CRIPTONOMICÓN: El Código Enigma (Volumen I)

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CRIPTONOMICÓNVolumen 1EL CÓDIGO ENIGMANeal StephensonSIDERA VISUS05/11/20102 Página

PresentaciónResulta del todo imposible hacer una presentación cabal y completa deCRIPTONOMICÓN, la novela de Neal Stephenson que se está convirtiendoya en el nuevo libro de culto de los hackers y cuya primera partepresentamos ahora en España.Como la anterior novela de Neal Stephenson, LA ERA DEL DIAMANTE:MANUAL ILUSTRADO PARA JOVENCITAS (1995, NOVA ciencia ficción,número 101), CRIPTONOMICÓN es un inusual tour de force narrativo, estavez con su ameno y ágil ir y venir de la Segunda Guerra Mundial a nuestropresente, tomando como hilo conductor un tema que puede parecer tanárido e inhóspito como la matemática y sus aplicaciones criptográficas.Afortunadamente, Stephenson, conocedor como pocos del complejo y ricomundo de los hackers informáticos de hoy, es capaz de transmitirnos lariqueza y la peripecia intelectual del empeño de sus protagonistas sindificultad alguna y con un abundante lujo de detalles humorísticos enbrillantes guiños irónicos al lector.La trama de esta apasionante novela se centra en tres peripeciashumanas claramente interrelacionadas. En 1942, Lawrence PritchardWaterhouse, un genio matemático y capitán de la Marina estadounidense,colabora con Alan Mathison Turing y los especialistas británicos deBletchley Park en el trabajo de descifrar los códigos de las potencias delEje. Sesenta años más tarde, la empresa de su nieto y también brillantecriptohacker, Randy Lawrence Waterhouse, proyecta crear, en una isla delsureste asiático, la Cripta: un nuevo paraíso de datos y el mayorexponente de la libertad informática. Y, como un complementario lazo deunión entre los dos Waterhouse, CRIPTONOMICÓN se detiene también enla peripecia del eficiente marine Bobby Shaftoe, compañero del capitánLawrence en la Segunda Guerra Mundial y abuelo de una colaboradora deRandy en el presente.Evidentemente, si la matemática de los primeros criptoanalistas tuvo quesometerse a las necesidades de la Segunda Guerra Mundial, el proyectode la Cripta de datos de nuestro presente ha de verse condicionado porlas normas y leyes no escritas de las altas finanzas internacionales y porel nuevo juego de poder que permiten las infotecnologías. La aventura,intelectual y humana, está servida.Resulta imposible resumir las complejas intrigas que llevan al Waterhousedel presente a la caza de un tesoro submarino perdido en el Pacífico altiempo que, con honestidad de hacker, defiende los intereses de suempresa, Epiphyte Corporation. Por su parte, el otro Waterhouse seenfrenta a la complejidad de los códigos de las potencias del Eje y, lo másimportante, intenta lograr que el enemigo no descubra que han sidodescifrados incluso los códigos obtenidos gracias a la ayuda de máquinascomo la alemana Enigma.3 Página

