora niños, acuéstense junto al fuego y descansen. Nosotros iremos a cortarmás leña; cuando tengamos suficiente, vendremos a recogerlos.Así pues, Hansel y Gretel se sentaron junto al fuego, y al mediodía se comiócada uno su pedacito de pan. Como oían los golpes del hacha no dudaban deque su padre se hallaba cerca; pero no era así: lo que oían era una rama seca quegolpeaba contra el tronco de un árbol. Al cabo de un rato los ojos se les fueroncerrando de cansancio, así que cayeron en un sueño profundo.Cuando se despertaron, era ya de noche; Gretel comenzó a llorar y dijo:–¿Cómo podremos salir del bosque?–. Pero Hansel la consoló diciéndole:–Aguardemos un poco, hasta que la luna salga, entonces nos será fácil encontrar elcamino de regreso–. Y cuando la luna llena brilló en el cielo, Hansel tomó de la21

mano a su hermanita, y siguió el senderoque le mostraban las piedrecitas al brillarcomo monedas recién hechas. Caminaronla noche entera, y sólo al amanecerllegaron a la casa de su padre. Tocaronentonces a la puerta, y cuando lamujer abrió y se dio cuenta de queeran ellos, dijo:–¡Pero qué malos son ustedes! ¿Porqué han dormido tanto? Pensamosque nunca más regresarían.El padre en cambio se sintió muyfeliz, pues estaba muy triste porhaberlos dejado solos en el bosque.No pasó mucho tiempo hastaque la escasez volvió; una noche losniños escucharon que la mujer ledecía al leñador:–Otra vez se nos ha acabado todo;sólo nos queda medio pan; cuando noslo comamos, todo habrá terminado.Los niños tienen que irse. Esta vez nosinternaremos aún más en el bosque, demodo que no puedan hallar el caminode regreso; no hay nada más que hacer.El hombre se entristeció mucho;pensaba para sí: “Sería mejor compartircon ellos el último mendrugo”. Perola mujer no quiso oír ninguna de susrazones, se burló de él y le hizo todaclase de reproches:–Quien dice A una vez, tiene quedecir B otra; y cuando un hombre cedeuna vez, tiene que volver a hacerlo.Pero como los niños estabandespiertos, oyeron toda la conversación.Cuando los padres se durmieron, Hansel

se levantó pensando en salir y recoger guijarros otra vez; pero la mujer habíaechado cerrojo a la puerta, de modo que el niño no pudo salir; sin embargo,consoló a su hermana diciéndole:–No llores Gretel; duerme tranquila, Dios nos ayudará.Muy temprano en la mañana la esposa vino y sacó a los niños de la cama. Lesdio a cada uno un mendrugo de pan (esta vez más pequeño que el anterior);y mientras caminaban hacia el bosque, Hansel fue desmenuzándolo entre elbolsillo y regando las migajas en el suelo.–Hansel, ¿por qué te detienes y miras hacia atrás? –preguntó el padre.–Estoy mirando a mi palomita, que está en el tejado y me dice adiós –respondióHansel.–No seas tonto –dijo la mujer–, no es una palomita sino un rayo de solmañanero que brilla en la chimenea.Pero Hansel siguió regando las migajas mientras caminaba.La mujer condujo a los niños a la mitad del bosque, tan adentro, que jamás losni

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1. Grimm, Hermann, “Los hermanos Grimm” en Grimm, Jacob y Wilhelm, Cuentos de niños y del hogar, Introducción Hermann Grimm, Traducción de María Antonia Seijo Castroviejo, Madrid, Anaya, 1985, p. 17 [Todas las traducciones que aparecen

Cuentos Completos Por Hermanos Grimm. EL REY-RANA O EL FIEL ENRIQUE En aquellos remotos tiempos, en que bastaba desear una cosa para tenerla, vivía un rey que tenía unas hijas lindísimas, especialmente la menor, la cual . los cortesanos, comiendo en su platito de oro, he aquí que plis, plas, plis, plas

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