Con la presencia de una figura histórica como Alan Turing, Stephensonescribe en CRIPTONOMICÓN la novela de la gran aventura intelectual quesupone la creación de la informática europea (máquina universal deTuring, ordenador Colosus, etc.), al mismo tiempo que, en las peripeciasde Randy, se nos descubre el mundo de los hackers, sus preocupacionesy, también, los negocios y las complejas relaciones de poder en que llegana verse envueltos incluso a su pesar.Hay en CRIPTONOMICÓN un tono que exige la atención del lectorinteligente (y no me refiero a la presencia esporádica de algunas fórmulasmatemáticas que, según se dice, habrían molestado y mucho al editor deStephen Hawking). Se trata de una complicidad muy especial a la que sepresta el personal estilo narrativo de Stephenson, un cuidadoso respetohacia la capacidad e inteligencia del lector. Me gustaría creer que se trataprecisamente de la esencia de la mejor ciencia ficción ya que, aunqueNOVA es una colección editorial habitualmente dedicada a la cienciaficción, no se me oculta que muchos lectores podrían preguntarse qué hayde ciencia ficción en una novela como CRIPTONOMICÓN.La mejor respuesta la ofrece el mismo autor. En una entrevista de LOCUS(agosto 1999) Stephenson decía: «Existe una particular forma de abordarel mundo típica de la ciencia ficción que no tiene nada que ver con elfuturo. Ni siquiera ha de estar en el futuro. De niño, yo leía antologías derelatos de ciencia ficción: podían tener diez relatos sobre cohetesespaciales y pistolas de rayos y, después, encontraba algún extraño relatode Robert Bloch que ocurría en alguna ciudad durante los años cincuenta,sin elementos de ciencia ni el contenido tradicional de la ciencia ficciónpero que, en la mente del lector, era claramente ciencia ficción. Partía deese enfoque de la ciencia ficción: el convencimiento de que las cosaspodrían haber sido diferentes; que éste es uno de los muchos mundosposibles; que, si vienes a este mundo desde otro planeta, éste sería unmundo de ciencia ficción.»Ésa es la idea. Incluso hoy, la informática y la matemática subyacenteson, para muchos, un mundo de ciencia ficción. Un mundo del que tal vezse extraen resultados pero del que no se conocen las reglas ni losfuncionamientos internos. El saber popular (sea eso lo que sea) quiereque los matemáticos, al igual que los hackers, sean personas extrañas,preocupadas por temas que al común de los mortales resultan un tantoesotéricos y más bien misteriosos pese a los resultados tangibles que deellos se obtienen.Describirnos ese mundo y su intrínseca humanidad es uno de los mayoreslogros de Stephenson en una novela de gran amenidad, larga y repleta deanécdotas que, al mismo tiempo, puede recordar a algunos ese ingenuo«instruir deleitando» que el doctor Miguel Masriera consideraba casi comodefinitorio de la ciencia ficción que él elegía para la colección Nebulae allápor los años cincuenta y sesenta. A través de los ejercicios mentales deLawrence y Randy, el lector penetra en los arcanos de la criptografía y delcomportamiento de los hackers y, ¡milagro!, todo resulta comprensible:4 Página

cómo cifrar un mensaje, cómo «romper» los códigos enemigos, cómo usarel software moderno, y un largo, larguísimo etcétera.En realidad, por si alguien lo dudaba, además de esa forma «cienciaficcionística» de abordar el mundo de que habla Stephenson, hay máselementos de ciencia ficción en CRIPTONOMICÓN: una especie de mundoparalelo en el que se llama «nipones» a los japoneses, en el que existe uncurioso sultanato en Kinakuta, en el que un sistema operativo como Linuxse llama Finux (recordando tal vez el origen finlandés de su creador), o enel que Gran Bretaña cuenta con una isla llamada Qwghlm impregnada decurioso tipismo. Y ésos son sólo algunos de los elementos que podríancaracterizar ese «mundo paralelo» que, a fuerza de paralelismos, seconfunde fácilmente con el nuestro gracias a que en ambos existierontanto Turing, como la máquina Enigma, el Colosus o el generalMacArthur.Debo comentar brevemente algunos aspectos de nuestra edición. Eloriginal estadounidense se publicó en 1999 en un solo volumen, algo queen Europa no parece resultar conveniente cuando se obtienen libros demás de mil páginas. El editor francés, por ejemplo, decidió cortar el libroen tres partes (precisamente en las páginas 320 y 620 del original) einventar títulos parciales: «El código Enigma», «La red Kinakuta» y«Gólgota» que se ofrecieron con varios meses de diferencia al públicolector (octubre 2000, abril 2001 y septiembre 2001).Ante la escasa conveniencia de que nuestra edición se presentara en unúnico volumen, hemos decidido seguir el ejemplo francés y repetir lo queya hiciéramos en el lejano 1990 con CYTEEN de C. J. Cherryh, publicadaen tres volúmenes (números 30, 31 y 32 de NOVA). Para «cortar»CRIPTONOMICÓN hemos utilizado el mismo criterio que el editor francés(páginas 320 y 620 de las 918 del original estadounidense), pero hemoselegido otros subtítulos para cada parte. Creo que nuestra solución reflejamucho más claramente el tema criptográfico que anuncia el mismooriginal CRIPTONOMICÓN. Por eso, de acuerdo con el esforzado y brillantetraductor, el físico e informático Pedro Jorge Romero, hemos utilizadocomo subtítulos diversos códigos de los varios que aparecen en la novela.Así, en España, los títulos completos serán: CRIPTONOMICÓN I: ELCÓDIGO ENIGMA (NOVA ciencia ficción, número 148, previsto para marzode 2002), CRIPTONOMICÓN II: EL CÓDIGO PONTIFEX (NOVA cienciaficción, número 151, previsto para mayo de 2002), CRIPTONOMICÓN III:EL CÓDIGO ARETUSA (NOVA ciencia ficción, número 153, previsto parajulio de 2002).Finalizaré recordando una vez más que, en los escasos años transcurridosdesde su aparición en Estados Unidos, CRIPTONOMICÓN parece haberseconvertido en un libro de culto sobre el mundo hacker. Es algo parecido alo que, en su campo, le ocurrió a EL SEÑOR DE LOS ANILLOS de Tolkien. Yla comparación no es inútil ni ociosa: con una amena prosa cargada delhumor más irónico, el CRIPTONOMICÓN de Stephenson resulta ser a la5 Página

criptografía y la narrativa ciberpunk lo que EL SEÑOR DE LOS ANILLOS deTolkien a la magia y la fantasía.¿Exageración? Sinceramente, no creo que lo sea. En cualquier caso, sonustedes quienes han de juzgar.Pasen y vean.La satisfacción está garantizada.MlQUEL BARCELÓ6 Página

Para S. Town Stephenson,que hacia volar cometasdesde los buques de guerra7 Página

AgradecimientosBruce Schneir inventó Solitario, me permitió amablemente emplearlo enesta novela y redactó el apéndice. Ian Goldberg escribió la versión en Perlque aparece en el segundo volumen.Exceptuando la cita ocasional, el resto del libro, para bien o para mal, esobra mía. Pero he contraído deudas con muchas personas. Reconocer lasdeudas de esta forma puede remontarte con facilidad hasta Adán y Eva,por lo que he elegido la Segunda Guerra Mundial como mi fecha tope, yhe dividido al personal en tres grupos generacionales.Primero, las grandes figuras de la titanomaquia de 1937-1945. Casi todaslas familias tienen su pequeño panteón de figuras de la guerra, como elcaso de mi tío Keith Wells, que sirvió como marine en Florida y las islas deGuadalcanal, y que es posible que fuese el primer marine americano enllegar a una playa, en una operación ofensiva, durante esa guerra. Peroesta novela trata básicamente sobre gente con inclinaciones técnicas a lasque se les pidió que hicieran cosas increíblemente extrañas durante losaños de la guerra. Entre todos esos grandes hackers de la guerra, unreconocimiento especial debe dirigirse a William Friedman, quien sacrificósu salud para romper el cifrado mecánico japonés llamado Púrpura antesdel inicio de la guerra.Pero he dedicado esta novela a mi abuelo S. Town Stephenson. Al hacerlo,corro el riesgo de que la gente realice todo tipo de suposicionesinfundadas sobre las similitudes entre su familia —o lo que es lo mismo, lamía— y los personajes de este libro. Por tanto, para que quede claro,garantizo que me lo he inventado todo — ¡en serio!— y que no es unromán a clef; este libro no es más que una novela, y no una formasolapada de apabullar al lector con oscuros y profundos secretosfamiliares sin aviso previo.Segundo: conocidos míos que (en su mayor parte sin saberlo) ejercieronuna gran influencia en la dirección de este proyecto. Esos amigosincluyen, en orden alfabético, a Douglas Barnes, Geoff Bishop, GeorgeDyson, Marc y Krist Geriene de Nova Marine Exploration, Jim Gibbons, BobGrant, David Handley, Kevin Kelly, Bruce Sterling y Walter Wriston, queanduvo con una máquina criptográfica por Filipinas durante la guerra, yque sobrevivió para contarme, cincuenta años después, historias sobre elsistema bancario prebélico de Shanghai.Tercero: personas cuyos esfuerzos hicieron posible, o al menos muchomás fácil, que escribiese este libro. En ocasiones su contribución fueenormes cantidades de amor y apoyo, como en el caso de mi esposa, mishijos y los abuelos de mis hijos. Otros me apoyaron con el procedimientoengañosamente simple de realizar sus trabajos respectivos con tenacidady rigor: mi editora, Jennifer Hershey, y mis agentes, Liz Darhansoff y Tal8 Página

Gregory. Y muchas personas realizaron contribuciones inconscientes aeste libro simplemente manteniendo conversaciones interesantes conmigoque probablemente ya hace mucho que han olvidado: Wayne Barker,Christian Borgs, Jeremy Bornstein, Al Butler, Jennifer Chayes, EvelynCorbett, Hugh Davis, Dune, John Gilmore, Ben y Zenaida Gonda, MikeEtawley, Eric Hughes, Cooper Moo, Dan Simón y Linda Stone.NEAL TOWN STEPHENSON9 Página

Hay un paralelismo asombroso entre los problemas de un físico y los deun criptógrafo. El sistema con el que se cifra un mensaje se correspondecon las leyes del universo, el mensaje interceptado con los datosdisponibles, las claves para un día o un mensaje con las constantesimportantes a determinar. La correspondencia es muy estrecha, pero esmuy fácil tratar con el material criptográfico por medio de máquinasdiscretas. No es tan sencillo en el caso de la física.ALAN TURINGEsta mañana [Imelda Marcos] ofreció la última de una serie deexplicaciones para los miles de millones de dólares que se cree que ella ysu marido, que falleció en 1989, robaron durante su presidencia.«Fue una coincidencia asombrosa que Marcos tuviese dinero —declaró—.Después de la conferencia de Bretton Woods, comenzó a comprar oro deFort Knox. Tres mil toneladas, luego cuatro mil toneladas. Tengodocumentos: siete mil toneladas. Marcos era muy inteligente. Lo teníatodo. Es curioso; América no le comprendía.»The New York Times, lunes, 4 de marzo, 199610 P á g i n a

PrólogoDos ruedas vuelanBoscaje de bambúCantos de guerra.Es lo mejor que se le ocurre al cabo Bobby Shaftoe dadas lascircunstancias. está de pie sobre el estribo del camión,agarrando su Springfield con una mano y el espejo retrovisor conla otra, así que no tiene sentido plantearse contar las sílabas con losdedos. ¿«Rueda» tiene dos sílabas o tres? ¿Qué hay de «vuelan»? Elcamión finalmente decide no volcar y vuelve a apoyarse sobre las cuatroruedas. El chirrido y la inspiración desaparecen. Bobby todavía puede oírcomo cantan los coolies, a lo que ahora hay que añadir el tijeretazo de latransmisión del camión cuando el soldado Wiley reduce la marcha. ¿Podríaser que Wiley estuviese perdiendo los nervios? Y, en la parte de atrás,bajo las lonas, tonelada y media de archivadores que chocan entre sí,libros de códigos que saltan al suelo, el combustible agitándose en lostanques de los generadores eléctricos de la Estación Alfa. El mundomoderno es un infierno para el autor de haikus: «Generadores eléctricos»tiene, ¿cuántas?, ¿nueve sílabas? ¡Ni siquiera podría encajarlo en lasegunda línea!—¿Nos está permitido atropellar a la gente? —pregunta el soldado rasoWiley, y machaca el botón de la bocina antes de que Bobby Shaftoe puedaresponder. Un policía sij les cierra el paso con una carretilla de fertilizantecompuesto de excrementos humanos.La reacción instintiva de Shaftoe es decir: «Claro, ¿qué iban a hacer,declararnos la guerra?», pero como hombre de mayor graduación delcamión probablemente se supone que debe usar la cabeza o similar, asíque no contesta inmediatamente. Examina la situación:Shanghai, 16:45 horas, viernes, 28 de noviembre de 1941. BobbyShaftoe, y la otra media docena de marines del camión, miran a todo lolargo de Kiukiang Road, a la que acaban de acceder doblando una esquinaa gran velocidad. La catedral está a la derecha, lo que significa que está a,¿cuánto?, dos calles del Bund. Allí aguarda amarrada una cañonera de laPatrulla Fluvial del Yangtzé, esperando el material que llevan en elcamión. El único problema serio es que esas dos calles en particular estánhabitadas como por cinco millones de chinos.Y bien, esos chinos son sofisticados urbanitas, no rústicos quemados porel sol que no han visto nunca un coche. se apartan si vas losuficientemente deprisa y le das a la bocina. Y de hecho, muchos de elloshuyen hacia uno u otro lado de la calle, creando la ilusión de que el11 P á g i n a

camión se mueve más rápido que las cuarenta y tres millas que marca elvelocímetro.Pero el bosquecillo de bambú del haiku de Bobby Shaftoe no ha sidoincluido simplemente para añadir un poco de sabor oriental al poema yentusiasmar a los parientes allá en Oconomowoc. Hay «mucho» bambúfrente al camión, docenas de autopistas improvisadas que bloquean elcamino hasta el río, porque los oficiales de la Flota Asiática de la Marinade Estados Unidos, y el Cuarto de Marines, que concibieron esta pequeñaoperación olvidaron tener en cuenta el factor Tarde del Viernes en suscálculos. Como Bobby Shaftoe podría haberles explicado, si se hubiesenmolestado en preguntarle a un pobre tonto como él, la ruta asignada lesllevaba justo por el corazón del distrito bancario. Ahí tienes, claro está, elBanco de Hong Kong y Shanghai, el City Bank, el Chase Manhattan, elBanco de América, el BBME y el Banco Agrícola de China y un montón depequeños bancos provinciales de mierda, y muchos de esos bancos tienencontratos con lo que queda del gobierno chino para imprimir moneda.Debe ser un negocio muy competitivo porque reducen costesimprimiéndola sobre viejos periódicos, y si sabes chino puedes leer lasúltimas noticias del año pasado y los resultados de polo por entre losnúmeros y las imágenes de colores que transforman esos trozos de papelen moneda de curso legal.Como sabe todo vendedor de pollos y operador de rickshaw en Shanghai,el contrato de impresión de dinero estipula que todos los billetes que esosbancos imprimen deben estar respaldados por cierta cantidad de plata;por ejemplo: cualquiera debería poder entrar en uno de los bancossituados al final de Kiukiang Road, soltar un fajo de billetes y (si estánimpresos por ese mismo banco) recibir a cambio plata de verdad.Si China no estuviese siendo sistemáticamente destrozada por el imperiode Nipón, probablemente enviaría contables oficiales para controlar lacantidad de plata presente en las cámaras acorazadas de los bancos, ytodo se realizaría con tranquilidad y de forma ordenada. Pero tal y comoestán las cosas, lo único que mantiene la honradez de un banco son losotros bancos.Así es como lo hacen: durante el curso normal de su actividad, muchopapel moneda pasará por las ventanillas de (digamos) el banco ChaseManhattan. Lo llevarán a una habitación trasera y lo ordenarán, arrojandoen grandes cajas de dinero (de como medio metro de área y un metro deprofundidad, con cuerdas en las cuatro esquinas) todos los billetesimpresos por (digamos) el Banco de América, en una de ellas, todos los deCity Bank, en otra. Después, el viernes por la tarde, aparecerán loscoolies. Cada coolie, o pareja de coolies, tendrá su gigantescamente largacaña de bambú —un coolie sin su bambú sería como un marine chino sinsu bayoneta brillante— e introducirán sus cañas entre las cuerdas de lasesquinas de las cajas. Luego un coolie se colocará bajo cada uno de losextremos de la caña, elevando la caja en el aire. Tienen que moverse alunísono, porque si no la caja empezaría a agitarse y las cosas se irían al12 P á g i n a

carajo. Así que mientras se dirigen a su destino —el banco cuyo nombreesté impreso en los billetes de la caja— cantan y plantan los pies en elsuelo siguiendo la música. La caña es muy larga, así que están muyseparados, y tienen que cantar muy alto para oírse, y por supuesto, cadapar de coolies en la calle está cantando su canción particular, intentadoahogar a todos los demás para no perder el paso.Por tanto, diez minutos antes de la hora del cierre el viernes por la tarde,las puertas de muchos bancos se abren de par en par y varias parejas decoolies entran desfilando y cantando, como si fuesen los teloneros de unjodido musical de Broadway, dejan caer sus enormes cajas de gastadopapel moneda y exigen plata a cambio. Todos los bancos se lo hacen losunos a los otros. En ocasiones, todos lo hacen el mismo viernes,especialmente en un momento como el 28 de noviembre de 1941, cuandoincluso un soldado común como Bobby puede entender que es mejor tenerplata que un montón de recortes de periódi

CÓDIGO ENIGMA (NOVA ciencia ficción, número 148, previsto para marzo de 2002), CRIPTONOMICÓN II: EL CÓDIGO PONTIFEX (NOVA ciencia ficción, número 151, previsto para mayo de 2002), CRIPTONOMICÓN III: EL CÓDIGO ARETUSA (NOVA c

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madre y se unirá a su mujer, y los dos se harán una sola carne. Gran misterio es éste, lo digo respecto a Cristo y la Iglesia.» (Ef 5,31-32), afirma que en la creación de Adán y Eva, al ser creados para formar una sola carne, Dios siempre ha pensado en el Gran Misterio refiriéndose a Cristo y a la Iglesia.